Al poco tiempo los humanos demostramos cierta incapacidad de navegar en la inmensidad del todo que mueve la Internet.
A lo mejor conoces todas mis faltas,
Pero de mi locura nada conocerás…
Lord Byron
Soy hijo de un tiempo con monedas de cinco centavos. Olímpo Cárdenas cantaba en el Club San Fernando de Cali veinte canciones por cien pesos. Y desde esas ondas magnéticas de radio y radionovela he corrido días y días, horas y TV, hasta el computador. Salté y me pude meter en otro mundo nuevo, navego en ese invento de las interconexiones, la Internet y las redes que surgen sobre esas hipermediaciones.
Mi mundo real se ha mirado en el espejo de un mundo solo visible en las pantallas. Pasé de teclear en máquina Remington a manejar un tacto distinto con cambios que facilitan el contacto con los seres y las cosas en el mundo enrevesado. No existen los abrazos, que vaina, por ahí una chica se me mostró desnuda y eso no pudo alegrarme porque me curé cuando veía el cine rojo en un teatro destartalado de Pereira cuyos telones olían a esperma.
Todo cambia y las personas cambiamos poco desde cuando los humanos inventaron a los dioses para conectarse consigo mismos, con los demás en la esencia del ser y con la trascendencia incomprensible de las dimensiones desconocidas del universo.
Esa incapacidad humana de gestionar hacia lo desconocido o lo más poderoso, generó el culto a los dioses, a los reyes de la antigüedad, a los caciques y los patrones, a las instituciones intermediadoras entre los humanos que manejan esos mismos espectros con disfraz de carnaval o vestido de cachacos. Ellos manejan su discurso y narrativa entre los humanos y lo poco comprensible y manejable, las reglas y las creencias que nos rigen.
Comprensibles con la ceguera de la fe y los códigos con los que los políticos y juristas enredan la sociedad. Donde existen incapacidades surge un cacique populista o crece un monopolio, engorda y declina el poder de un presbítero.
Es claro que deben existir intermediarios, la Internet es una hipermediación. Su ventaja es que lo hace entre personas y objetos, lo sobrenatural y mítico no le alcanza a Facebook porque es un intermediario. En principio sus impulsores pensaron que Internet debería ser gratuito y debería llegar a todos como un servicio público, por ahí llegarían los periódicos y la información de todos los emisores, y los humanos la acogerían con un aprendizaje proactivo y democrático.
Al poco tiempo los humanos demostramos cierta incapacidad de navegar en la inmensidad del todo que mueve la Internet: surgió el Facebook, Twitter y los demás monopolios mediadores que se volvieron poderosos. Netflix y Amazon probaron la manera de poner a través de la Internet lo que a la gente le gusta y está dispuesta a pagar por ello, ahí está el negocio, no socios, la ilusión metida en la pantalla.
Ahora los intermediarios colocarán en la Internet lo que la gente estaría en posibilidades de pagar, pero la trampa surgía en el monopolio de los bancos y las cuentas mediante tarjetas de crédito mal cifradas, o cuando no se tiene cuenta bancaria y la cosa se vuelve engorrosa.
Pero existe el bitcoin, esa nueva clase de dinero que se le coló a los economistas casposos porque la inventó un tal Satoshi Nakamoto, de quien sé muy poco, el man amaneció un día sin money en el bolsillo y se inventó su propia moneda con un sistema “peer-to-peer. Peer-to-peer (P2P)”, un valor virtual que pasa de un A al B, este le agrega su firma virtual y sigue; y mejor, esa vaina significa que no existe una autoridad central que rastreé las transacciones monetarias realizadas y que cualquiera puede manejar sin conocer detalles técnicos.
Si entiendes tan poco como yo, en la Wiki te lo explican. Es una contabilidad pública compartida que intercambia monederos virtuales encriptados desde donde solo puede pagar su propio dueño porque su propia criptografía es de seguridad.
Así como antes se ha pagado por un periódico que tiene credibilidad y cuando no la ha ganado se distribuía gratis. Ahora los mediadores en la Internet tendrán clientela en la red y habrá quien pague. Pero en ese maremágnum de corrientes de hipermediaciones, las llamadas redes sociales comienzan a plagarse de agua sucia, malos mensajes, agresiones y emisores de recados de mala calidad. Esa mancha comienza a regarse y a contaminar. El mundo real es un encadenamiento de trampas y el mundo virtual, inventado por personajes de un mundo real no tan virtuoso.
En el mundo de las hipermediaciones, las verdades, esas percepciones de la realidad que se comparten y se creen, también se voltearon al revés, como cuando el espejo nos muestra una imagen que parece idéntica a la real, pero está al contrario, lo que es derecho allí es izquierdo y nos lo creemos. En esas redes sociales de la Internet, las mentiras circulan como verdades que, al pasar de una lengua de tecleo a otro personaje, este se comporta como un viejo parroquiano de misa y olla que se lo cree todo.
Los humanos somos de muchas inteligencias, capacidades e incapacidades, y los monopolios intermediarios también. Esos monstruos que migran hacia la inteligencia artificial nos llenarán la pantalla de propagandas, nos condicionarán con mensajes, señales y códigos imperceptibles, nos harán comprar aparatos, robots con inteligencias distintas. Las manejaran con la Internet de las cosas porque saben gestionar nuestras costumbres conductistas, el apego a las imágenes eróticas, los grupos de todas las calidades y las ofertas adictivas.
Uff, escribo toda esta pendejada y me pongo a pensar ¿Dónde estará mi propio quiebre? Algo debe cambiar en mi para poder acomodarme a todo eso. A lo mejor sin darme cuenta ya estoy como el bobo amigo mío, le preguntaron a los quince días de casado que si el matrimonio emboba y contestó: Ahhhhhh ba ba, ba, ba….