Montañero es una expresión que se usa para definir a quienes practican el alpinismo; en términos coloquiales y en Colombia la usamos para identificar a las personas que somos de las regiones montañosas del país, como el eje cafetero; y también la usamos entre familiares y amigos para dejar ver que alguien es tímido.
Pues bien, estos significados y otros asociados a la palabra son comunes en Pereira, tierra de montañeros, un lugar donde es de ley tener un tío o un papá que fue ciclista en sus tiempos mozos y hoy se hace sus rutas semanales al menos de 30 kilómetros. Panzones, pero con esas piernas de buey que hacen mover la bicicleta a todo lo que les da su energía corporal y esa memoria muscular que no los abandona. Hay que irse a montar con el tío de 60 años y ver cómo se queda uno rezagado 7 kilómetros después o en la primera pendiente que se atraviesa en el camino.
Ahora en pandemia, sobre todo después del cuarto mes de encierro, el uso de la bicicleta ha tenido un aparente aumento en la ciudad. Tanto, que hasta los borrachos pedalean.
Una ruta muy famosa y la que inicia a los nuevos ciclistas, según los conocedores, es la de Pereira – La Florida, un corregimiento de la ciudad ubicado a orillas del río Otún a unos 10 kilómetros de distancia y con un buen clima para pedalear porque es una zona más bien fría.
La carretera tiene dos carriles, uno por cada sentido de circulación, que en realidad es carril y medio si se tiene en cuenta que cuando se encuentran dos carros del tamaño de un bus, cada uno en una dirección diferente, les toca maniobrar para no dañar la latonería.
Esta misma ruta tiene unas pendientes, algunas de nivel hard para un principiante: ya me ha tocado ver a más de uno pálido descansando entre los matorrales (porque no hay acera para caminar), con su bicicleta casi encima de él para que no lo embistan los otros ciclistas.
En verdad, agarrar camino en “baika”* a la Florida, un domingo a eso de las 9 de la mañana, es para adentrarse en la técnica de la etnografía o de la descripción detallada para ejercicios de periodismo, que tanta falta nos hace en las escuelas de comunicación.
Mientras uno sube, hay dos extremos de atuendos que se reconocen. Están los que parece que rescataron la bicicleta después de años sin uso, salen en bermudas o ciclistas que podemos encontrar comúnmente en cualquier tienda de ropa, pero lo que más los caracteriza es que suben agachados como si cargaran un caparazón muy pesado y la sangre les va hacer estallar la cara de lo colorados que se ven.
En el otro extremo, se encuentran los que se ponen el atuendo de ciclista y tienen bicicletas de marcas reconocidas según me indican los conocedores. Estos van en grupo luciendo sus uniformes de pies a cabeza: casco, lentes, camiseta, guantes, pantalones con badana (para proteger la zona de los isquiones y los genitales), calcetines, zapatillas, impermeables y todo un arsenal de aditamentos de diferentes colores combinables, los que los engalana de tal manera, que parece un desfile al mejor traje; además su posición corporal va al ritmo de la pedaleada, se inclinan sin encorvar de manera exagerada la espalda y hay un vaivén de izquierda a derecha con los brazos mientras están subiendo. Inclusive pedalean parados en algunos tramos del trayecto.
Estas imágenes son antes de las aglomeraciones en tiempos de pandemia
Al final, todos se encuentran en el casco urbano del corregimiento. Son mares de gente que se toman fotos con y sin tapabocas, comen torta de trucha (un tipo de tortilla frita a base de harina y pescado) que acompañan con arepa, toman jugo de naranja o sus electrolitos para deportistas y consumen otras cosas más que le ofrece la gastronomía local e importada, de los negocios que se benefician de este tipo de turismo.
Es tanta la aglomeración, que últimamente es usual encontrar en La Florida, que los 2 metros de distancia es difícil llevarlos a la práctica, por lo que las autoridades han optado por andar con un megáfono advirtiendo del uso del tapabocas, o con el voz a voz amenazando con multas si no se usa.
Pero esas son otras montañeradas, y ahora el significado que le estoy dando a la palabra es de ridiculez, porque no se me ocurre otra denominación para describir lo que se ve en tiempos de pandemia en esta zona. Ningún protocolo se cumple y no estoy responsabilizando a la gente que sube, porque como lo dijo alguna vez Juan Antonio Escobar cuando escribió en este medio un artículo sobre lo que pasó con el primer día sin IVA: “no puede esperarse que el colombiano promedio tome decisiones basado en la evidencia y el sentido común, máxime cuando a veces parece que ni desde presidencia lo hacen”. Y menos ahora que están habilitando todo el comercio y quitaron el pico y cédula como se manejaba al inicio. Otro tema, para otra entrada.
En lo que concierne a estos apuntes sobre la baika en Pereira, concluyo diciendo que es positivo que la gente se anime a hacer cardio, salir en familia y compartir con amigos, además se está beneficiando una parte de la población de La Florida con la reactivación de las ventas. Aunque otra parte de la población del corregimiento está cansada de ver su lugar de habitación con tanta gente que se olvida de que están en un lugar residencial.
*uso la expresión baika porque la he escuchado entre algunos ciclistas en mis recorridos; generalmente esta palabra es usada en lugares como Baja California en México y les dicen pochismos, porque son palabras de origen gringo que han sido adoptadas en estas zonas fronterizas al español mexicano.