El pasado lunes, en horas de la madrugada, fue hallado el cuerpo sin vida de Harold López (o Rodrigo Argullol) en la esquina de la calle 29 con carrera 5ª, a una cuadra de la residencia del distinguido profesor Jaime Ochoa, amanuense de un tesoro: la memoria escrita de la ciudad. El Diario registró datos del occiso con tres rasgos básicos, señalados por una mujer ebria, cercana a la víctima, que rindió indagatoria en el Cai del cuadrante: “Reseñista, divulgador y crítico literario”.
El periódico Q’hubo agregó un escenario al hecho trágico: “El cuerpo, húmedo y blandengue a causa del rocío del amanecer, fue hallado en posición supina. Un cuerpo yerto, golpeado brutalmente en el hueso frontal, al parecer, con un libro voluminoso, de pasta dura. El objeto determinador, acaso dejado al descuido por uno o más homicidas, fue puesto bajo custodia por la policía, al igual que las dos cédulas que el individuo portaba en su mochila embera-katío”.
La noticia fue recibida con estupor por una elite pensante de la sociedad pereirana, en especial la que medra en el Centro Cultural del Lucy Tejada y la que habitualmente consulta libros locales en la biblioteca del Banco de la República, cuarto piso. Con estupor y temor, valga decir, luego de que el fiscal asignado para esclarecer este particular crimen –entre su amplio currículo se lee que es licenciado en Español y Literatura– afirmara el miércoles en Ecos 1360 que ya tenían indicios. Y fue enfático en decir: “Se trata de un crimen intelectual, erudito. Una variante gris, si se quiere, de El nombre de la rosa. El pesado libro con que cegaron la vida del señor crítico, corresponde a las obras completas de un autor de la región”.
¿Crimen intelectual?, interrogó Andrés Botero. El fiscal agregó: “En efecto, tenemos firmes sospechas de que se trata de un ajuste de cuentas entre escritores, dramaturgos, editores, gestores, cuenteros y poetas. Lo que Freud, bajo los efectos de opio, denominó el malestar en la cultura”.
La raíz de esta situación, según compartió el periodista Botero vía whatssap, debería buscarse en un puntilloso debate agenciado en medios virtuales, a propósito de la vieja querella planteada en su momento por el versificador Luis Carlos González en una carta dirigida al historiador Jaime Jaramillo Uribe: la existencia o no de la literatura pereirana. Y lo peor, lo más metafísico y actual: la existencia o no de la crítica literaria en esta ciudad insegura, sin puertas, “astilla sucia de infierno, tiene escuelas de mala fe, de mafiosos y rateros, que está corrompiendo sal y degollando recuerdos”, declamó por Meet, compungida, una tía del difunto crítico literario, bailarina, radicada en Santiago de Chile. Y añadió: “¿Qué se puede esperar de una ciudad que así se describe?”
Fuera de micrófonos, el joven fiscal –según Botero– se explayó en detalles en relación con las declaraciones in extenso,de la mujer que dio aviso a las autoridades, luego de haberse percatado de la existencia del cuerpo de su amigo, cuando esta se dirigía a su lugar de residencia en el sector de San Camilo. La mujer declaró, en medio de su efusividad baudeleriana y en tono rosacrucista, que el occiso, con quien horas antes discutió sobre la vigencia de la narrativa de Silvio Girón, había ingerido licor en colectivo –a puerta cerrada por asuntos de la pandemia– en un antro próximo al lugar del crimen, de nombre San Gregorio. Allí Rodrigo Argullol (o Harold López), había sostenido una severa reyerta con dos sujetos alternativos, proclives a la poesía performativa y alérgicos a la marihuana medicinal, que lo habían arrinconado y escupido, golpeado y vituperado (una suerte de pogo lírico), mientras ambos le cuestionaban el hecho de que él, en tanto crítico, en tanto autoridad medieval (magister dixit), había escrito en Las Artes que, en general, los escritores pereiranos eran unos cagatintas.
Este reportero tuvo acceso al expediente de la fiscalía y constató que los poetas agresivos perfomativos si bien continúan vinculados a los hechos que apagaron la vida del crítico literario, allegaron pruebas del Hospital San Jorge, donde habrían permanecido en observación desde las cero horas de la madrugada del lunes, luego de que los médicos concluyeran que los dos sujetos presentaban síntomas de intoxicación por ingesta de aguardiente adulterado. Así que el o los criminales andan sueltos.
Este reportero, inquieto por esclarecer uno de los pocos crímenes intelectuales que registra la ciudad comercial de los Merheg, recogió la opinión de voces autorizadas adscritas a la Red de Escritores:
Albeto Verón: “Bajo cierta premisa benjaminiana se cumple una profesía del Ángel de la historia: la tensión entre crítico y escritor, posterremoto del 99, deviene aura de una violencia simbólica”.
Luis Jairo Henao, amigo de la víctima: “Ojalá que el asesino, hijo del mal, se ahorque en mi trenza y al interior del bibliobus”.
Franklyn Molano: “Al crítico en mención nunca lo vi caminando por la ciudad, ala. Me interesa entrevistar a la chica ebria”.
Jaime Ochoa: “Yo no escuché nada. Mientras daban muerte al crítico Argullol López yo releía Rosas de Francia, una de las primeras novelas pereiranas publicadas en el centro de Paris. Era 1925”.
Alan González: “Se trata en realidad de un cadáver exquisito, cuasi anónimo, pequeño tornillo de una máquina triste. En medio de un desierto de tedio, un oasis de horror”.
Merardo Aristizábal: “Cuando la ciudad lo sobreviva, su postura crítica, encorvada, será estuco, polvo; ni siquiera alcanzará a ser un código de barras en un día sin IVA”.
Miguel Rubio: “¿No es oscuro acaso que un crítico literario porte dos identidades? Me recuerda al aviador Carlos Wieder o Alberto Ruiz-Tagle, el personaje contagiado de Bolaño”.
Desde las inmediaciones del Cerro Gobia, el escritor Jaiber Ladino envió a la sala de redacción una carta de la cual transcribo el tercer párrafo: “Sospechosos del aleve crimen hay muchos, en especial los críticos que escudan su identidad bajo los motes de Flor Violeta, El chinche,Tomás Ramsur, Aprendiz de lector y Seres Latea”. Acto seguido y como sucede en las novelas negras, el escritor Ladino lanzó estas preguntas enigmáticas: “¿Por qué nadie repara en el título y el autor de las obras completas que fueron utilizadas como arma contundente? ¿Hay algún escritor entre nosotros que ya tenga obras completas y en pasta dura? ¿Por qué el crimen aconteció en la zona barrial donde habita el profesor Ochoa? ¿Estará en la mira de los facinerosos y terroristas culturales su clásica biblioteca?”
Mañana espere: “Tía de crítico literario lanza una explosiva hipótesis sobre crimen”.
Muy buena, de hecho, después de seguir sin mucho interés todo el debate al respecto, esto es lo mejor que he leído sobre el tema. De nuevo queda claro que Rigoberto Gil es la cabeza más brillante de la literatura pereirana, y él sabe bien por qué lo digo. Saludos.
Buon Pomeriggio
Saludos.
Mi secretaria ha tenido la amabilidad de esperarme en la casona, ya que andaba cosechando mis pomodoros y berenjenas, para leerme esta nota suya señor Rigoberto. Le he pedido que me dicte dos veces esta crónica, y asintiendo tengo la gentileza de preguntarle ¿Es un asesinato real? O ¿Es un vaticinio? O ¿Una orden? Inquietudes que tengo, pues en Italia, y parte de Alemania donde residí, el critico literario tiene una posición fundamental, incluso conozco en persona a Christopher Domínguez Michael, aunque yo mismo no sea crítico. ¿Algún crítico en la ciudad lo ha ignorado o ha lastimado sus obras? Christopher Domínguez Michael me notifica por correo que ha leído algunas obras suyas. Si un día desea le reenvío las impresiones que él tiene y las resoluciones que concluyó. Mi correo está en esta entrada.
Llegué a Pereira, y vivo en las afueras, en una rica casona, donde leo mi cultura en autores como Mateo Bandello, Dario Belleza, y Arrigo Boito, entre otros, además de la buena música itálica. Sin embargo también tengo en estas tablas y al lado de algunos plátanos bonsái, algunos libros de escritores nacidos en Risaralda. Yo no estoy en capacidad de matar a nadie como sugiere. En Italia luchamos contra el fascismo, las camisas negras, y toda esa invasión producida por los nazis, además de los desvaríos de los vencedores. Mi amigo Curzio Malaparte, en su tiempo, me envió el borrador de “Piel” donde se habla de esto. Lo que quiero decir es que mis luchas son justas. ¿Matar un crítico? Eso solo lo haría Martin Walser, o Jhonattan Franzer.
Soy libre de los cargos que me endilgan. Los críticos son bienvenidos en mi casa ( y se que también son bien recibidos por mis perros, Cara y Calla), ya que en literatura somos hermanos, aunque Nobel nos haya puesto a reñir por ese hueso de premio que entrega la casa sueca, trasformandonos en bestias letradas.
Espero que no sea solo una impresión mía, pero detallo cierto desdén hacia otros autores literarios. Entiendo que su crónica está escrita en clave irónica, intención que no lo exime de consultarle si acaso está cultura permite este canibalismo literario, o este bombardeo tipo Foo Fighters, de la academia, a los escritores rasos. Solicito, por favor, no acabe usted con decenas de creadores, solo por intentar ponerle una bomba a un crítico que viaja en avión Avianca.
Espero que entienda mi sana inquietud. ¡Capisci! Conozco algunos autores que menciona y con varios he compartido inquietudes literarias tomando Disaronno. Porque este devenir cultural en la ciudad, solo será posible cuando los dos reinos literarios (La academia y el establecimiento céntrico) sean un solo cuerpo. De ambos tengo buenas impresiones, aunque sean agua y aceite.
Salute.
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Tomás Ramsur
Buon Pomeriggio
Buon Pomeriggio
Saludos.
Mi secretaria ha tenido la amabilidad de esperarme en la casona, (ya que andaba cosechando mis pomodoros y berenjenas) para leerme esta nota suya señor Rigoberto Gil. Y gracias a mi edad, (y no es ironía) le he pedido que me dicte dos veces esta crónica, y asintiendo tengo la gentileza de preguntarle ¿Es un asesinato real? ¿Un vaticinio? O ¿Una orden? Inquietudes que tengo, pues en Italia, y parte de Alemania donde residí, el critico literario tiene una posición fundamental, incluso conozco en persona a Christopher Domínguez Michael, aunque yo mismo no sea crítico.
Señor Rigoberto ¿Algún crítico en la ciudad lo ha ignorado o ha lastimado sus obras? Christopher Domínguez Michael me notifica por correo que ha leído algunas obras suyas. Si un día desea le reenvío las impresiones que él tiene y las resoluciones que concluyó. Mi correo está en esta entrada. ([email protected])
Llegué a Pereira hace años, y vivo en las afueras, en una rica casona, donde leo mi cultura en autores como Mateo Bandello, Dario Belleza, y Arrigo Boito, entre otros, además de disfrutar de la buena música itálica, en estos parajes donde no hay límites para el sonido. Sin embargo también tengo en estas tablas y al lado de algunos plátanos bonsái, algunos libros de escritores nacidos en Risaralda. Creadores que aprecio en gran manera, cada uno, según su estilo o propuesta.
Yo no estoy en capacidad de matar a nadie como sugiere. En Italia luchamos contra el fascismo, las camisas negras, y toda esa invasión producida por los nazis, además de los desvaríos de los vencedores. Mi amigo Curzio Malaparte, en su tiempo, me envió el borrador de “Piel” donde se habla de esto. Lo que quiero decir es que mis luchas son justas. ¿Matar un crítico? Eso solo lo haría Martin Walser, o Jhonattan Franzer. ¿Desea usted matar a uno?
Soy libre de los cargos que me endilgan. Los críticos son bienvenidos en mi casa ( y sé que también son bien recibidos por mis perros, Cara y Calla), ya que en literatura somos hermanos, aunque el dinamitero de Alfred Nobel nos haya puesto a reñir por ese hueso de premio que entrega la casa sueca, transformándonos en bestias letradas.
Espero que no sea solo una impresión mía, pero detallo cierto desdén hacia otros autores literarios. Entiendo que su crónica está escrita en clave irónica, intención que no lo exime de consultarle si acaso está cultura permite este canibalismo literario, o este bombardeo tipo Foo Fighters, de la academia, a los escritores en ascenso. Solicito, por favor, no acabe usted con la visión de decenas de creadores, solo por intentar ponerle una bomba a un crítico que viaja en avión Avianca.
Espero que entienda mi sana inquietud. ¡Capisci! Conozco algunos autores que menciona y con varios he compartido inquietudes literarias tomando Disaronno. Porque este devenir cultural en la ciudad, solo será posible cuando los dos reinos literarios (La academia y el establecimiento céntrico) sean un solo cuerpo. De ambos tengo buenas impresiones, aunque sean agua y aceite.
Salute.
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Tomás Ramsur
Cumpliendo con disposiciones legales, hacemos pública la siguiente nota de protesta , enviada por el periodista Andrés Botero Molina, citado por Rigoberto Gil, autor del texto titulado : Asesinan crítico literario:
¿Y yo que putas tengo que ver en esta historia? Ahora me citan a la fiscalía cómo revelador de reservas sumariales.
Ahora si van a ser mejor vistos los ebooks, pues al no tener pasta dura, se eximen de pertenecer al círculo de armas contundentes para mandar al otro lado a prestigiosos literatos. Válgame Dios cuando me toque explicarle a mi papá por qué hago parte de esta oscura novela o cómo me relaciono con la osada cofradía del Crimen Intelectual, aunque más parece lo que en las fuerzas militares hoy llaman GAOR .
Atentamente,
Andrés Botero Molina
Director Noticias
Ecos 1360 Radio
Siempre he sospechado del tal Lord Violeta. No me parece un individuo digno de confiar y vino a alborotar el avispero cuando estabamos tan tranquilos gracias a la cuarentena.
La literatura tiene licencia para imaginar, inventar, crear, solo estoy segura que no tiene licencia para matar!!! Y menos cuando los datos que aparecen como traídos de la imaginación, coinciden de tal forma con personas reales de carne y hueso, con medios de comunicación en circulación… La literatura puede recrear escenarios alrededor de un crimen; ambientar un clima enigmático alrededor de ese truculento hecho… solo que basado en la imaginación, sin pedir prestado, sin permiso, además, los nombres, con todo lo que ello implica, de personas y medios reales, de carne y hueso… Es un juego macabro, a mi parecer, que desestima su calidad e inventiva literaria, querido escritor Rodrigo Gil.
Por considerarlo de interés para la investigación, compartimos el siguiente mensaje, recibido en la sala de redacción de La cebra que habla:
Pereira, agosto 3 de 2020
Señores:
Andrés Botero Molina y Contador de historias La cebra que habla
Con el fin de aportar a su rigurosa tarea periodístico -literaria, me permito compartirles los primeros indicios obtenidos en mis pesquisas con fuentes muy dignas de fiar, residentes dentro y fuera del país, relacionadas con el ya conocido oficialmente como : ” Caso crítico”.
1- Contra todas las apariencias, el plumífero no fue asesinado: se suicidó en plena vía pública, en una muestra postrera de sus dotes histriónicas. Fiel a sus convicciones trotskistas se clavó en el cráneo un punzón de los utilizados por los alpinistas. Lo anterior me lleva a pensar que se trata,- no tanto de un asesinato intelectual como de un suicidio político.
2- Detrás de la identidad del tan citado ” Lord Violeta” se oculta un célebre travesti de la clase alta pereirana, arrinconado por la cuarentena.
3- Y( last but no least), tengo serias razones para sospechar que el verdadero y único asesino es el mismo autor del texto titulado ” Asesinan crítico literario” , el susodicho Rigoberto Gil, que utilizó este truco para confundir a los investigadores.
Espero que mis datos les sean de alguna utilidad.
“Sin confirmar no lo decimos. Nos oyen y nos creen”.
Seguiremos informando.
Cordialmente,
Reportero hasta morir.
Respetado Reportero hasta morir:
En nombre del equipo de producción de La cebra que habla, agradecemos sus valiosos aportes que, con seguridad, contribuirán a esclarecer, ojalá en muy corto tiempo, este escabroso hecho que conmueve hasta los cimientos el ámbito cultural de la ciudad.
Eso seguro fue el tal Lord Violeta… o uno de sus amanuenses… pudo ser el mismo Jaime Ochoa… tanto tiempo leyendo escritores de la tierra deben tener efectos secundarios o terciarios…🤔
O pudo haber sido el mismísimo Gustavo Colorado… su despacho es cercano al sitio del crimen.. y ahora encubre el crimen mostrándolo como un suicidio.🔍🕵️
(Lástima que en esta ciudad de las mil lunas, la muerte no sea solo una ficción)…
Su hipótesis es aguda pero frágil, señor Vale La Pena. Puedo demostrar que llevo casi cinco meses en estricto confinamiento. Trabajo desde casa, a ocho kilómetros del lugar del crimen ( o suicidio teatral) relatado por el escritor Gil, diestro entre otras cosas en ese tipo de narrativas, como puede apreciarse en sus novelas ¡Plop! y Perros de paja.
Si así lo considera, mediante derecho de petición, en la empresa donde trabajo pueden expedirle certificación escrita acerca de lo que afirmo.
Siga investigando: tiene usted buen olfato.
Excelente!