Así en el debate presidencial en Pereira, e igual que la famosa frase de Marshall McLuhan, la gente estaba esperando una frase sorprendente, para convertirla en meme, o en las palabras polémicas de la semana.
Marshall McLuhan se vuelve a poner de moda en este tiempo de debates políticos en Colombia y ya se explicará el por qué. El evento de los candidatos presidenciales en Pereira, donde estos hablaron sobre sus propuestas para la región, se efectuó, literalmente, a puerta cerrada en el hotel Movich. Hasta un punto es entendible por ser este un evento de corte académico, sin embargo, sea de la categoría que sea, la academia nunca ha sido mayoría, y no es posible influir directamente sobre los educandos, so pena que sea proselitismo o politización de estos claustros universitarios.
Ya estaba el antecedente de los abucheos juveniles en Manizales que impidieron un debate público, por lo cual, en Pereira, se decidió hacer una convocatoria, sin público, solo con invitados, y retransmitida por los medios de comunicación televisiva y digital. Ahí es donde McLuhan aparece. Ya que ¿quién no ha contemplado el papel de los políticos que no limitan sus promesas ante un auditorio con tal de influirlo? público que tampoco pone limite a la verosimilitud del discurso. ¿y los medios? no son ya una especie de traducción del mensaje como se vio con el mismo debate transmitido por el canal RCN. Diferentes formas de presentar a los candidatos, que generan, por así decirlo, una distancia entre el líder enfático y el escéptico telespectador, porque como sucedió en el Movich de Pereira, una comunicación unidireccional no permite el derecho a la replica, dejando así a la interpretación del medio, el mensaje.
Mensaje que ya no es el orador mostrando con sus ademanes, sus gestos, la mirada directa, su personalidad e influencia para convencer a su auditorio, sino el medio, que dirigiéndose hacia los ciudadanos, busca entretenerlos dejando el mensaje político a su libre interpretación. Ciudadanos que desde el televisor, o los dispositivos digitales, recibieron de cada postulante a la presidencia un “Potlatch” (generosidad como muestra de poder) de palabras, slogans patrióticos, intentando alterar la opinión del votante a su favor.
Porque hay que ser realistas, desde esa última declaración del candidato Iván Duque a la respuesta sobre cómo piensa resolver el problema del embarazo adolescente, la gente se arrobó con la respuesta de aquel de generar más empleo como un método de responsabilidad y prevención sexual, además para que el ocio no les afecte.
Así en el debate presidencial en Pereira, e igual que la famosa frase de Marshall McLuhan, la gente estaba esperando una frase sorprendente, para convertirla en meme, o en las palabras polémicas de la semana. Porque, aunque el debate (que en opinión de varias personas en la red y fuera de ella, fue más un partido amistoso que uno contencioso), versó sobre la temática de la corrupción, educación e inversión, los candidatos, (solo tres, Humberto de la Calle, Vargas Lleras y Sergio Fajardo), unos a otros se apoyaban en sus discursos. Lo que lleva a pensar si es que acaso los invitados, con cédula en mano, al ingresar, necesitaban tanto oír esa perorata política, como los ciudadanos, afuera, necesitaban ejercer su derecho a disentir, o manifestar el malestar y el descontento por “la cosa política”.
Por supuesto, ambos son ejercicios democráticos, pero la reunión a puerta cerrada, con más bombillos que personas, deja muchas dudas. Y con esto no se quiere decir que la crème de la crème no tenga derecho a recibir de primera mano la información de unos candidatos que prometen a crédito a los ciudadanos, sino que el libre ejercicio democrático se da en la palestra pública, de cara a cara al pueblo, a sus esperanzas y a sus miedos.
En fin, no hay duda que el medio es el mensaje. Que las redes sociales, entre ellas este medio y otros, reprodujeron el mensaje, que luego los ciudadanos digitales, pudieron interpretar según sus expectativas. Cosa que sorprendió porque Humberto de la Calle en su discurso, se ve que apunta a los más jóvenes del país, igual que el objetivo de Vargas Lleras, conocedor del panorama nacional, es la inversión, y Sergio Fajardo, que apuesta a una nueva forma de hacer política con transparencia y veeduría ciudadana a gran escala.
Entre dos secciones a puerta cerrada, una abierta para tomar café y/o aromática de frutos secos, y muchas caras conocidas, la ciudad, (si es que casi 400 personas pueden ser una) escuchó unos candidatos que como si obedecieran a esa doctrina religiosa (y la política lo es como función social) de la discreta caritas, profesan amor a la política y a los pereiranos. Amanecerá y veremos. Entonces más que votar hay que confiar en alguien, porque algunas veces su discurso parece representarnos, pero ellos mismos son la representación de la representación de otros poderes.