Diego Armando Maradona dijo que el mejor jugador del equipo rival cuando su equipo Argentinos Juniors enfrentó al Deportivo Pereira en el estadio Hernán Ramírez Villegas había sido “ese número siete (7)”
Benjamín “El Mincho” Cardona fue protagonista de una de las más divertidas anécdotas del fútbol mundial. Y sucedió en Pereira y al Deportivo Pereira, un equipo plagado de situaciones inverosímiles.
William Knigth me decía: “Mincho, ¿cuándo será que usted se lesiona?” – él también era puntero derecho. “¡Es que ni una gripa le da a usted!”
“Y un día, don Pancho (Francisco Ormazábal, técnico del Deportivo Pereira) se quedó dormido en la banca, y entonces Knigth pidió el cambio: que sale Mincho y entra William Knight”.
“Ve, tan raro que don Pancho nunca me cambia – me dije -. Entonces salí, y en ese tiempo uno se podía quedar ahí en la banca con los jugadores; de pronto todo el estadio estaba gritando goooolll, y se despertó don Pancho” – goool de Knigth – “y me miró don Pancho y me preguntó: “¿Y usted qué está haciendo aquí?” Y le dije, profe ¿usted no me cambió pues?, y me responde, no ¡yo no lo he cambiado!
¡Pues al negro lo multaron y lo suspendieron!
Fueron doce años de fútbol profesional en los equipos Deportivo Pereira, Atlético Nacional y Deportes Tolima. Al Pereira llegó en 1977 para integrar el equipo de reservas, y al año siguiente pasó al conjunto profesional. En el primer semestre de 1984 jugó con Nacional, y en el segundo, con Tolima; luego regresó al Pereira; se retiró en diciembre de 1988; un mes después, ya era trabajador de Goodyear en Cali.
Enterró al futbolista pero jamás a su historia.
No es una exageración decir que en su pueblo natal, La Unión, Valle del Cauca, todo el mundo lo conoce. Y todo el mundo lo quiere y lo respeta porque ha sido el embajador de este municipio vallecaucano ante el mundo.
La admiración es tanta, que hace más de 10 años el estadio municipal de La Unión se llama oficialmente “Benjamín El Mincho Cardona”, gracias a la iniciativa del alcalde del momento Osvelio Henao, del concejal Ferney Grajales y del secretario de Deportes, Carlos Arturo Marín.
“Como dice la canción del Gran Combo: lo que me vayan a dar, que me lo den en vida”, y con ese mismo argumento agradeció esta entrevista, publicada originalmente en Deporte Risaraldense: “¡es muy agradable que todavía se acuerden de uno!”.
No es para menos. Benjamín “El Mincho” Cardona fue “bueno entre los buenos”, dijo el periodista Danilo Gómez Herrera, quien refuerza su frase advirtiendo que Mincho coincidió en el fútbol y estuvo a la altura, por ejemplo, de Willington Ortiz y Ángel María Torres, unos monstruos.
“Fue un fuera de serie; sus pases significaban medio gol”, anotó el comentarista Fredy Rúgeles; Álvaro Covelli comentó que “Mincho” levantaba la tribuna, y Henry Carvajal Castro, también veterano periodista de Pereira resumió su apreciación en seis letras: ¡figura!
Diego Armando Maradona dijo que el mejor jugador del equipo rival cuando su equipo Argentinos Juniors enfrentó al Deportivo Pereira en el estadio Hernán Ramírez Villegas había sido “ese número siete (7)”. Estos validadores tienen tanta razón como la de su amigo “Peyer” (Albeiro Rengifo), quien consultado en el parque de La Unión sentenció: “¡fue el mejor de este país!”.
Para quienes no lo vieron jugar y para quienes lo recuerdan aún, “El Mincho” fue el clásico puntero derecho. Tenía tres características, que sumadas, lo catapultaron a la historia del Deportivo Pereira y a la del fútbol profesional colombiano.
La primera de ellas era su velocidad, que desplegaba con técnica y con fortaleza en las piernas. Su segunda cualidad, su capacidad pulmonar. Y antes de hablar de la tercera, no se puede dejar pasar inadvertido un dato:
Por la época en la que Mincho jugaba en el Pereira, en la ciudad entrenaba el equipo de atletismo de las Fuerza Armadas, orientado por Valentín Gamboa, quien anonadado por su velocidad, le dijo: “venga hagamos una prueba”.
“Corrí los 100 metros en un poco más de 10 segundos, y el récord mundial estaba en 9.9, y entonces él me insistía para dejar el fútbol y pasarme al atletismo: “vea, es que el récord mundial está en 9.9 y usted está cerquita”, me decía, y yo le contesté: “es que a mí lo que me gusta es el fútbol”.
Y la tercera cualidad era que centraba el balón en medio de la carrera. De sus dos primeras habilidades comenta que “nacieron con él”, pero de la tercera tiene una explicación.
“Yo me iba solo para la cancha Argemiro Escobar (En La Unión), y así tuviera que ir a recoger el balón, me quedaba toda una tarde haciendo centros”.
Cardona era de esos jugadores que centraban con el empeine; “hoy los centros son englobados y el arquero ya sabe cómo salirles, en cambio a mí me gustaba centrar templadito. Y con esa estrategia se hicieron famosos “Mincho” Cardona, Jairo “El Chiqui” Aguirre, quien también hacía diabluras por la banda izquierda, y los centro delanteros que esperaban la habilitación de ambos: Hugo Horacio Lóndero, Oswaldo Pancracio, Villa, Vilarete, Gentil Serpa, entre otros.
“Yo me acuerdo de un partido Pereira – Nacional, en Medellín. Yo hice un ocho (8) al revés; me salí a la pista, me pasé el juez de la línea por detrás, volví a la cancha y centré, y llegó Lóndero y tenga (gol)”. ¡Usted se imagina! Don Pancho Ormazábal me decía: “uy mijo, uy mijo, usted se pasó este día”.
Don Pelagio Cardona fue su papá biológico, pero “Mincho” reconoce a Ezequiel Sarria como su papá, entre otros motivos, porque le daba lo que necesitaba para el colegio y se apersonó de él en lo deportivo y en lo afectivo, en una época de juventud en la que “Mincho” había perdido a sus padres.
Don Ezequiel fue quien lo presentó primero en el América, pero allá no se quedó porque querían los papeles gratis.
Entonces “Mincho” hizo parte de la selección Valle del 74, en los nacionales de Bogotá, en donde fue segunda, detrás de Antioquia. “Allá me vio el profesor López Fretes (César) y me dijo que fuera a entrenar al Pereira.
Impulsado nuevamente por “papá Ezequiel”, que lo había formado en el equipo aficionado de Grajales Hermanos, llegó solo a Pereira; aquí estudió los grados quinto y sexto de bachillerato en el Deogracias Cardona. “Salía de entrenar con el Deportivo Pereira y me iba a estudiar desde las 6:00 de la tarde hasta las 10:00 de la noche”.
Ahí empezó su historia con el fútbol profesional, pero fue su mamá, Graciela Gordillo, su mentora para el fútbol.
“A mi papá no le gustaba que yo jugara fútbol, ¿y sabe qué hacía mi mamá?, lo hacía dormir. Ella me decía, espere yo lo hago dormir y sale por la ventana para que vaya a jugar. Esa era la única forma, porque a él no le gustaba que yo acabara los zapatos; salía por la ventana a eso de las 7:00 de la noche y regresaba a las 9:00, después de jugar con los amigos en una cuadra cercana a la casa”.
1979 fue su mejor año futbolístico; era su tercera temporada en el Pereira y la segunda en el equipo profesional, porque en el primer año jugó con las reservas, equipo que quedó campeón. “Aún estoy esperando a que don Hernán (Mejía Castrillón) nos pague el premio”.
Según el periodista y estadístico Hugo Ocampo Villegas, consultado para esta semblanza de “Mincho” Cardona, el jugador nacido en La Unión (17 de julio de 1957) “jugó con el Pereira 271 partidos en 10 temporadas: de 1978 a 1983 y de 1985 a 1987 (está en el top 5 de los que más ha jugado con el cuadro matecaña). En el 84 fue al Nacional y a Tolima. Convirtió con el Pereira 60 goles. Su mejor temporada anotadora fue 1979, con 15 tantos”.
Esa temporada le dio dos premios: que el técnico Eduardo Retat lo llevara a los Olímpicos de Moscú 1980 y que hiciera parte de amistosos con la selección Colombia de Carlos Salvador Bilardo para las eliminatorias al Mundial de España 82, de la que finalmente no hizo parte porque disputaba el puesto con dos “desconocidos”: Willinton Ortiz y Hernán Darío Herrera.
De los Olímpicos de Moscú lo recuerda todo: el incómodo viaje en Aeroflot por la estrechez de las sillas; las 24 horas de vuelo saliendo de Bogotá con escalas en México, Cuba, Irlanda del Norte y Moscú; los juegos de cartas con los que se distraían en el vuelo y los chistes del “Chato” Velásquez (árbitro colombiano) que no los dejaba dormir con su carácter dicharachero; recuerda también el frío de Leningrado que contrastaba con el calor con el que nació y se crió en La Unión; recordó a su compañero de habitación Henry Viáfara, con el que jamás se volvió a ver o a tener noticias suyas.
“El primer juego fue frente a Checoslovaquia; perdimos 3-1, y ahí lesionaron de la tibia y peroné al “Cheché” Hernández (José). El segundo lo empatamos con Kuwait, y en el tercero le ganamos a Nigeria con un gol mío; el único gol de tiro libre que convertí como profesional: se abrió la barrera y por ahí lo puse; estuve hasta de buenas”.
Esos Olímpicos marcaron un punto de inflexión en su carrera deportiva, porque allá sufrió de pleuresía. “Me comenzó un dolor de cabeza cuando jugué el primer partido; en el segundo estaba maluco, pero lo jugué bien, y en el tercero no podía más, aunque hice gol”.
No solo era el dolor de cabeza; la fiebre subía y bajaba, y entonces fue necesario consultar en una clínica de Moscú, y ya en Colombia someterse a un tratamiento de 32 días en la Clínica Risaralda, que complementaba con idas a Bogotá en donde le sacaban un líquido del pulmón izquierdo. La convalecencia le duró seis meses.
“Ya no era lo mismo respirar; no aguantaba los 90 minutos de un partido”.
Esa circunstancia y la lesión en la rodilla que le produjo Américo Quiñónez en 1982, y que lo hizo marginarse del fútbol por otros seis meses, fueron socavando el talento del “Mincho”.
“El Sordo” Ramírez, un ex jugador del Cali que se había negado a ir a los Olímpicos y se puso a trabajar en Goodyear lo ayudó a entrar a esa empresa, en Cali. Lo hizo con doble intención, así como les había abierto las puertas a otros exfutbolistas, a los cuales los ponía a jugar en el Campeonato Industrial. “Trabajábamos en la empresa, entrenábamos martes y jueves y jugábamos sábado y domingo”.
Esa rutina le hizo más llevadera su vida fuera de las canchas del fútbol profesional colombiano, ahora dedicada a manejar un montacargas.
Aprendió tan bien el oficio, que seis años después trabajó con baterías Mac, y finalmente estuvo 12 años con la Alcaldía de La Unión, como monitor de fútbol; todo ese tiempo le ayudó para conseguir la pensión, de la que vive.
En su pueblo natal el fútbol tiene que ver con “Mincho” Cardona: los torneos, el estadio, los uniformes, los partidos de “rodillones”, los de los jóvenes. Es toda una celebridad en La Unión.
En los 75 años del Deportivo Pereira (fundado el 12 de febrero de 1944) habrá siempre un espacio para este jugador, cuyo primer contrato fue de 1.500 pesos mensuales; la historia recordará siempre a este delantero que jugaba con la número 7, que llegaba en carrera casi hasta el banderín para soltar un centro que era medio gol, mientras los aficionados se paraban en la tribuna porque sabían que algo bueno saldría de esa jugada.
Solo una vez jugó de diez, para reemplazar al paraguayo Crispín Verza; lo hizo bien pero no se sintió cómodo. Solo una vez, ante Brasil, cambió su forma infalible de patear penaltis, cuya fórmula era darle duro, siempre a la mano derecha del arquero; en esa ocasión lo puso al palo de mano izquierda. Tampoco falló. Por eso era siempre el primer cobrador en el Pereira y en la selección Colombia.
En ese partido, en Cali, Colombia humilló 5-1 a Brasil, con tres goles de Pedro Sarmiento, uno del Vallenato Agudelo y otro del “Mincho”.
Aunque era un puntero derecho, manejaba bien la izquierda. “Mi mejor gol lo hice con la zurda; a Gay (Carlos Alfredo), del América; el Chiqui Aguirre centró, y desde afuera de las 18 lo cogí de media volea y se lo puse en toda la te a Gay”.
Su memoria lo lleva a recordar muchas anécdotas, con las que aún goza: los palillos que Sergio Cierra le metía a los panes de mesa que en el hotel el paraguayo Oswaldo Pangrazio acostumbraba a “mandárselos” a la boca de una sola vez.
El alacrán que “El Chiqui” Aguirre le escondió debajo de la almohada a Carlos Arturo Toro, en un partido en la Costa. Toro siempre dormí bocabajo con las manos entre la funda.
Y la vez que el avión debió sobrevolar más de una hora y media a Pereira, y luego regresar a Bogotá para sobrevolar otras dos horas, gastándose el combustible porque el tren de aterrizaje no salía y entonces debían aterrizar de barriga.
En el último intento del piloto, se desatoró el mecanismo y descendieron sin novedad, pero eso sí, asustados y alegres, y “muertos de la risa” con tres monjitas que, asustadas, empezaron a tomar güisqui en el avión, hasta que se emborracharon. “Sin mentirle, esas monjitas tomaban más que nosotros”.
De los ocho hermanos del “Mincho” (ahora quedan solo 6 por la muerte de dos de ellos), él no solo era el menor, sino el que avanzó en el fútbol, no obstante a que Néstor y Óscar eran buenos marcadores.
Y avanzó tanto, que tuvo el privilegio de ser testigo y protagonista de un partido al lado del mejor del mundo: Diego Armando Maradona. “Hace un tiempo lo escuché y dijo que en ese partido había convertido el mejor gol de su carrera deportiva; para mí, fue mejor el del Mundial, porque Mundial es Mundial”.
En ese partido – recuerda “Mincho” – “Maradona se sacó a 7 jugadores de nosotros y le metió el balón por el espacio más estrecho, el que quedaba entre el poste y el “Moño” Muñoz, que estaba parado en la línea intentándolo evitar.
Al “Moño” aún le da rabia cuando piensa en esa jugada.
Ese partido entre Deportivo Pereira y Argentinos Juniors se jugó el 19 de febrero de 1980, un martes en la noche, y terminó 4-4. Su promoción se hizo anunciando el duelo de los dos mejores jugadores: Maradona y “Mincho” Cardona. Y no decepcionaron: Ambos hicieron de a dos goles; en penaltis, el Pereira abatió al equipo de Maradona.
De ese momento quedó una frase popular que dimensiona lo que fue Benjamín Cardona Gordillo para el fútbol:
“Si Brasil tenía a Pelé y Argentina a Maradona, La Unión tenía a “Mincho” Cardona”.