Ana Lucía Cardona, docente y escritora, fue ganadora en el 2019 de la convocatoria de estímulos de la Secretaría de Cultura de Pereira, en la modalidad de ensayo, con su libro “Botamán Biyá: apuntes sobre dos oralitores”, una indagación a la poética de dos autores indígenas colombianos: Miguel López y Freddy Chikangana. Compartimos un fragmento del libro ganador.
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No quisiera cerrar este texto sin indicar que la idea de lo oraliterario es eminentemente política, ya que le apunta a divulgar la cosmovisión de una comunidad poco visible. Esto, sin desconocer que se preocupa por realizar una creación estética que apele a la reinterpretación de sus propios símbolos. Además, tiene una fuerte relación con el acervo mítico de una comunidad indígena en particular, si bien existe el intercambio entre indígenas e incluso con comunidades no indígenas dado que, si bien no todos pertenecemos a la misma cotidianidad, si somos parte de un proceso de hibridación que nos ha dejado marcas en común.
Es por lo anterior que una de sus estrategias consiste en emplear gran cantidad de términos que pertenecen exclusivamente a una lengua indígena y que, como en el caso de A’ Kabal, muestran la estrecha relación, tanto desde el punto de vista de la forma como del significado que establecen las lenguas indígenas con su entorno, con palabras cuyo significante podríamos encontrar más orgánico que arbitrario como la expresión verbal una correspondencia armónica con el mismo. Por ejemplo, el nombre de un ave puede ser la onomatopeya misma de su canto.
Pese al diálogo con la tradición, es importante aclarar que la oralitura nace con los escritores indígenas contemporáneos. No desconocen la tradición literaria indígena anterior a ellos, pero es un hecho que son ellos quienes tienen por primera vez la posibilidad de escribir, traducir, divulgar y publicar sus propios textos, sin ningún tipo de intermediario. Es por eso que tiene un autor indígena definido, con influencias, estilos y motivos literarios precisos, como cualquier autor perteneciente a otra comunidad y cuenta con una influencia de lo sincrético (caso de Chikangana, por ejemplo) de manera que puede establecerse un puente con la idea de lo real maravilloso y el barroco latinoamericano como manifestaciones autóctonas pese a que la designación es prestada, como pasa con la palabra oralitura que viene del África.
La oralitura es una apuesta por una idea distinta de la literatura en la que corren a la par la historia, la reflexión sobre la misma, el diálogo, la ensoñación, la cotidianidad esencia de su nacimiento como palabra propuesta desde África y empleada por Fall y otros investigadores a la hora de reconocer que su forma de asumirse frente al mundo sin seguir los mismo cánones y taxonomías de occidente, más sí empleando algunas de sus herramientas.
En este sentido lo oraliterario es un llamado de atención no solo a la crítica literaria sino también al resto de las instituciones que se han ocupado de estudiar nuestra cosmovisión y cultura en tanto ha ratificado una vez más, como lo he dicho en el apartado anterior, que no es posible ver el conjunto de nuestras creaciones y formas de ser en el mundo tal cual como se han visto o analizado desde el centro occidente europeo, pues en nuestro territorio pueden confluir al mismo tiempo ideas de la mentalidad primitiva, medieval o contemporánea sin que exista riña entre ninguna, aunque para los foráneos sean absolutamente irreconciliables.
Por lo tanto, un texto oraliterario, es un texto generalmente híbrido en su construcción formal, dado que puede emplear tipologías propias de occidente u otras culturas (como la novela, el poema o el cuento, el haiku, etc) mezclándolo con formas tradicionales. Aunque mantiene casi siempre un contenido relacionado con el mundo mitológico y lo cotidiano de las comunidades originarias…