¿Cuánto de justicia y cuánto de perdón necesita el país para satisfacer a las ocho millones de víctimas que ha dejado el conflicto armado?.
Fotografías tomadas de: centrodememoriahistorica.gov.co
Informe BastaYa
Justicia, verdad, perdón, memoria y olvido son aspectos recurrentes en la coyuntura de posconflicto, o mejor posacuerdo, que vive Colombia hoy y que merecen amplio debate por parte de la sociedad, a fin de lograr algún nivel de consenso que nos permita iniciar la etapa de construcción colectiva de la paz.
En efecto, nos enfrentamos a dilemas como: ¿Cuánto de justicia y cuánto de perdón necesita el país para satisfacer a las víctimas y lograr la paz?.
¿Prefiere la sociedad que los integrantes de las FARC, agentes del Estado y demás actores del conflicto que tuvieron una participación activa, determinante o indirecta, paguen por sus crímenes en términos de justicia retributiva (u ordinaria) ,es decir, tras las rejas con penas proporcionales al daño causado?.
¿ O aceptamos sacrificar un poco de justicia como lo establece la justicia transicional y a cambio de verdad, permitimos que paguen sus delitos con penas alternativas, como la restricción efectiva de libertad y la obligación de reparar material, simbólica y colectivamente a sus víctimas?
¿Y además, les ofrecemos a esas doce o catorce mil personas entre guerrilleros y milicianos, la oportunidad de rehacer su vida, e integrarse política, social y económicamente a la sociedad?
No es fácil perdonar después de tanto daño infringido, de tanto dolor y tanta rabia acumulada en el corazón de las ocho millones de víctimas, o mejor, en el de todos los colombianos.
Pero: ¿No será mejor pagar ese precio sí logramos que la política se haga en escenarios democráticos, usando palabras y argumentos en lugar de tiros, bombas y secuestros?
¿ No será mejor conceder ese beneficio sí con ello ponemos fin a esta larga y degradada guerra?
Las víctimas están permanentemente formulándose estos interrogantes; para algunas es muy difícil perdonar y lo dicen con franqueza.
Otras como Pastora García, la señora que narró su experiencia ante el Papa Francisco en Villavicencio, logró sanar su resentimiento con los asesinos de su padre, sus hijos y su esposo y, como ella misma lo dijo, fue capaz de “perdonar lo imperdonable” hasta el punto de compadecerse para atender y servir en su propia casa a los victimarios que destrozaron su familia.
Su manera de actuar confirmó que “…la paz nos impulsa a ser más grandes que nosotros mismos” como lo dijo el Papa Francisco.
Otro dilema se refiere a la dosis de memoria o de olvido requeridos para superar la guerra.
En un conversatorio sobre construcción de paz, en Armenia, me decía un joven abogado víctima del secuestro de su padre cuando hablábamos de la “memoria” como una obligación ética y una deuda con las víctimas de reconstruir y resignificar los hechos que marcaron sus vidas, la de sus familias e incluso la de sus comunidades, que él no estaba de acuerdo, que más bien quería borrar ese episodio de su vida porque alteró la imagen que de pequeño tuvo de su padre, convirtiéndolo en una persona marcada por la amargura que perdió para siempre su carácter alegre y emprendedor.
Que no quería que su hijo viera a su abuelo y a su padre, con los mismos ojos de pesar que él miraba al suyo.
Comprensible actitud pero no válida si se tiene en cuenta que el objetivo de la memoria es lograr el empoderamiento de las víctimas como sujetos de derechos y una transformación de su pensamiento que las motive a la acción y las ayude a sanar el trauma mediante el reconocimiento, la solidaridad, y en algunos casos como el de Pastora García, la emulación de su resiliencia.
Mi interlocutor se quedó pensando en la importancia de analizar asuntos tan complejos como el perdón y la reconstrucción de la memoria, no para olvidar, sino para liberarnos, conocer lo sucedido y poder así, evitar su repetición.
También para entender la dimensión del impacto de esos hechos en las personas y en el tejido social, sanar resentimientos, reconocernos, aceptarnos y convivir de una manera más pacífica.