Julio Escamilla Morales
Docente investigador Cadis-Universidad del Atlántico
*Este texto fue leído en el II Coloquio Latinoamericano de Analistas del Discurso realizado en Buenos Aires y La Plata (Argentina) del 25 al 29 de agosto de 1997.
“Colombia es un país limitado por dos océanos y un proceso ocho mil”.COVO
Uno: Caracterización general de la caricatura política.
Desde los tiempos de los antiguos griegos y romanos, la caricatura ha sido considerada como un instrumentosatírico de sin igual eficacia. Sus primeras manifestaciones estuvieron basadas en la pintura y la escultura. Posteriormente, la aparición de la imprenta hizo posible que la palabra escrita asumiera en la caricatura un papel coprotagónico y que ésta se convirtiera no sólo en arma de combate y en importante medio de propaganda política, sino también en expresión espontánea del humor popular.
De acuerdo con lo planteado por Evora Tamayo (1988, p. 34) la caricatura política -llamada también caricatura editorial-«parte de un punto de vista interpretativo de los fenómenos que se producen en la realidad. Esto no es sólo obvio, sino que resulta el intríngulis de su razón de ser». En consecuencia, puede ser definida como un género discursivo de naturaleza artística y política que «descubre y analiza a través de una amplia gama de recursos expresivos los resortes internos que hay detrás de la noticia, así como los hilos ocultos de los acontecimientos» (Tamayo, p. 5). Dentro de estos recursos expresivos sobresalen por su innegable fuerza semiótica el dibujo y el lenguaje escrito, los cuales contribuyen a enfatizar, en mayor o menor grado, los rasgos físicos y las actitudes verbales de determinados personajes de la vida política de un país, con la inocultable intención de lograr efectos humorísticos en los destinatarios-lectores, como sucede en una caricatura en la que el ministro del interior, Horacio Serpa, sobre los hombros del presidente Samper exclama: Ahí está y ahí se queda….
Al decir de Álvaro Gómez Hurtado, uno de los políticos colombianos que más sufrió los mordaces efectos de la caricatura, ésta
tiene el poder mágico de producir, con un rasgo o con una leyenda, un efecto más convincente que el de cualquier silogismo y un resultado más devastador que el de cualquier diatriba escrita. La caricatura, cuando da en el blanco, no puede ser contrarrestada, no es susceptible de réplica ni de rectificaciones posteriores. Su efecto es milagroso, instantáneo, como el de un disparo (En Osuna, 1983, p. 9).
En realidad, la caricatura política es esencialmente una forma de «periodismo interpretativo» Fagoaga, 1982, p. 8) que un autor nos ofrece no como una codificación objetiva de los hechos, sino como una visión personal e ideológica de éstos, que en algunas ocasiones puede contrariar los «comentarios editoriales» de los diarios y revistas en los que ella aparece publicada. Huelga decir que la caricatura política se nutre necesariamente de los últimos acontecimientos. Ella aparece ante nosotros como un acto de comunicación que se basa en la actualidad noticiosa y que da cuenta de sucesos de naturaleza política, casi siempre de carácter local y nacional. Por eso, en la mayoría de los casos, los destinatarios de tales caricaturas sólo pueden ser aquellas personas que conocen las situaciones y personajes que en ellas son parodiados o criticados. Esto es igualmente válido, por supuesto, para los casos en que la caricatura política recrea situaciones y personajes de talla mundial.
En la 10ª Bienal internacional de Caricatura, por ejemplo, el jurado concedió el primer premio a la obra «Fidel castro» por «el sutil humor caricatural y por la originalidad del contenido al transmitir una realidad socio-política». Serán caricaturizables, por esta misma razón, todos aquellos mandatarios y demás líderes que tengan presencia o incidan en los sucesos que diariamente nos presentan los medios masivos de comunicación: el presidente de turno de los Estados Unidos de Norteamérica, los dirigentes de los países excomunistas, el papa, los jefes guerrilleros de determinados países, etc. En el caso Colombiano, el proceso 8000 ha sido caldo de cultivo para la elaboración de magistrales caricaturas que tienen como personajes centrales al presidente Samper y sus ministros, sus amigos y enemigos políticos, los narcotraficantes, etc. En una caricatura de Osuna, por ejemplo, se nos muestra al presidente, colombiana agobiado por el peso de un baúl repleto de dinero y joyas, y reconociendo la posibilidad de que a su campaña política hubiesen ingresado dineros oscuros (si se recibió dinero fue a mis espaldas).
El caricaturista Vladdo, por su parte, nos presenta una imagen de un sujeto desconocido (seguramente un narcotraficante) que ostenta una banda presidencial en la que aparece la imagen de Samper en medio de un texto que dice proceso 8000 1994-1998, que corresponde al período para el cual fue elegido aquel. El personaje de esta caricatura afirma aquí estoy y aquí me quedo, en una clara alusión a las palabras que pronunció Samper cuando los dirigentes político y económicos, por sus razones éticas, le exigieron renunciar a su cargo.
Sobre este mismo aspecto, Alfredo Iriarte (en:pepón,1992,p 9) considera que «el caricaturista político ha de tener perfectamente claro el carácter irreversible de su condición de fiscal y de censor de todas aquellas personas e instituciones que encarnan los factores de poder, o de lo contrario, deberá apresurarse a trocar lápices, plumillas, y pinceles por cualesquier otros instrumentos de trabajo (…) Su oficio es por naturaleza y esencia el de ridiculizar a los grandes caimacanes del gobierno, de la jerarquía eclesiástica»
Dos:El proceso 8.000 en síntesis
A la luz de las anteriores consideraciones, el presente trabajo no pretende ser más que un esbozo de las peculiaridades discursivas de algunas de las principales caricaturas que han aparecido en Colombia a raíz del denominado proceso 8000, nombre utilizado por los periodistas para referirse a los eventos y personajes relacionados con el «mayor escándalo» de los últimos tiempos en este país: la «narcofinanciación» de la campaña política que le dio el triunfo al actual presidente de Colombia, Ernesto Samper Pizano.
Según lo expresado por el caricaturista pepón en la introducción de su propio libro Memorias de un elefante (1996,p13), « el llamado proceso 8000 [reúne] todos los eventos, actos judiciales, procedimientos de trámite parlamentario y hasta uno que otro chisme malévolo echado a rodar por las partes involucradas o por la opinión pública polarizada». Pues bien, las caricaturas que aquí nos ocupan tratan de muchos de esos asuntos: las acusaciones y defensas en torno al presidente, la crisis de gobernabilidad, las presiones de los Estados Unidos, el enriquecimiento ilícito personal o a favor de terceros, la preclusión de la investigación al presidente, etc. Por razones obvias nos resultaría imposible hablar de todos ellos. Nos centraremos, entonces, en las relaciones enunciativas (puesta en escena discursiva), los diferentes niveles de enunciación (forma como aparecen presentados o reproducidos los discursos o palabras de los demás: repetición, interpretación o parodia) y los contratos y estrategias discursivas que sustentan las mencionadas caricaturas, lo mismo que en algunas de las más reiteradas metáforas o símbolos que sobre este proceso han sido producidos por varios de los más prestigiosos caricaturistas colombianos.
Tres: Puesta en escena discursiva.
Basándonos en la concepción semiolingüística de los actos de lenguaje planteada por Patrick Charaudeau (1983 y 1992), consideramos que la caricatura política no puede ser vista como un acto de comunicación resultante de la simple producción de un mensaje dirigido a un receptor, sino como el encuentro dialéctico (‘de un proceso de producción y otro de interpretación en el que participan simultáneamente seres reales y seres discursivos. Los seres reales son, obviamente, los sujetos que interactúan, es decir, los interlocutores: el caricaturista (sujeto comunicante) y los lectores (sujetos interpretantes). Los seres discursivos, por oposición a los anteriores, hacen parte de un mundo inventado o configurado de a cuerdo con las necesidades discursivas del caricaturista. Ellos son el enunciante y el destinatario, verdaderos protagonistas del acto enunciativo o puesta en escena del lenguaje que se produce en cada caricatura en particular.
En la caricatura política, a diferencia de lo que sucede en los otros géneros periodísticos, los interlocutores –el caricaturista y sus lectores- están obligados a asumir un comportamiento que dista mucho de ser pasivo. En su puesta en escena discursiva, en efecto, el caricaturista político como sujeto comunicante o productor de un discurso «hace visible aspectos de los acontecimientos que de otra manera quedarían apagados; revela la esencia de los hechos, adjetivando zonas de las informaciones que [su] agudeza de artista pone de manifiesto ante los ojos del lector, para que no pasen inadvertidos Y, [éste] pueda juzgarlas con la mayor objetividad » (Tamayo, p. 5). Toda caricatura política es, por consiguiente, una invitación a la reflexión y a la toma de posiciones, basada en un contrato de comunicación de carácter humorístico que el caricaturista le plantea a sus lectores y en la utilización de una serie de estrategias discursivas (ironía, exageración, provocación, rumor, etc.) tendientes a «producir ciertos efectos de convicción o seducción en el sujeto interpretante» (Escamilla, 1989, p., 9). Esas son las verdaderas razones e intenciones del proyecto discursivo del caricaturista. Razón tenía, pues, el ya mencionado Gómez Hurtado (Osuna, p. 8) cuando afirmaba que en la caricatura política
se trata de ponderar en exceso algo que se quiere mostrar como motivo de mofa, y que deliberadamente se coloca en dimensiones físicas o conceptuales agigantadas. Se busca con esa exageración despertar la curiosidad del lector sobre una circunstancia específica, que su ojo desprevenido no hubiera descubierto, con el propósito de conseguir un nuevo juicio sobre el hecho que voluntariamente se ha desfigurado.
Tal vez sea esa la razón por la cual los caricaturistas, salvo algunas excepciones como la de Osuna y Caballero, no firman sus obras con su propio nombre, sino con llamativos seudónimos que terminan reemplazándolo, tal como ha sucedido con Pepón, Vladdo, Mico, Matty y Alfin, entre otros. De todas maneras, el seudónimo tras el cual se esconde el caricaturista funciona como una verdadera marca de enunciación y, al igual que los nombres o los apellidos, es colocado en algún lugar ostensible de cada una de las caricaturas producidas por los diferentes autores, salvo el caso de aquellas secciones en las que aparecen varias caricaturas de un mismo autor y la repetición del nombre se hace innecesaria.
En lo que tiene que ver con los seres discursivos hay que decir que el sujeto enunciante (Yo enunciante) es, en realidad, la imagen del enunciador construida por el sujeto productor del discurso (locutor-comunicante) para expresar, de una u otra forma, su intencionalidad. Este Yo que enuncia posee, además, un estatus exclusivamente discursivo que le permite poner en escena, de manera implícita, a otros seres -reales o imaginarios- que pueden producir otros actos discursivos internos. Se trata, entonces, de un sujeto que presenta un acto discursivo producido por otra persona que puede o no existir en la propia realidad del caricaturista y los lectores. Es justamente eso lo que comprobamos en una caricatura de Matty en la que a un congresista colombiano se le ha puesto a decir las siguientes palabras que, a lo mejor, nadie ha proferido en realidad:
¿Compréndanlo! Si voté negativamente la «extradición) se debe a que si votaba afirmativamente, el primer extraditado sería «Samper.
Del destinatario se espera, en este caso, una actitud de connivencia político-humorística. propósito del sujeto destinatario de la caricatura, recalcamos que él es el interlocutor fabricado por el sujeto comunicante (caricaturista) como destinatario ideal y adecuado para su acto de enunciación. Y aunque nunca se le menciona explícitamente, está allí latente o sugerido y hace parte de la puesta en escena discursiva de que habla Charaudeau.
Cuatro: Niveles de enunciación.
La puesta en escena discursiva antes mencionada sirve para comprobar que lo dicho en una caricatura, política procede de la inocultable apropiación y manipulación que el caricaturista hace de las palabras de otras personas, poniéndolas nuevamente en boca de éstos o de otros, de acuerdo con sus propósitos discursivos. No debemos olvidar que en la caricatura, al igual que en otros géneros parecidos, «el discurso original puede ser transformado en su enunciado referencial, en su modo de enunciación, por una mutilación del contexto original, o por una reconstrucción desviada del contexto y de la situación de comunicación original». (Charaudeau, 1992, p. 623). Es eso lo que sucede en una caricatura en la que se observa a, Samper aferrándose a la corbata del anterior vicepresidente de la república, Humberto De la Calle, mientras le recuerda metafóricamente que la fórmula política que los llevó al poder es indisoluble, razón por la cual deberá durar hasta que la muerte (los) separe.
De ese modo se produce lo que Catherine Kerbratt- Oreccioni (1980, p. 162-167) llama superposición de diferentes niveles de enunciación, los cuales guardan estrecha relación con otros actos enunciativos y, por ende, con otros seres discursivos. Lo anterior podemos comprobarlo en una caricatura que recrea humorísticamente la descertificación de que fue objeto Colombia por parte de los Estados Unidos de Norteamérica: Frente a un Samper-Superman que pretende hacer ostentación de su poder, un Clinton «descertificador» le. expresa: ¡Si tu no ser hombre de acero, entonces no afectarte otra dosis de clintonita!
El paquidermo sonó mucho
En otra caricatura se nos muestra a la «justicia» concediéndole la «casa por cárcel» al tesorero de la campaña presidencial de Samper y diciendo textualmente: ¡Lo irónico es que son los mismos que hace dos meses pregonaban que «hay que dejar que la justicia juzgue)! Debajo se lee: Palo porque bogas…
En las caricaturas del «proceso 8.000», pues, la presentación o reproducción de los discursos de los demás aparece en unos casos como una simple repetición y, en otros, como una interpretación o parodia de la «realidad discursiva basada siempre en la posición política e ideológica del propio caricaturista. De igual modo, éste recurre a la alusión para evocar lo que algún personaje político ha dicho o para mostrarnos «la habitual forma de hablar» de ese personaje (Charaudeau, 992, p. 625). También lo hace para citar las máximas y proverbios que proceden del saber popular y las expresiones de esta misma naturaleza. En una graciosa caricatura, por ejemplo, la onomatopéyica exclamación ¡Catamplum! acompaña la caída al suelo de Samper y anticipa un Casi me voy de «mulas salido de los labios de éste El juego de palabras que aquí se produce sólo puede ser comprendido por aquellos que saben que Catam es el aeropuerto de la Fuerza Aérea Colombiana, y «mula», una expresión popular utilizada para referirse a «la persona que transporta ilegalmente drogas a través de los controles aduaneros. En este caso el caricaturista no reproduce lo dicho por el personaje que allí aparece. Se trata sólo de una invención discursiva que le permite poner en boca del presidente lo que él no ha dicho.
Cinco: Principales metáforas sobre el proceso 8.000.
“De todos los hechos retóricos, la metáfora es el que se presta mejor a un reconocimiento intuitivo, sin necesidad de nociones teóricas previas. Es bien sabido que cualquier hablante está dispúesto a aceptar como «posibles», a condición de entenderlos en sentido figurado, enunciados que consideraría inaceptables e incluso absurdos en situaciones lingüísticas ‘normales’.
En el caso colombiano, es un hecho evidente que, tal como lo ha expresado el ya citado caricaturista Pepón, el elefante se convirtió en el «símbolo indiscutible del escándalo de la narcofinanciación de la campaña Samper. Lo lanzó monseñor Pedro Rubiano Sáenz para denotar la magnitud del ilícito cometido y destacar lo increíble del argumento del presidente de que todo habría ocurrido a sus espaldas» (1996, p. 126).
Esta verdadera (metáfora de invención» (Fontanier, citado por Mortara Garavelli, p.185) aparece claramente esbozada en varias caricaturas del propio Pepón. En una de ellas el presidente de la Conferencia Episcopal le plantea metafóricamente a Samper Pizano la imposibilidad de que éste no se hubiera dado cuenta del ingreso de dineros mal habidos a la financiación de su campaña («Imposible no verlo»), obteniendo como respuesta del Presidente de Colombia una monosilábica pregunta (¿Qué?), la cual hace más patentes los deliberados propósitos humorísticos del caricaturista.
En otra caricatura sobre este mismo tema, el elefante de marras manifiesta que él sabe que Samper lo vio y que Botero («administrador y planificador de la campaña» y, posteriormente, ministro de defensa nacional) tuvo que ver a Samper.
En una tercera caricatura, vemos a Samper intentando convencer al Fiscal de la Nación de la necesidad de enterrar definitivamente al paquidermo (Tiene que hacer algo: No sólo está reviviendo sino que se está multiplicando!.)
Una última caricatura, esta vez de Mico, recrea maravillosamente un reciente viaje de Samper y su comitiva al Africa. En ella aparecen dos elefantes viendo pasar al presidente y su esposa. Uno de ellos se lamenta de la indiferencia con que éstos los han mirado. El enunciado emitido es de una fuerza irónica indiscutible: Ya no conocen…
Otra de las metáforas más repetidas en Colombia en los últimos años está referida a las espaldas del presidente Samper. De acuerdo con María Moliner, la expresión «a espaldas de…» significa «hablar o hacer una cosa en perjuicio de una persona» sin que ésta se encuentre presente. Como «metáfora de uso» ha sido utilizada reiterativamente por los caricaturistas para mostrarnos la negativa de Samper a aceptar la relación económica de su campaña política y el narcotráfico. En una de tales caricaturas, su esposa, al verlo disfrazado de ángel, le dice: ¡te ves divino. Pero recuerda que los ángeles no tienen espaldas!.
En una cuarta caricatura se le ve poniendo sus espaldas para que un reconocido narcotraficante le endose un cheque (¡Hay que ver lo que pueden hacer a las espaldas de uno!).
A sus espaldas también le fue suspendida, por supuesto, su visa de entrada a los Estados Unidos.
Los caricaturistas no se han olvidado del capitán que se ocupó de cuidarle las espaldas al presidente y actuó como uno de los hombres de su entera confianza antes y después del período electoral.
Este hombre que ahora enfrenta una investigación por enriquecimiento ilícito y encubrimiento, aparece en una de las caricaturas cumpliendo su papel al pie de la letra, ya que, según él, por fuerza del reglamento y del protocolo yo tenía que mantenerme a sus espaldas.
Una tercera metáfora muy recurrente en la caricatura sobre el proceso 8.000 tiene que ver con una supuesta intención de mantener ocultos algunos asuntos relacionados con dicho proceso. Para ello se ha recurrido al colombianismo sapo, que sirve para denominar a la «persona que acusa o delata» a aquel «que ha cometido un delito o alguna falta». Tápense bien, pero cuidado me dejan al descubierto… le dice Samper a sus ministros, después de que Botero habló.
En otra caricatura, éste expresa: Para una cultura de mafia lo grave no fue lo que dije, ¡sino haberlo dicho! Sapo, le responde un batracio que lo escucha.
Yendo aún más lejos, un caricaturista le endilga al presidente un apodo realmente gracioso: Pinocho…Mil, debido a que Samper insiste en repetir que todos mienten.
Para concluir, mostremos una última caricatura cuyo texto hemos utilizado como epígrafe de este artículo:
- CHARAUDEAU, Patrick (1992). Grammairedu sens et de l’expression. Paris: Hachette Education.
- CHARAUDEAU, Patrick (1983). Langage et discours. Eléments de sémiolinguistique. Paris: Hachette Université.
- ESCAMILLA, Julio (1989). De la mentira y otras discursivas. En: Revista Glotta Vol .4, No .1. Bogotá estrategias
- FAGOAGA, Concha (1982). Periodismo interpretativo.El análisis de la noticia. Barcelona: Mitre
- MALDONADO, Concepción (1991). Discurso directo y discurso indirecto. Madrid : Taurus Universitaria
- MOLINER, María (1996). Diccionario de uso del español. Madrid Gredos (CD ROM)
- MORTARA GARAVELLI, Bice (1991). Manual dé retórica. Madrid Cátedra
- NUEVO DICCIONARIO de americanismos. Tomo 1. Nuevo diccionario de colombianismos (1993) santafé de Bogotá: instituto Caro y Cuervo
- PEPÓN (1992) Ahí están pintados. Santafé de Bogotá Intermedio editores
- PEPON (1996). Memorias de un elefante. Santafé de Bogotá: Círculo de lectores.
- TAMAYO, Evora (1988). La caricatura editorial. La Habana: Pablo de la torriente
- 10ma BIENNALE DE LA CARICATURA. http://picar.net4u,it/biennale/sdc.htm