El sentido de la impotencia se ve reflejada en el ejercicio de la lectura, desde y hacia los lectores, es decir, promover la lectura debe llevar como génesis la satisfacción de algunas necesidades básicas, ¡entre ellas comer!
La lectura como pilar fundamental de crecimiento y desarrollo individual y colectivo dentro de la sociedad, engalana a quienes tienen la capacidad de hacer de ella su más importante herencia, su modelo de supremacía y poder en el orden jerárquico que la educación plantea a quienes por medio del ejercicio de juntar letras crecen social y económicamente en el actual y perdurable sistema capitalista de auge mundial.
Pero para quienes no cuentan con la capacidad de leer libros, se hace inminente su hundimiento en las oscuras tinieblas de la discriminación en todos los aspectos, principalmente en aquellas escasas oportunidades laborales que de entrada se convierten en una barrera excluyente interpretada como “estratificación laboral”.
Si se es profesional será posible tanto tener un buen empleo como uno malo, pero con certeza, el bache económico será más y más amplio con la ausencia del conocimiento, y la progresión de la ignorancia se verá reflejada en la precaria situación económica.
La concentración exige necesidades de carácter prioritario. No es posible leer libros o juntar cortas palabras, aprender y concentrarse tanto de manera autónoma como guiada con un hambre que sobrepase el atestado del estómago, un órgano que pareciera tener tentáculos en todo el cuerpo, generando desde una insoportable cefalea hasta un temblor en las piernas que desestabiliza cualquier objetivo de aprendizaje.
A lo anterior le sumamos el envilecimiento con la presencia del tan mal llamado y desde hace tiempo existente bullying, es evidente que leer con hambre se hace imposible.
A criterio personal, el sentido de la impotencia, a su vez, se ve reflejada en el ejercicio de la lectura, desde y hacia los lectores, es decir, promover la lectura debe llevar como génesis la satisfacción de algunas necesidades básicas, ¡entre ellas comer!
Como promotor de lectura es menester, pues, liar entre mis objetos, primeramente algunas rodajas de pan y posteriormente los libros. La primacía del alimento habla por si sola, y no es el pan el complemento de los libros para el desarrollo de un buen ejercicio de promoción de lectura, todo lo contrario, un libro debe ser la sobremesa que de una manera proferida den pie para el esbozo de la primera competencia necesaria para eliminar la ineptitud.
¡La lectura!
Inhibir la realidad no es tarea fácil, coadyuvar a su superación si lo es. Leer no debe ser el fin sino el medio, pero como complemento al acto constitucional de garantizar una vida digna, con respeto por la persona, y principalmente sin “silbidos en el estómago” en pro de un mejor país lector.
“Barriga llena, corazón contento… un cuerpo que lee”.