Las impresiones que nos produce Jorge Henao son curiosas: moldea las piezas con una facilidad que parece que escondiera la música con música.
Sala de conciertos Siente la Música
Una música constante acompaña los días del maestro Jorge Henao, organista en todos sus aires. Él encontró en una disputa de teclas negras y blancas, una forma de revelar el mundo que se abría a sus ojos, y así recrea al momento de interpretar una pluralidad de sentidos, una naturaleza que habla el lenguaje de los pájaros. Con cada dedo palpa la música como una silueta que se desintegra dejando apenas una humedad, una proximidad al silencio.
La música, en efecto, es cifra de su condición humana. En cada compás funda una atmósfera de sonidos que permanece y se expande en nosotros como un paisaje imborrable. El maestro entrega con una técnica precisa, quieta, una infinidad de contrastes que embelesan como los pasajes pianísticos de Béla Bartók, es decir, un encuentro entre lo natural y lo tradicional, bajo una armonía que conmueve.
Proveniente de Concordia, Antioquia, a los siete años, su padre Buenaventura Henao, organista cantor, lo introduce al estudio de la música. Inició la enseñanza en el piano: el conocimiento del teclado, el pentagrama y todo el lenguaje musical. Dividía, por esos días, las horas de escuela con las horas de enseñanza de la música. Aprendió de su padre que el arte no es para competir ni para hacer comparaciones.
Dueño de una técnica versátil en los dedos, de un oído absoluto, le manifestó que quería aprender a interpretar el órgano. De forma natural, con el acompañamiento del maestro Buenaventura, comenzó a interpretar el órgano: primero jugaba con la tonalidad del vals y luego fue introduciendo el pasillo hasta contener el silencio y la música tradicional Colombiana.
A los 14 años mientras escuchaba en los pueblos la emisora Radio Santa Fé y sus antologías musicales, tomaba apuntes con una curiosidad y un asombro persistente. Escribía el nombre de los interpretes y canciones colombianas, para luego interpretarlas a oído en su casa. Allí escuchó, en las tardes, al maestro del órgano Jaime Llanos González con un repertorio puramente nacional. Nació, entonces, un arraigo por la música colombiana que sigue intacto.
Seguramente que, a causa de ello, adquirió una sonoridad expresiva que llena de emociones y comunica cuando interpreta el órgano. La impresiones que nos produce Jorge Henao son curiosas: moldea las piezas con una facilidad que parece que escondiera la música con música. Trata la música como palabras que permanecen después del sueño.