La hora de las tinieblas de Rafael Pombo

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José Rafael de Pombo y Rebolledo (Bogotá, República de la Nueva Granada, 7 de noviembre de 1833-Bogotá, Colombia, 5 de mayo de 19124​) fue un escritor, poeta, fabulista, traductor, intelectual y diplomático colombiano.


 

Como no recordar ese famoso estribillo de don Rafael Pombo:

“El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo, salió esta mañana, muy tieso y muy majo. Con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de boda”.

Por eso, este especial está dedicado al Día Internacional del Idioma. Bienvenidos.

 

Foto extraída de: Mi Señal.

 

La hora de las tinieblas

(Texto extraído de: Biblioteca Virtual Universal)

 

Cogitavi dies antiquos;

et annos aeternos in mente habui.

Et meditatus sum nocte cum corde meo,

et exercitabar, et scopebam spiritum meum.

¿Numquid in aeternum projuciet deus ;

aut non apponet ut complacitior sit adhuc?

( Pensé en los días antiguos, y tuve en mi espíritu

los años eternos.

De noche medité en mi corazón :

me ejercitaba y purificaba mi espíritu.

¿por ventura de- sechará

Dios para siempre o no volverá a ser benévolo?)

¿por qué, si puede Dios, no satisface a la hambre

cruel que nos devora ? CARVAJAL – SALMO

I

¡Oh, qué misterio espantoso

Es este de la existencia!

¡Revélame algo, conciencia!

¡Háblame, Dios poderoso!

Hay no sé qué pavoroso

En el ser de nuestro ser.

¿Por qué vine yo a nacer?

¿Quién a padecer me obligue?

¿Quién dió esa ley enemiga

De ser para padecer?

II

Si en la nada estaba yo

¿Por qué salí de la nada

A execrar la hora menguada

En que mi vida empezó?

Y una vez que se cumplió

Ese prodigio funesto,

¿Por qué el mismo que lo ha impuesto

De él no me viene a librar?

¿Y he de tener que cargar un bien contra el cual protesto?

III

¡AIma! si vienes del Cielo,

Si allá viviste otra vida

Si eres imagen cumplida

Del Soberano Modelo

¿Cómo has perdido en el suelo

La fe de tu original?

¿Cómo en tu lengua inmortal

No explicas al hombre rudo

Este fatídico nudo,

Entre un Dios y un animal?

IV

O si es que antes no exististe,

Y al abrir del mundo al sol

Tú, divino girasol

Gemela del polvo fuiste,

¿Qué crimen obrar pudiste?

¿De, contra quién, cómo y cuándo,

Que estuviese a Dios clamando

Que al hondo valle en que estás

Surgieses tú, nada más

Que para expiarlo llorando?

    V       

Pues cuanto ha sido y será

De Dios reside en la mente,

Tanto infortunio presente

¿No lo completaba ya ?

Y ¿Por qué, si en él esta

Del bien la fuente suprema,

Lanzó esa voz o anatema

que hizo súbito existir

Un mundo en que oye gemir

Y un hombre que de él blasfema?

VI

¿Cómo de un bien infinito

Surge un infinito mal,

De lo justo lo fatal,

De lo sabio lo fortuito ?

¿por qué está de Dios proscrito

El que antes no le ofendió,

Y por qué se le formó

Para enloquecerlo así

De un alma que dice sí

Y un cuerpo que dice no ?

VII

¿Por qué estoy en donde estoy

Con esta vida que tengo

Sin saber de dónde vengo,

sin saber a dónde voy ;

Miserable como soy,

Perdido en la soledad

Con traidora libertad

E inteligencia engañosa,

Ciego a merced de horrorosa

Desatada tempestad ?

VIII

Hoja arrancada al azar

De un libro desconocido

Ni fin ni empiezo he traído

Ni yo lo sé adivinar;

Hoy tal vez me oyen quejar

Remolineando al imperio

Del viento; en un cementerio

Mañana a podrirme iré,

Y entonces me llamaré

Lo mismo que hoy: ¡un misterio!

IX

De pronto así cual soñando

En alta mar sorda v fuerte

Entre la nada y la muerte

Me encuentro a oscuras bogando;

Sopla el tiempo, y ando, y ando,

Ignoro a dónde y por qué,

Y si interrogo a la fe

Y a la razón pido ayuda,

Una voz me dice «duda»

Y otra voz me dice «cree»

X

Con menos alma, quizás

Sólo la segunda oyera,

O con más alma, pudiera

No equivocarme jamás:

Entonces creyera más,

O al menos, dudara menos;

Pero, a malos como a buenos

Plugo al Señor conceder

Luz bastante para ver

Que estamos de sombras llenos.

XI

 

La debilidad por guía,

La tentación por camino,

¿Es de virtud el destino

Que su bondad nos confía?

¿Es fuerza que en lucha impía

Nos pruebe el Genio del mal

Para ir a un condicional

Anhelado Paraíso?

¿Para ser bueno es preciso

Poder ser un criminal?

XII

Mas… ¡soy libre! y ¿para qué?

Para enrostrarme a mí mismo

EI caer a un hondo abismo

Que otro ha cavado a mi pie,

Y renegar de la fe,

Luz de mi infancia serena,

Y fiar a un grano de arena

La eternidad de mi ser,

Debiendo yo responder

 De la creación ajena.

XIII

¡Somos libres! ¡libertad

Que no deja ni el consuelo

De enrostrar el mal al Cielo

O a nuestra fatalidad!

¡Libres… y la voluntad

Es plena para el deber!

Libres… y hay luz para ver

Lo que es crimen desear,

Y alma para delirar,

Y corazón para arder!

XIV

¡Libres, cuando delincuentes

Desde el vientre maternal

Ya éramos siervos del mal

Y del dolor penitentes;

Y con cadenas ardientes

Al crimen de otro amarrados

Ya estábamos sentenciados

A purgarlo aquí por él

Y a extender para Luzbel

La siembra de los pecados!

XV

¡Oh, Adán! ¿cuándo estuve en ti?

¿Quién te dió mi alma y mi pecho?

¿Quién te concedió el derecho

De que pecaras por mí?

Si en tu falta delinquí

Y en tu infición me condeno,

¿por qué un Dios tan justo y bueno

No me lavó en la virtud de otro Adán, y la salud

No me volvió en cuerpo ajeno?

XVI

Si en mis carnes heredé

La ponzoña de la suya,

¡Que en las carnes arda y fluya!

Pero en el alma ¿por qué?

Si mi alma su alma no fue,

Si es chispa de Dios directa,

¿Cómo de luz tan perfecta

Tan imperfecta salió?

Si Adán por Dios no pecó

¿Cómo su infección la infecta?

XVII

¡Absurdo! ¡no puede ser!

Y sin embargo es, y ha sido,

Y aquí lo siento, esculpido

En el fondo de mi ser,

Cual si otro Dios, Lucifer

Concurriese audaz con Dios

AI soplar dentro de nos

El vital celeste lampo

Y fuésemos luego el campo

Del batallar de los dos.

XVIII

¡Esperanza que me engañas,

Tentación que me provocas

Pasiones que con mil bocas

Me desgarráis las entrañas

Ciencia que mi vista empañas,

Orgullo que atas mi oído.

Razón que sólo has servido

Para perder la razón. . .!

…¡Ay! Contra tantos ¿qué son

Los que de polvo han nacido?

XIX

Dios que por prueba concitas

Enemigos qué vencer

Dáme armas, dáme poder

Para la lid que suscitas.

Pero si el poder me quitas,

Libre renuncio a existir,

Pues no debo consentir

Que me hayas venido a echar

Esclavo para lidiar

   Libre para sucumbir.

XX

Si dijiste: “A cada cual

El bien y el mal le propongo,

El escoja y yo dispongo”,

¿El hombre ha escogido el mal?

Escoge el reo el dogal

O unce el libre su cadena?

Si su ciencia, mala o buena,

Le basta para escoger,

¿El mismo ha venido a hacer

La elección que le condena?

XXI

Si libre siempre ha elegido

El hombre flaco y mortal,

¿A elegir siempre su mal

Qué negro azar lo ha impelido?

Y si, una vez que ha caído

Libre alguna vez se vió,

¿Cómo de nuevo tornó

De su pérdida al abismo,

Enemigo de sí mismo

Y del ser que lo creó?

XXII

Si tu infinita bondad

Presidió a cuanto hay creado,

¿Por qué le diste al pecado

Sombra de felicidad?

¿Por qué de la adversidad

Hiciste hermano al delito?

¡Ah! con verdad está escrito

Que cuando tu ángel bajó

Sólo un Lot, un justo, halló,

En la ciudad del maldito.

XXIII

Nula es mi sabiduría,

Pobre mi benevolencia

Pero si la Omnipotencia

Un instante fuese mía,

¡No! yo no concebiría

Culpas de la criatura!

Santa, universal ventura,

Fuera un himno sin cesar

¡De incienso para mi altar !

¡De amor para mi hermosura!

XXIV

No así en la obra de aquel

Que desóyenos su nombre,

Cual si el tormento del hombre

No lo atormentara a él;

Cual si pudiera cruel

Ser también consigo mismo,

O suscitar el abismo

Do impele a su creación

Por dar lugar al perdón

Con que adula su egoísmo.

XXV

¿Quién te hizo Dios? ¿Por qué, di

Cómo, dónde y cuándo vino

Privilegio tan leonino

A corresponderte a ti?

¿Por qué no me tocó a mí

Ese poder de poderes?

¡Ay! siendo lo que tú eres

No fuera el mundo cual es,

O aplastara con mis pies

Tan triste enjambre de seres.

XXVI

¡He aquí el mundo que a tu acento

Vió la hermosa luz del día!

Si fuese mi obra, sería

Mi eterno remordimiento:

Fue un edén tu pensamiento,

Un infierno resultó,

Y al hombre que te burló

Y audaz tu imagen degrada

No lo vuelves a la nada

XXVII

¡Qué importa, oh sol, tu esplendor

Jugando en mil gayas lumbres

Desde las nevadas cumbres

Hasta la nítida flor!

¡Que importan, noches de amor

Tus cariñosas estrellas. . . !

¡Ah! tantas cosas tan bellas

Que provocando a llorar

Parecen hoy extrañar

Delicias que vieron ellas!

XXVIII

Del templo monumental

Siguen contando el portento

El fúlgido pavimento

Y el dombo etéreo, inmortal;

Mas donde un velo nupcial

Cubrió angélicos sonrojos,

Hoy nos ofenden los ojos

Ahuyentándonos infectos,

Abominables insectos

Que procrean entre abrojos.

XIX

El palacio en que a reinar

El Creador nos convida,

Se tornó en prisión por vida

De aislamiento y de pesar.

De su excelso palomar

El alma inocente huyó: atraída cuando vió

tu hermosura de la pampa,

Cayó aquí, como en la trampa

Que para el buitre se armó.

XXX

Lástima, lástima horrenda

Ver en tal desarmonía

Claro sol y alma sombría

El viviente y su vivienda.

Sentir la eterna contienda

Y el caos siniestro interior,

Cuando todo en derredor,

Todo, excepto el hombre infando,

Va en paz y en orden cantando

La gloria de su Hacedor.

XXXI

¡Oh angustia! sentir por dentro

De este infernal laberinto

La espuela cruel de un instinto

De algo que busco y no encuentro,

Caverna odiosa, y al centro

Un ojo para mirarla,

Luz que en vez de iluminarla

Permite que se entrevean

Vampiros mil que aletean

Luchando por apagarla.

XXXII

¿En dónde estás ¡oh verdad!

Oh rabia del alma mía,

Concierto de la anarquía,

Ley de la contrariedad,

Amor del odio, equidad

De tantas iniquidades,

Beldad de monstruosidades,

Tu razón, ¡oh Creador!

Para ver crimen y error

Sin que al surgir lo anonades?

XXXIII

¿En dónde estás ¡oh hermosura!

Que de ti no más que el nombre

Diste a otro ser como el hombre,

De arcilla y de desventura;

Esa ingeniosa impostura

Que al tacto se disipó

y sólo acibar dejó,

Y el vivo rastro infelice

De otro eslabón que eternice

El llanto que le costó?

XXXIV

Pobre mujer,sea cual sea

Tu elevación o tu afrenta,

¡quien habrá que hombre se sienta

Y sin caridad te vea!

La más feliz se crea

Es mártir aún de sus dichas,

Y a las demás, entredichas

como sombras del festín,

No tocó ni el bien ruín

De desahogar sus dichas.

XXXV

Gente… y más gente… y más gente

Pasa delante de mí,

¡Oh! qué triste es ver así

La humanidad en torrente!

ignoro cual es su fuente

Y en qué mar se perderá;

Mas de cierto juro ya

Que en el ser de cada uno

El aguijón importuno

De la desventura va.

XXXVI

¡Dardo que nunca se embota,

Elemento creador!

Inmenso pan de dolor,

Que la humanidad no agota,

Gaje fatal con que dota

La existencia a cada cual,

Genio insaciable del mal,

Demonio ¡sombra del hombre!

¡Dí quién eres, dí tu nombre

Para maldecirte tal!

XXXVII

¿Eres la serpiente horrenda

Que en su torva fantasía

Vió el escadinavo un día

Ciñendo el mundo tremenda?

Como con perpetuo delenda

Oigo su ronco silbar.

Y estrechando sin cesar

Sus férreos anillos duros,

¡Hace en sus ejes seguros

Gemir el orbe y temblar!

XXXVIII

¿No te basta el mundo?

¡Dí! ¿Son pocos tantos millones

De infelices corazones

Engendrados para ti?

Supremo déspota aquí,

¿Pasa de aquí tu poder?

Y aún no harto con hacer

De la existencia un infierno,

¿Siempre que el hombre sea eterno,

Como él. eterno has de ser?

XXXIX

Un tiempo la idolatría

Preces y altares te alzó

Y al Dios del bien lo negó

Y en ti a Dios reconocía

Te palpaba, te tenía,

Mal, soberano iracundo

Cual si con desdén profundo

Dios de su obra avergonzado

Hubiera en tu pro abdicado

El triste imperio del mundo.

XL

¡Ah! ¿qué no tiene el Señor?

Nunca agotarán sus manos

Sus océanos de océanos

De felicidad y amor;

¡Venid! dijo el Creador,

«Que a mi banquete os convida

Mi largueza» Estremecida

Natura hirviente fundió,

Y el hombre nació… ¡y nació

Llorando el don de la vida!

XLI

Angeles creó para sí,

En el cielo y para el cielo,

Ellos no bajan al suelo

A perder el cielo aquí;

No tan dichoso, ¡ay de mí!

Ha sido el hombre creado:

Nace para ser tentado,

Vive en pugna y en error,

E hijo de un mismo Señor

El no es el predestinado.

XLII

Entre dolores naciendo,

Miseria y dolor mamando

Pecado y llanto mirando

Sin saber lo que está viendo:

En su fuente van vertiendo

Desde antes de la razón,

La vida la tentación,

La tentación el delito

Y con éste, Dios lo ha escrito

¡Quizá la condenación!

XLIII

Fuente que de la montaña

Salió ernponzoñada ya,

En sus claras linfas va

Ponzoña por la campaña;

Envenena cuanto baña,

Corrómpese ella también,

¿Y quién la depura? ¿quién

La vuelve a su manantial?

¿Quién esa fuente del mal

Tornará fuente del bien?

XLIV

Y ¡ah! con balanza traidora

Dotóse a la criatura,

El mal lo palpa y lo apura,

El bien lo sueña. . . o lo llora:

Cuando uno es feliz lo ignora,

Cuando infeliz, bien lo prueba,

Parece que Dios nos lleva

Libro de cuentas extraño

Dándonos íntegro el daño,

Para que el bien se nos deba.

XLV

El mal es piedra que cae,

Niágara que se desprende;

El hombre no lo suspende.

Su propio ser se lo trae;

Parece que nos atrae,

Que él es nuestro fin preciso,

Y que de haber paraíso

Sobre este infierno, hacia él

Vamos contra una cruel

Ley que condenarnos quiso.

XLVI

La tempestad nos presenta

Sus iris por agasajo,

Un rayo de luz los trajo,

Otro rayo los ahuyenta;

Así en la eterna tormenta

De este infeliz corazón,

Si luce gaya ilusión

En el cielo del destino,

A una pulsación nos vino,

Y huye en otra pulsación.

                                                         

XLVII

Siempre el mal va acompañado

De algo indeleble y eterno,

Y él tiene mas del infierno

Que del cielo al bien se ha dado:

El bien como que es prestado;

Mas ¡ay! bien propio es el mal.

Y aún las veces que el mortal

Fantástico lo delira,

Tiene su triste mentira

Más verdad que el bien real.

XLVIII

El recuerdo del placer

Es el dolor de su ausencia

Y nos duele en su presencia ,

El tenerlo que perder.

Un bien que no ha de volver

Es un torrnento mayor,

Y a fin de que su rigor

No diese treguas al pecho,

Dios en el recuerdo ha hecho

La eternidad del dolor.

XLIX

Un bien nunca satisface

Mientras que el mal es sobrado

Y el mal hace desgraciado,

Pero un bien feliz no hace;

Y tan predispuesto nace

El hombre para el pesar,

Que imbécil para gozar

Y hábil para padecer,

Llora su propio placer

Cuando no halla qué llorar.

L

Duda y exasperación

Dejan los padecimientos,

Y tedio y remordimientos

Deja el goce al corazón.

Lágrimas a un tiempo son

De angustia y risa despojos,

Y cuando libres de enojos

Más inocentes reímos,

Bien nos dice que mentimos

El llanto que hay en

Los ojos.

LI

Yo, mísero, ya nací

Crisálida de la nada,

Y no ha de ser revocada

La sentencia que cumplí.

Dispones, ¡oh mal! de mí

Y a evitarte nada alcanza

Armada de ti se avanza

La eternidad luego en pos

Y hay que dar eterno adiós

Al sueño de la esperanza.

LII

La vida es sueño- ¡Callad,

Oh Calderón! estáis loco:

Hace veinte años que toco

Su abrumante realidad;

Yo te palpo ¡Iniquidad!

¡Desgracia! no eres fingida.

Que si al placer dí acogida,

 Un instante aquello fue;

Un instante en que olvidé

La realidad de la vida.

LIII

¿La vida un sueño? ¡Qué sueño

Tan raro en su obstinación!

¡Siempre el mismo! ¡Siempre Ixión

Volteando en su hórrido leño

Siempre en su bárbaro empeño

El demonio que llevamos!

¡Ah! con razón despertamos

Con lívida faz que aterra,

Yertos, mordiendo la tierra

Que en frío sudor empapamos.

LIV

No es un sueño, es un delirio

Es pesadilla infernal

De un despierto, un criminal

Que envejece en el martirio.

En vano irónico cirio

Nos alumbra la razón:

Entrevemos salvación ,

De dicha y paz hay asomo

Mas ¡ah! Los pies son de plomo

Y es Tántalo el corazón.

LV

Duelo y crimen sólo veo,

                                             Duelo y crimen sólo aspiro,

Al mal un verdugo miro

Y al mundo un inmenso reo,

Despechado clamoreo

Oigo alzarse eternamente,

Y con hastío vehemente

Pasma la imaginación

Que esta sea la creación

De un Dios amante y clemente

LVI

¿Quién sino el genio del mal

Improvocado y sañudo

Revestirme el alma pudo

De carne flaca y mortal?

¿Quién sino él a este raudal

De corrupción me trajera

A tornar en monstruo, en fiera,

Un ente ávido del bien

Digno sólo de un edén

Donde feliz ser debiera ?

LVII

¿ Por qué, invisible sayón

Que llamo y no me respondes,

Lanzas el dardo y te escondes

A mi desesperación?

Estoy a tu discreción,

Invulnerable enemigo;

Sáciate, apúra el castigo,

Triunfa y goza en mi dolor

Mientras yo, vil gladiador,

Te saludo y te bendigo.

LVIII

«Ama, cree, sufre y espera»,

Me dirá, «que aunque te espante

La vida, es sólo un instante

De probación pasajera»

¡Señor! por corta que fuera

Fue sobrada para mí

Si el instante que viví

Bastó para condenarme,

Bastó para exasperarme,

¡Hasta blasfemar de ti!

                                       LIX        

¡Cómo es posible, Dios mío,

Que haya tantos, tantos tristes

Cuando tú, oh Señor, existes

Con tu inmenso poderío,

Y cuando de tu albedrío

Solamente a la intención

En lluvia de bendición

Sonreída a nuestro ruego

Volviera la vista al ciego

Y al demente la razón!

LX

Esta abdicación que has hecho

De tu excelsa voluntad

En mal de la humanidad,

Aunque intentada en provecho,

He aquí el correntoso estrecho

Y el escollo en que caí,

Y yo no puedo ¡ay de mí!

Juzgar de tu providencia

Sino con esta conciencia

Con que a juzgarme aprendí.

LXI

¡Sabios funestos, callaos!

El caos físico ha cesado,

Pero el que lo hizo ha dejado

Al espíritu en un caos.

¡Pobres hombres! revolcaos

Mintiendo felicidad;

Yo entre tanta oscuridad

Rebelde contra mi suerte,

Ansío deberle a la muerte,

O la nada o la verdad.

Fin

Contamos historias desde otras formas de mirarnos.

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