Hace casi dos meses que no le llega la regla. Se hizo una prueba rápida y lo confirmó. No se lo ha contado a nadie, salvo a Aura, la psicóloga del colegio.
¿Dónde estoy?
En el Presente, en el único instante de mi vida
Aprendiendo a enamorarme de mí misma
Lo cual implica aceptar el sufrimiento.
Respetarlo.
Y cruzarlo.
Sergi Torres1
Paula se demora cada vez más en el baño. Mercedes, su madre, la apura para que baje a desayunar. La chica de 16 años estudia su imagen reflejada en el espejo. Sospecha que algo ha cambiado para siempre. No es propia de ella esa expresión que ahora asoma y que se le antoja similar a la de una coneja asustadiza, un animal que no entiende el mundo, que está atrapado y no sabe qué le ha ocurrido. ¿Dónde se fue la Paula que todos conocen? La Paula segura de sí misma, la que tenía su vida planeada: terminar el colegio, viajar, emprender sus estudios de Comunicación Social en la universidad y luego hacer una maestría.
Ella es, de lejos, la mejor alumna de su clase. Se sabe de memoria, en inglés, los poemas de Yeats y Whitman. Se devora las novelas de Hemingway, los cuentos de Cortázar y canta a voz en cuello canciones que solo les gustan a los viejos. Paula siempre ha sido prudente, silenciosa, metódica. Antes de los exámenes, es ella quien les explica a sus compañeras lo que ha dicho el profesor o les aclara las dudas de los libros. Le llaman la Google de la clase.
Ahora Paula camina de un lado a otro en el baño, confusa, irritable. Solo alcanza a dar tres pasos y regresa otra vez al espejo. Por más que se observa y se pregunta a ella misma qué le pasó, no llega a contestar. Hace casi dos meses que no le llega la regla. Se hizo una prueba rápida y lo confirmó. No se lo ha contado a nadie, salvo a Aura, la psicóloga del colegio.
Paula no recuerda que su madre le haya advertido del riesgo que corría al tener relaciones sexuales sin protección. Claro, ella nunca le contó que desde hace seis meses ya no es virgen, y mucho menos le dijo que tuvo relaciones con un hombre casado y bastante mayor que ella. Eso decepcionaría mucho a Mercedes, y Paula, que hasta ahora ha sido la mejor estudiante y la mejor hija, no quiere que su madre la mire diferente. Pero si ella misma se siente totalmente distinta, ¿cómo no la van ver distinta los demás? ¿Cómo ocultar esto?
Paula es hija de madre soltera. La chica conoció a su padre, Octavio, recién hace un par de años. Un día, su mamá le dijo que su padre la había llamado y le había dicho que quería conocer a su hija, acercarse a ella. Mercedes no veía Octavio, el hombre del que se había enamorado locamente cuando tenía la edad de Paula, desde que quedó embarazada. Ahora, Mercedes tiene 33 años y ha madurado bastante. Ya no lo odia por haberla abandonado, más bien, sentía curiosidad por volver a verlo. Así que lo dejó ir a la casa.
Mientras los veía hablar, a Paula le pareció que sus padres eran unos completos desconocidos, no sabían nada el uno del otro, ni siquiera las cosas más generales, como el día del cumpleaños o la música que les gusta. Y realmente era así. Él era mucho mayor que su madre, y ya estaba casado y con familia cuando conoció a Mercedes. Unos meses más tarde, Mercedes quedó embarazada. Ahora Paula repite la historia de su madre.
Poco habían hablado madre e hija sobre este episodio. Ahora, Paula sentía mucha curiosidad sobre cómo había reaccionado su abuela cuando se enteró del embarazo de Mercedes. Pero no se atrevía a preguntar nada por miedo de levantar sospechas.
Desde entonces, el padre de Paula había visitado a la chica tres veces. En la última, le ofreció pagarle un viaje a donde ella quisiera cuando terminara el colegio. Eso la entusiasmó mucho. Sin embargo, ahora le parece una ilusión que jamás podrá concretarse. Siente que su vida entera se derrumba a sus pies.
Se seca las lágrimas y sale del baño. Baja las escaleras despacio, como si en cada pierna llevara una pesada ancla. Y sobre la espalda, parece que cargara un saco con grandes piedras que la obliga a encorvarse.
—Hija, baja ya, que no vas a alcanzar a desayunar —le dice Mercedes.
Las palabras de su madre la sacan de su sopor. De pronto, unas ganas de vomitar se apoderan de ella. Las arcadas llegan sin que pueda contenerlas. No termina de bajar las escaleras cuando una ráfaga de bilis y agua sale con fuerza despedida por su boca. Anoche no quiso cenar y no tiene nada en el estómago. Su madre corre a ayudarla.
Desesperada, Mercedes le pregunta: Paulita, ¿qué tienes?, ¿estás enferma? La chica no puede más.
—Mamá, estoy embarazada —dice, y se echa a llorar sobre el hombro de su madre.
1 Sergi Torres (España, 1970) es un psiquiatra especializado en biocodificación emocional que da conferencias por todo el mundo