Cada temporada mi vecino, el poeta Aranguren, se refugia los tres primeros meses del año en su choza de la Sierra Nevada de Santa Marta, donde planta por igual café, tubérculos y marihuana para su uso personal.
De regreso, lo sorprendió la cuarentena en las playas de Pescadito y desde allí nos envió la visión que, cual san Juan redivivo, tuvo de nuestro más reciente apocalipsis.
Dice que es el fruto de sus delirios insomnes.
Ah… informa, además, que volverá a estas tierras “ cuando san Juan agache el dedo”, cosa improbable, si tenemos en cuenta que ese santo tiene el dedo bastante rígido.
El Editor
Aquí va la postal
OURÓBOROS
Para los que escriben ficciones- yo soy apenas un poeta- podría ser la historia soñada: redonda, como imaginaban los antiguos la perfección.
El ouróboros. La serpiente que se muerde la cola.
Durante la cuarentena un hombre joven está instalado con comodidad en la sala de su casa, que puede estar ubicada en cualquier rincón del planeta.
Para las circunstancias, da igual.
Un cuarto en penumbras. Desde la ventana se ven las calles vacías donde reinan las ratas y los perros callejeros. Hasta los borrachos, las putas y los ladrones las abandonaron.
Una silla reclinable, una cerveza fría y un paquete enorme de papas fritas.
Pasa las veinticuatro horas del día contemplando, sin pestañear, el resplandor de la pantalla del televisor empotrado en la pared.
Las imágenes fluyen sin cesar- por algo se llaman “pantallas líquidas”-. A través de ellas puede seguir, como en un instante eterno, la transmisión en directo del apocalipsis, encarnado esta vez en una criatura invisible y letal surgida, nos dicen, en la cada vez más indescifrable China.
De repente se detiene, fascinado, en una escena: cuatro hombres encapsulados en trajes espaciales sacan de la morgue con rumbo al crematorio un cuerpo que- no sabe bien por qué- adivina joven y fuerte.
Mientras apura un largo trago de cerveza siente que una sensación de familiaridad, extrañeza y fatalidad se apodera de todo su ser.
Entonces lo ve con claridad: el cadáver que los hombres se disponen a convertir en cenizas es el suyo.
Santa Marta, Colombia, marzo 30 de 2020.