Como mal amante, el equipo ilusiona con detalles efímeros, se engalana, coge vuelo, cabalga con propiedad todo el año en punta, promete luna de miel de categoría A, pero cuando está ad portas de dar el sí, se echa para atrás.
Dicen que un dios solitario y bondadoso como esos que ya no existen, hace tiempo quiso prestarles a los hombres por un ratito algo de eternidad.
Entonces las penas y afujías sórdidamente humanas desaparecen mientras la bola rueda, no importa si es quien la patee o quien la ve, en el estadio o en la sala de estar.
La temporalidad de inicio y fin terrenal, no tiene ni siglos, ni décadas, ni lustros, ni años, ni horas. El tiempo donde se muere o renace, se mide en minutos.
Qué más da si noventa para elegidos con afición, veinte, treinta o cuarenta, para bastardos de barrial ilusión.
Jairo Cardona y su esposa Maria Amparo Chaves
El tiempo y el olvido aún no toca la puerta de Don Jairo Cardona, cuando de hablar del Deportivo Pereira se trata.
Y como si de viejos amores hiciera memoria, de esos que llegan y se van, emerge la reminiscencia por los paraguayos de la edad dorada de principio de los sesenta.
Chachacha Bedoya, el Feo Rodolfo Castro; del que cuenta que lo ponían a cobrar los penaltis, pues lograba asustar a los porteros cuando ponía su cara frente a ellos.
Y de los tiempos en que la selección Colombia miraba por estas veredas para hacerse fuerte, y reclutaba a jugadores como Antonio Rada, Eusebio Escobar y Adelmo Achito Vivas.
Foto tomada del blog Anotando Fútbol
De ese Pereira emblemático y que muchos no vieron jugar, sobreviven apenas algunos gratos recuerdos, fotografías, pequeñas glorias e hinchas fieles, que por devoción o herencia familiar, se convirtieron en amorosos del club.
Fecha a fecha esperan una seducción para alimentar de nuevo el amorío.
Sin embargo, como mal amante, el Pereira ilusiona con detalles efímeros, se engalana, coge vuelo, cabalga con propiedad todo el año en punta, promete luna de miel de categoría A, pero cuando está ad portas de dar el sí, se echa para atrás.
Foto tomada de Risaralda Hoy
Esa divinidad de la que solía estar revestido el fútbol día a día, para el seguidor pereirano se profana, pierde valía.
Los cantos de ángeles y gambetas, los rosarios de fintas con caderas descontroladas, el domingo de familia y carnaval, quedan en agravio a la dignidad.
En los intereses trepidantes de particulares, en falsas liquidaciones y anécdotas enervantes, como el 1-1 en Turbo en el 2015 ó el 2-2 del 2016 en Itagüí, en las que se aguó el retorno de un pobre grande con mucha historia y de precario palmarés.
Pese a ello cuenta con riqueza inefable de ser el amor de la vida de Gustavo, de Don Jairo, de Miguel, de Valentina y otros miles más que ven en sus colores, la posibilidad de exiliar su rutina, sus amores malditos, su responsabilidades laborales o su vida decadente.
Por fortuna para el matecaña, sus expectativas se conforman con la mera felicidad de verlo saltar a la cancha, ver al equipo anotar, y como en otrora, el título mayor y la felicidad suprema, se gestaba cuando el equipo simplemente no era desterrado a la grisácea tierra de la B.
Foto de archivo familiar del niño Gustavo Cardona en el año 1994
Hoy, entre manejos egoístas de búsqueda de riqueza y poder, los administrativos tienen la espada de Damocles sobre sus cabezas.
Ojalá algún día caiga y permita que cese la horrible noche para toda la afición.
Mientras, con cada retorno amarillo y rojo, ¿don Jairo?… Mirada gacha y vuelta a empezar.