Gracias a Sílaba Editores compartimos fragmentos del libro La ruta del tren dormido de Claudia Arroyave. Crónicas de un viaje por las estaciones del Ferrocarril de Antioquia, de Puerto Berrío a Medellín.
La ruta del tren dormido
Claudia Arroyave
Crónicas
Presentación
Han pasado trece años desde que terminé de escribir estas crónicas y diez desde que salí de Colombia. Quizá haya sido por el espíritu viajero que alimenté durante los meses que duró mi recorrido por las estaciones del ferrocarril antioqueño (a comienzos de 2007), pero la sed por descubrir nuevas rutas volvió a habitarme. Entonces empaqué otra vez mi mochila y me fui.
En septiembre de 2010, ansiosa por explorar distintos horizontes, dejé una copia impresa de estas crónicas guardada entre los libros de mi biblioteca en Medellín, y emprendí un viaje sin plan por todos los países centroamericanos. La ruta terminó para mí en una casa en el desierto de Sonora, a poca distancia de donde pasan cada día los trenes que atraviesan el sur de los Estados Unidos, de este a oeste y viceversa, cargados de mercancías. Su sonido me hace pensar a veces en el viaje que hice, me hace pensar en lo que sentirán hoy los que viven en Antioquia añorando el tren.
Hace algunos meses, cuando volví de visita a la casa de mi mamá en Medellín, obligada por la nostalgia a desempolvar libros y diarios, encontré en un sobre de papel el primer borrador de este libro, escrito originalmente para optar al título de periodista en la Universidad de Antioquia. Comencé a leer con el mismo afán con el que emprendí entonces aquel viaje, tratando de ponerles rostro a las voces de las personas que compartieron conmigo sus testimonios, sintiendo de nuevo el sopor del clima y preguntándome qué tanto habrá cambiado la realidad en estos poblados desde que pasé por allí, más de una década atrás. Leí el texto completo en los tres aviones que tomé de Medellín al desierto, y sentí el deseo de compartir con alguien estas historias que, con el reposo de los años, han dejado de ser, para mí, un reporte periodístico, para convertirse en un viaje a parte de la memoria de “la gloria” antioqueña. ¡Tuvimos un ferrocarril! ¡Que no se nos olvide su historia!
Hoy, cuando todos en casa duermen y el silbato del tren anuncia su paso por el centro de Tucson, me dispongo en este escritorio a saldar una deuda con las memorias recogidas y con parte de la historia de mi país. Con los dedos temblorosos y una sensación de vértigo en mi alma, decido poner estas crónicas en manos de los lectores. Espero que la descripción de esta ruta y el viaje al pasado permitan, de algún modo, reconocer la valentía de quienes soñaron lo imposible, de quienes vivieron de cerca la magia del ferrocarril y de los que aún están vivos y cuentan la historia. Deseo que estas crónicas abran horizontes y esperanzas a quienes se han resignado a la desaparición del tren.
Tucson, Arizona, 20 de mayo de 2020