Ana Frank nació en Alemania en junio de 1929 y murió en 1945 en el campo de concentración Bergen-Belsen, víctima de tifus.
Fragmentos
“El viernes desperté ya a las seis. Era comprensible, pues fue el día de mi cumpleaños. Pero no podía levantarme tan temprano y hube de apaciguar mi curiosidad hasta un cuarto para las siete. Entonces ya no soporté más y corrí hasta el comedor, donde nuestro pequeño gatito, Mohrchen, me saludó con efusivo cariño. Después de las siete fui al dormitorio de mis padres y, enseguida, con ellos al salón para encontrar y desenvolver mis regalos. A ti, mi diario, te vi en primer lugar, y sin duda fuiste mi mejor regalo.” Domingo 14 de junio de 1942
“Las medidas antijudías se sucedieron rápidamente y se nos privó de muchas libertades. Los judíos deben llevar una estrella de David; deben entregar sus bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche, tampoco en coches particulares; los judíos sólo pueden hacer la compra desde las tres hasta las cinco de la tarde; sólo pueden ir a una peluquería judía; no pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada (…).”
“Nadie escapa a esta suerte, a no ser que se esconda. […] No respetan a nadie: ancianos, niños, bebés, mujeres embarazadas, enfermos, todos sin excepción marchan camino de la muerte.”
“Lo que más anhelo yo es una casa propia, poder moverme libremente y que alguien me ayude en las tareas, o sea, ¡volver al colegio!” 23 de julio de 1943.
“[Sobre sus protectores] Suben todos los días y les hablan a los varones de negocios y política, a las mujeres sobre comida y las dificultades en tiempos de guerra y a los niños sobre libros y periódicos. Vienen con sus expresiones más alegres, traen flores y regalos para los cumpleaños y festividades y están siempre dispuestos a hacer todo lo que está a su alcance. Esto es algo que nunca deberíamos olvidar; mientras otros despliegan su heroísmo en la batalla o en contra de los alemanes, nuestros protectores demuestran el suyo todos los días a través de sus buenas almas y su afecto.”
“Me angustia más de lo que puedo expresar el que nunca podamos salir fuera, y tengo mucho miedo de que nos descubran y nos fusilen”.
“Éste es ‘el día’: ¡La invasión ha comenzado! […] ¡Conmoción en la Casa de atrás! ¿Habrá llegado por fin la liberación tan ansiada, la liberación de la que tanto se ha hablado, pero que es demasiado hermosa y fantástica como para hacerse realidad algún día? ¿Acaso este año de 1944 nos traerá la victoria? Ahora mismo no lo sabemos, pero la esperanza, que también es vida, nos devuelve el valor y la fuerza. […] Tal vez, dice Margot, en septiembre u octubre pueda volver al colegio.”
“Para alguien como yo es una sensación muy extraña escribir un diario. No sólo porque nunca he escrito, sino porque me da la impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna otra persona le interesarán las confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en realidad da igual, tengo ganas de escribir y mucho más de desahogarme.”
“Créeme, cuando llevas un año y medio encerrada, hay días en que ya no puedes más. Entonces ya no cuenta la injusticia ni la ingratitud; los sentimientos no se dejan ahuyentar. Montar una bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirse joven, saber que soy libre, eso es lo que anhelo, y, sin embargo, no puedo dejar que se me note.” 24 de diciembre 1943.
[Páginas finales del diario] “Ahí está lo difícil de estos tiempos: la terrible realidad ataca y aniquila totalmente los ideales, los sueños y las esperanzas en cuanto se presentan. Es un milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres.”
“Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión. Veo cómo todo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y, sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esta crueldad también acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial.”
“Mientras tanto tendré que mantener bien altos mis ideales, tal vez en los tiempos venideros aún se puedan llevar a la práctica…”