Antes que el vestido de baño, que las aletas, que el gorro de natación o el snorkel, para ella es prioritario, literalmente de vida o muerte, portar un tanquecito que conduce insulina al interior de su cuerpo
“Le tenemos una grabación cuando ella tenía 4 añitos y decía que quería ser campeona olímpica”, dice su madre, Hilda Gladis Arango, una profesional veterinaria – zootecnista, que ya alista maletas para viajar a Egipto.
María de los Ángeles Mejía tiene 16 años, es deportista del club Atlanta de natación con aletas de la Liga Risaraldense de Actividades Subacuáticas, y hace solo una semana logró el primer paso en su deseo de ser campeona olímpica.
Durante el Nacional en Palmira, María de los Ángeles fue medalla de plata en la categoría juvenil de la prueba de 6 kilómetros aguas abiertas, realizada en lagos de Maracaibo, en la vía Palmira – Ginebra, Valle del Cauca, la prueba que fue colofón al certamen nacional de cuatro días, y en el que los clubes Atlanta y Calypso, de Risaralda, lograron una destacada actuación.
Ese segundo lugar le dio la clasificación al mundial de Egipto, a mediados de este año.
Hace algunos años sus padres y ella acudieron a una conferencia en Orlando Estados Unidos, ofrecida por el cinco veces campeón olímpico de natación y 10 veces medallista olímpico, Gary Wayne Hall (Cincinnati, Ohio, 26 de septiembre de 1974).
Esa charla le cambió la vida y la proyectó nuevamente por el camino de la natación, un deporte que practicó de niña, pero que a los 9 años cambió por la gimnasia, sin estar muy de acuerdo, sin sentir la misma pasión que por el agua, toda vez que la natación le exigía un alto gasto energético.
El descubrimiento de padecer diabetes tipo 1 le trastocó su sueño.
Gary Wayne Hall Jr., hijo de otro excampeón olímpico, fue ampliamente conocido en el olimpismo por ser un deportista que convivió en sus años de atleta con la misma clase de diabetes de María de los Ángeles.
Es miembro del Consejo de Dirección del International Swimming Hall of Fame y del Diabetes Research Institute, y tiene una fundación (Gary Hall Jr Foundation) dedicada a actividades de concienciación pública sobre dicha enfermedad.
“¡Regreso a la natación!”, dijo María de los Ángeles, cuando el mismo Gary Hall le dijo: “puedes hacer tu natación tranquila”.
Eso fue hace un año y cuatro meses, y como en su ciudad natal, Manizales, no está desarrollado el deporte de las actividades subacuáticas, sus padres decidieron inscribirla en la Liga de Risaralda; ella y su madre pasan toda la semana en Pereira, y el fin de semana van a la capital caldense; su padre, que trabaja en la Chec, “va y vuelve” entre ciudades.
Antes que el vestido de baño, que las aletas, que el gorro de natación o el snorkel, para ella es prioritario, literalmente de vida o muerte, portar un tanquecito de tamaño relativamente pequeño, de color negro, con pantalla, botones y orificios en los que se conecta una manguera que conduce la insulina al interior de su cuerpo.
Ella tiene una bomba de insulina que le inyecta esta hormona al cuerpo; ese mecanismo se lo pone en un costado de la cadera, adherido al interior o exterior del vestido de baño, el cual le inyecta la insulina las 24 horas del día y le marca los niveles de glucosa en la sangre; cada tres días lo llenan con un reservorio de insulina, y cada mes asiste a controles médicos con galenos de Pereira y Manizales”, explica la señora Hilda Gladis Arango.
Doña Hilda es la sombra de su hija. Su principal motivo para serlo es su salud; la acompaña permanentemente a los entrenamientos y a las competencias; hace solo unos meses estuvo en Barcelona con el grupo de nadadores del club Atlanta, que fue a España a adquirir experiencia.
Su función es estar pendiente de la bomba de insulina, mirar los niveles de glucosa en la sangre que le reporta la pantalla del adminículo y estar pendiente de su alimentación. Si está con tendencia a la baja, toma algo con calorías y vuelve y entra al agua
Ella debe comer de todo, pero sí tiene restricciones con el azúcar, con los dulces y con las harinas blancas, es decir, las que no son integrales”, explica su madre.
En los hoteles se previene al servicio de alimentación para que los jugos, el chocolate y el café sean sin dulce.
María de los Ángeles Mejía actualmente está en el top del escalafón nacional categoría 16-17 años. Estudia grado 11 en el cibercolegio de la UCN (Universidad Católica del Norte), lo que le permite tener disponibilidad de horarios para entrenamientos y competencias, y muchas veces en medio de ambas actividades presenta exámenes y cumple con sus tareas, desde el computador.
El Club Atlanta inició una tarea tan titánica como disputar los 6 kilómetros en aguas abiertas: conseguir el tiquete que lleve a esta jovencita en julio a la tierra de las pirámides, del desierto y de los camellos.
A la par, su madre también debe costearse su viaje, para cumplir con la sentencia que tanto ella como su esposo le han repetido constantemente a esta adolescente: “¡Queremos que seas una persona saludable y feliz!”.