La más reciente película del director norteamericano Jim Jarmusch es una obra íntima y abrumadora. En ella, cualquier elemento, por más rutinario que sea, puede ser buen material para la poesía.
Ficha técnica
Año, país, duración | 2016, USA, Francia, Alemania, 113 min |
Dirección y producción | Jim Jarmusch |
Guion | Jim Jarmusch |
Reparto | Adam Driver, Golshifteh Farahani, Barry Shabaka Henley, Cliff Smith |
Género | Drama |
A Jim Jarmusch se le ha señalado como un icono del cine independiente de autor en Estados Unidos, pero también como el emblema de un estilo depurado, asociado con cierto cine europeo y oriental.
Su trabajo como cineasta se ha caracterizado por contar historias minimalistas durante más de tres décadas, desde Vacaciones permanentes (1980); pasando por Extraños en el paraíso (1984); Bajo el peso de la ley (1986); El tren del misterio (1989); Hombre muerto (1995); Ghost Dog, el camino del samurái (1999); Flores rotas (2005); y Sólo los amantes sobreviven (2009), hasta las dos cintas más recientes, Paterson; y Gimme Danger, documental sobre Iggy Pop and The Stooges.
Jarmusch dice que para él es primordial sentirse como un principiante, pues significa amar lo que hacemos.
Por eso cada película la hace con la misma pasión con la que hizo su ópera prima. “Me considero un amateur y lo digo con orgullo”, manifestó en una entrevista que le hicieron el año pasado.
Estas declaraciones tienen mucho que ver con lo que plasmó en su última película, tan intima y abrumadora como una ópera prima.
Encuentra poesía en la rutina de los días en los que transcurre la vida de su protagonista, interpretado extraordinariamente por Adam Driver (y eso que cuesta verlo y no pensar inmediatamente en Kylo Ren), un conductor de autobús que comparte nombre con la ciudad de New Jersey; Paterson, inspiración del poeta William Carlos Williams que derivó en un poema épico compuesto por cinco libros que se apoya en la afirmación: “no hay ideas sino en las cosas”.
Pero además el conductor de autobús es también un poeta silencioso que despierta cada mañana con la luz del sol, y empieza su rutina con un simple y repetitivo desayuno.
Sin embargo, mientras va comiendo, examina una simple caja de fósforos, pues Paterson ha interiorizado el espíritu de William Carlos Williams, y sigue su camino al entender que cualquier cosa puede ser buen material para la poesía.
Después del desayuno, se dirige al trabajo y observa la ciudad a través del parabrisas del autobús, encontrando insumos extraordinarios en esa cotidianidad: las calles, las conversaciones de los pasajeros y los rostros desconocidos, para después, repetirlos en su cabeza y transcribirlos a su cuaderno secreto
Aunque el peso narrativo de la historia descansa casi completamente en los hombros del protagonista, encontramos aliento en una serie de personajes complementarios: un romántico despechado, una niña poeta, un barista buen conversador, un perro Buldog llamado Marvin, que ganó la Palma Dog por su actuación en el festival de Cannes, y los pasajeros del autobús que dibujan, poco a poco, la esencia de una ciudad entrañable.
Los poemas que Paterson escribe no solo están inspirados en las cosas, tambien existe una musa de carne y hueso; su mujer Laura, por la que profesa un amor incondicional, y que complementa su estilo taciturno con una explosión de creatividad y vitalidad en blanco y negro.
Uno de los momentos de deleite para mi ocurre cuando Paterson y Laura van al cine y ven una película de terror. Él mira a las personas a su alrededor y contempla la felicidad en sus rostros embebidos en la luz del proyector, la captura de un hermoso momento del que nosotros también formamos parte como espectadores.
Encuentro esta película como una oda a la soledad, y la posibilidad de encontrar felicidad en nuestra cotidianidad.
Aunque tiene a su mujer, Paterson disfruta del tiempo consigo mismo, y descubre en los hechos rutinarios insumo para su poesía.
Tal vez algún día, al levantar la mirada de nuestros dispositivos móviles, logremos recuperar nuestra condición de humanos – después del trance zombie- , y de esta manera poder disfrutar de las pequeñas cosa que dan sentido a la vida.