Es uno de las caricaturistas más influyentes de Colombia en el último medio siglo, garabateador oficial del semanario Voz, órgano del Partido Comunista de Colombia.
La megaminería y su impacto en la vida social, política y económica de Colombia será el tema central de la presente edición.
El maestro
Si usted dice Arlés Herrera puede ser el nombre de su vecino o de un completo desconocido.
Pero si nombra a Calarcá, tanto sus simpatizantes como sus detractores lo reconocerán como uno de las caricaturistas más influyentes de Colombia en el último medio siglo.
Ha sido, como quien dice, el garabateador oficial del semanario Voz, órgano del Partido Comunista de Colombia. En tiempos más ortodoxos, o mejor dicho, en los días de la guerra fría se llamó Voz Proletaria.
Calarcá arribó a Pereira como uno de los invitados centrales en la edición número diecisiete de Cómic sin fronteras, un evento que se ha consolidado como uno de los más importantes del país en su género.
A su llegada a Bogotá, a mediados del siglo XX, se radicó en el barrio Las Cruces, un hervidero de inconformidad y malestar social que se encargó de darle sus primeras lecciones políticas.
Eran los días en que Jorge Eliecer Gaitán agitaba con su palabra a las masas que habían llegado a la capital en oleadas provenientes de todos los rincones del país.
“Mi familia estaba formada por personas militantes de esa vertiente del liberalismo, influenciada por las corrientes socialistas que echaban raíces en el pensamiento de Uribe Uribe. En la capital, y en especial en el barrio Las cruces, me puse en contacto con ese proletariado formado por obreros de fábricas, trabajadores de la construcción y rebuscadores de pura cepa que se ganaban la vida vendiendo en las calles cuanto producto se encontraban en el camino.
Ese fue mi primer contacto con la Colombia real y esa experiencia me marcó para el resto de mis días”.
El pelo blanco y frondoso contrasta con el moreno intenso de su piel. Cuando habla recorre el rostro del interlocutor, imaginando con seguridad los primeros trazos para una caricatura.
Cuenta ochenta y cuatro años de edad pero nadie se lo cree. Sigue con los mismos hábitos de toda la vida, caracterizados por la fortaleza física y una al parecer inagotable lucidez. La misma fortaleza y lucidez que le permiten dibujar cada mañana sus feroces dardos contra el sistema en el ámbito nacional e internacional.
En el número actual de Voz se lanzó con un dibujo de uno de los personajes más caricaturizables del momento: el presidente Donald Trump.
“Además de su físico, el tipo vive dando papaya todo el tiempo con sus sandeces y despropósitos. De modo que nosotros solo aprovechamos ese filón. Cada vez que abre la boca, Trump ya nos ha entregado la mitad de la caricatura. De modo que es cuestión de aprovechar y ¡Zas!”
Calarcá recuerda que su primer dibujo lo hizo con tiza en la pizarra de una escuela en el municipio de Buenos Aires, Valle del Cauca. Su modelo fue un campesino ermitaño al que le decían Titiribí. Era originario de ese municipio de Antioquia y se caracterizaba por tres cosas: su barba cerrada y áspera, una escopeta que no abandonaba y una cabeza de vaca cuyo caldo era, según él, la clave de su fortaleza.
Aunque Calarcá tiene otras recetas: una copa de aguardiente cada mañana, guarnecida con limón, pimienta y pólvora.
Mucha lectura.
Y una sesión matutina de gimnasia
Cuando se le menciona el fornicio mañanero como un complemento de esas rutinas se desata en una carcajada que le ocupa el cuerpo entero.
El valor de la coherencia
Muchas cosas cambiaron en la política mundial durante el último medio siglo: El fin de la guerra fría, la glasnot, la Perestroika y la caída del Muro de Berlín.
Pero el maestro sigue inamovible en sus ideas y en sus dibujos.
“Una cosa son las turbulencias normales de la política y otra muy distinta las realidades que vive la gente. En el mundo y en Colombia la riqueza se concentra cada vez más, con el consiguiente incremento de las miserias. A eso se suma el desastre ambiental y la emergencia de nuevas zonas de guerra. Eso implica que las personas lúcidas y solidarias deben seguir dando la lucha.
Por eso estoy en Pereira, atendiendo a una invitación de Nelson Zuluaga, uno de los artífices de Cómic sin Fronteras. Vamos a dedicar esta edición a las caricaturas relacionadas con la megaminería y su impacto en la vida social, política y económica de Colombia.
Cuando uno lee informes respaldados con cifras y documentos donde se le demuestra que el 10% del territorio nacional ya no nos pertenece, o que existen regiones enteras en las que el agua está envenenada con mercurio no puede permanecer ajeno a esos dramas, a no ser que uno sea un indolente total… O esté metido en el negocio de la megaminería”.
Así, con esa coherencia entre lo que dice, hace y piensa ha transcurrido la vida del maestro Calarcá desde que hiciera público su primer trabajo en 1962, cuando Colombia ensayaba el modelo del Frente Nacional como eventual salida a sus guerras seculares.
Y aquí está, fiel a sus convicciones, poniéndole la cara y el lápiz a una realidad que ve surgir nuevos conflictos marcados por los muchos poderes que se mueven alrededor de la gran minería.
Por lo pronto apura su vaso de aguardiente incendiado por el limón, la pimienta y la pólvora.
A ver qué revelaciones le depara su lápiz a esta hora.