Además, todo mundo ama a Michael Bay por la mirada de mil kilómetros de sus personajes
Todo el mundo ama a Michael Bay… lo sabemos, es una verdad de peso. ¿Razones? Las hay muchas, aunque no dejarán contentos a todos. Empecemos por decir que es la salvación para un fin de semana donde no hay mucho que pensar, y donde puedes incluso bajar la vista y revisar las notificaciones de las redes sociales en plena sala de cine (cosa tan harta como común en estos días).
Mientras ello sucede, olvídate de una pérdida importante de cuotas filosóficas o encuadres para la posteridad. Si te distraes, puede que eches de menos algunos actos circenses, raudales de tiros y explosiones pirotécnicas a la mejor usanza china… Ah, no hay que olvidar que el travellin sobreabunda, por citar un ejemplo: la cámara girando 360⁰ alrededor del personaje en un momento aparentemente épico.
Además, todo mundo ama a Michael Bay por la mirada de mil kilómetros de sus personajes: hay algo allí que no sabemos, pero bien que lo sabe el actor; los ángulos contrapicados, esos que dan sensación de grandeza, es decir, de pies a cabeza vemos al héroe descender del vehículo: botas texanas, vaqueros apretados, paquete viril, y el viento en la camisa. Súmale a esto fuegos artificiales para divertir y confundir, en dosis similares, y cortas tomas por montones: en este tipo de espectacularidad no hay cabida para enfocar la cámara con el aliento sostenido.
¡Un momento! Algunos otros recursos gastados y desgastados se nos quedan en el tintero: espectaculares tomas aéreas, persecuciones en autos, aspavientos del tipo gordo, metidas de pata del tipo tonto, malos diálogos paranoides, pésimos chistes calzados a la fuerza, mujeres impecables, demasiado hermosas para ser reales, complejo mesiánico del héroe, el manoseado mito del elegido, etc.
Un pequeño gran caos para sacudir la modorra y hacernos olvidar que mañana es lunes. Lo del caos no es gratuito. O alguien que nos diga, con la mano en el corazón, acaso qué es un autobot y un decepticon tranzados a mano limpia y rodando como gatos por el suelo, ¿qué ocurre allí?, fuera de lo evidente: un montón de chatarra partiéndose el alma. Tremendo manual para cargarse o amplificar el más logrado proyecto de Hasbro. La taquilla es un mal juez.
Pero si la cosa no pinta bien, entonces por qué amarlo, la verdad sea dicha, este cowboy ha estado capitaneando películas tan tontas, entretenidas como insignes de la industria, que ya se nos quedaron en la memoria. Hablamos de Bad Boys (1995), La Roca (1996), Armageddon (1998), Pearl Harbor (2001) y los recientes blockbusters de Transformers (que de insignes nada tienen).
Y ya que traemos a cuento el producto más querido de la compañía Hasbro, en la mayoría de sus trabajos la obra triplica el valor de las entradas: Transformers: la era de la extinción, ya se ha colado en las efemérides de Hollywood como una de las más taquilleras de la historia del cine. Aunque la cosa se veía venir desde los pinitos del hombre: Bad Boys con un presupuesto francamente inferior al que se atreverían a endilgarle hoy en día, logro réditos formidablemente positivos. Eso es abrir la puerta de una patada.
Por eso todo hay que decirlo, el hombre es un Midas del medio: se da el lujo de enjugarse las lágrimas de cocodrilo con billetes de a 100. Así, odiado por puristas, o amado por la gran masa que busca un súper estreno de verano, sus películas pueden ser perfectamente apaleadas como amadas. Lo cierto es que al hombre no se le va a demudar el semblante. Cada quien que asuma su posición.
Todo esto constituye ese interesante fenómeno del Bayhem ―mejor delineado por el bloggero Gonzalo Gala―, sus películas han recaudado miles de millones de dólares, una de sus aventuras fílmicas igualaría el PIB de un pequeño país. Si fuera nuevo en el asunto, y si solo se hubiera estrenado con la saga Transformers, el palomitero Bay ya tendría vida para rato. Todo mundo ama a Michael Bay, y todo apunta a que lo seguirán amando. Entre otras cosas, la gente seguirá haciendo infinitas filas para acudir a sus estrenos, los productores y los estudios se pelearán por su magia. Va a ser que no.