Shyamalan juega con nosotros, se divierte, porque podemos pasar de un momento de suspenso a uno de nimiedades, estar en la cúspide de la emoción y luego bajarnos a las más endebles de las emociones.
Año, duración, país | 2019, 129 minutos, Estados Unidos |
Guion y dirección | M. Night Shyamalan |
Música | West Thordson |
Fotografía | Mike Gioulakis |
Reparto | James McAvoy, Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy, Spencer Treat Clark, Shayna Ryan, Charlayne Woodard, Luke Kirby, Rob Yang, Brian Donahue, Adam David Thompson, Marisa Brown, Kyli Zion, Diana Silvers,M. Night Shyamalan, Nina Wisner, Serge Didenko, Russell Posner, Leslie Stefanson, Kimberly S. Fairbanks, Rosemary Howard, Johnny Hiram Jamison, Marc H. Glick, Brick Mason, Bostin Christopher, Ukee Washington, Brian Anthony Wilson, Tobias Segal, Tom DiNardo, Timothy Chivalette, Tim Duquette |
Productora | Blumhouse Productions / Blinding Edge Pictures / Universal International Pictures (UI) / Buena Vista International / Perfect World Pictures. Distribuida por Universal International Pictures (UI) |
Género | Intriga. Thriller | Sobrenatural. Superhéroes. Secuela |
Para ver Glass es necesario ser detective, o al menos alguien interesado en las pistas y piezas, así como en los símbolos y detalles o al menos contar con el interés de verse en el espejo.
No se trata de una película compleja en su narrativa, pero sí muy inquietante. Al ser una trilogía, con posibles nuevas películas, por quedar abierta ha construido una red para navegar entre sus líneas y ejes, hasta quedar atrapados, también para contemplar el reflejo.
Night Shyamalan siempre sorprende y gravita entre ser considerado el peor o el mejor por sus direcciones. De hecho, El Protegido (2000), Split o Fragmentado (2016), no fueron pensadas de modo articulado. En cambio la reciente Glass teje una relación para dar con lo que se convirtió en un organismo fílmico.
Glass cuenta con uno de los actores más constantes en las películas de Shyamalan, Bruce Willis, en el que en El protegido, David, vive el destino incierto de tener un aparente súper poder, aunque su vida es sencilla y tranquila, siendo uno de los guardianes en un estadio de fútbol americano.
Sin embargo, su instinto hace que se destaque por ver más allá y saber cuándo una persona puede ser una amenaza para la seguridad. También de él sabemos que fue el único sobreviviente en el accidente de un tren descarrilado.
En esa misma película se haya el hombre de cristal. Contrario a David, su fragilidad se manifiesta porque al aprisionar su cuerpo se desbarata. Entre ellos dos, el misterio y los extremos unen historias e intereses.
Luego llega una de las películas más sonadas del cine, en la que Edgar Allan Poe quedó corto al mencionar las disyuntivas de William Wilson.
Desde un caso real, se reconstruye la figura, encarnada en el actor James MaCavoy, del protagonista con veinticuatro personalidades, que terminan siendo una entidad llamada La Horda, con la singular La bestia, el ser extraño, caníbal, que se alimenta de carne humana, de personas que considera impuras por no haber experimentado el dolor.
Esa sola idea de ser uno y veintitrés distintos a la vez nos deja perplejos.
Junto a Sexto sentido (1999), Split, constituye el pico más alto en la carrera de Shyamalan, donde la crítica lo ha venerado.
Por su lado, Glass, es un intento de recuperar el misterio, los giros narrativos, con el fin de cautivar y producir un asombro desde el espejo. Y lo logra, porque al verla se genera en nosotros una inclinación por esas escenas y esos detalles que resultan enriquecidos porque pueden interpretarse de muchas maneras.
Por ejemplo, en Glass, existe una doctora que reúne a los tres personajes para estudiarlos y convencerlos de que sus poderes no son sobrenaturales. Allí emerge una inquieta discusión sobre la lógica y lo mágico, entre la razón y la ficción. Igual, la mujer, lleva como otros un tatuaje de trébol en los brazos, lo que da pie a pensar en una sociedad secreta con intenciones de aniquilar lo que podría causar un caos.
Shyamalan juega con nosotros, se divierte, porque podemos pasar de un momento de suspenso a uno de nimiedades, estar en la cúspide de la emoción y luego bajarnos a las más endebles de las emociones.
Lo que funciona en Glass es que se elabora un plan, uno en el que el poder de la mente o de la inteligencia nos da unas bofetadas y quedamos con un aire de fascinación por el modo en que nos han contado una historia que nos satisface.
Y no es cuestión de complacencias: son los recursos, las actuaciones, los guiños, los recónditos pasajes por donde nos traslada, lo que surte un efecto de agradecimiento por habitar el lenguaje cinematográfico con diversión e inquietudes.
Ese cristal que es el cine devuelve y proyecta miradas, nos asomamos y se difuminan partículas de sentido.
Lo recuperado por la película, comprende el lado más atractivo de las dedicadas a los súper héroes. De hecho, para mí, no se trata de una de ellas, sino de una especie de matriz, porque el cómic es donde se urden las intrigas que pueden ser análogas a los hechos y estructuras narrativas.
Glass es una oda a esa génesis de muchas historias trasladadas a la pantalla grande. Además, porque le confiere el valor al súper héroe que debemos amar y proteger.
El tejido nervioso que ha construido Shyamalan nos devuelve a esa recóndita circunstancia: la de una conspiración en la que alguien trama una historia mayor, pero en los intersticios de las vidas, ahí en esos estadios, donde uno trabaja, cuenta con un Smartphone.
Ahí donde se sitúa la existencia están ocurriendo, ahora mismo, las historias que queremos sigan desenvolviéndose, con ese toque de intriga, un arsenal de resolución y una dosis decisiva por seguirla tejiendo.
Para mí Glass es una película a celebrar. No soy detective, pero activar la sospecha, reconocer que esa película nos condujo por callejones donde estuvieron las luces apagadas ya es mérito suficiente. Vivimos la penumbra y también amaneció y siguió transcurriendo el tiempo, y uno continúa sentado en esa butaca, queriendo que no se acabe, que continúe, que llegue de nuevo una historia.
El espejo nunca es fiel a lo que muestra y esa fortaleza se aplaude con lo articulado por Shyamalan.