Un buen día, a Álvaro Mutis se le ocurrió escribir una novela gótica, pero en el trópico. A su amigo Luis Buñuel la ocurrencia le pareció ilógica porque las novelas de este tipo deberían transcurrir en ambientes invernales, “…en un blanco eterno donde todo desaparece, y bajo un gélido viento como el aliento de un conde con colmillos afilados”.[1]
Al parecer, la tesis de Buñuel no convenció a Mutis que terminó escribiendo La mansión de Araucaima (1973) novela fundacional de un movimiento artístico conocido como el “gótico tropical” que encontraría su máxima expresión gracias a los cineastas Carlos Mayolo y Luis Ospina. El experimento consistía en incorporar relatos tenebrosos y entidades malvadas, por ejemplo, muertos vivientes y seres vampíricos, en tierra caliente. Los sucesos misteriosos ya no ocurrían en castillos europeos ocultos tras la bruma, sino en territorios de clima sofocante. El resultado fue tan malo, que resultó bueno.
Algo similar sucede con las novelas policiacas de Leonardo Padura, protagonizadas por Mario Conde. Son historias alejadas de su entorno habitual. Ya no es la sobria Baker Street o las calles nubladas de Londres en donde tienen lugar los casos más misteriosos, que un hombre con talentos excepcionales tendrá que resolver. En este caso, la respuesta a los enigmas está en alguna parte de esa Cuba profunda que el autor parece conocer como la palma de su mano.
Mario Conde está a punto de cumplir 60 años y eso lo tiene aterrado. Ya no es el muchacho aquel de los primeros libros de la serie. Sin embargo, su capacidad para sacar la verdad de su escondite sigue intacta. Es un conversador hábil que puede presionar a su interlocutor hasta que diga lo que pretende ocultar. Nostálgico, como su autor, este expolicía se lamenta de las últimas tendencias de la moda y de la música, especialmente del reggaetón que ha llegado a Cuba y no parece tener planes de irse. Es fácil percatarse de que las quejas de nuestro Sherlock tropical, son en realidad las de Padura.
A la casa de Mario Conde llega un viejo conocido que le solicita recuperar la estatua de una virgen negra que le fue robada. Así, nuestro héroe va detrás de una imagen religiosa, a la que le son atribuidos algunos milagros, mientras aprovecha para reflexionar acerca de temas trascendentales, por ejemplo, el bien y el mal. Es la mirada de un hombre romántico en lo general, pero práctico en la particular, como son las personas del Caribe.
Y es aquí donde Padura, apoyándose en Conde, deja entrever algunos de sus cuestionamientos y los de la sociedad cubana: “A pesar de sus convicciones de agnóstico militante, la historia de Bobby sobre el poder de la Virgen negra lo estaba alarmando más de lo previsible”. El detective se mueve por un terreno que no es el suyo.
La transparencia del tiempo es la octava novela de nuestro querido detective Mario Conde. El título está lleno de significados, y descubrirlos es un placer que queremos dejarle al lector. Sea pues esta la oportunidad para recomendar el último libro de este detective cubano. A estas alturas, no sabemos si los milagros de la Virgen negra sean ciertos, pero los que resultan de la buena literatura, están garantizados.
[1] Berdet, Marc, & Ordóñez Cruickshank, María. (2016). Gótico tropical y surrealismo. La novela negra de Caliwood. Acta poética, 37(2), 35-52. https://doi.org/10.19130/iifl.ap.2016.2.733