En ocasiones, al leer esta novela corta, es inevitable no recordar al médico insepulto en el pueblo de Macondo en la novela colombiana La Hojarasca
Título: Camposanto
Autor: Marcela Villegas
Editorial: Sílaba Editores. Medellín.
Colección: Trazos y Sílabas
Género: Novela Corta
Año: 2018
Pág. 132
Hay palabras difíciles de superar y más cuando aún sintiéndonos recogidos, percibimos que lo dicho es suficiente, que en esencia significa lo concreto, conciso y contundente. Esto puede pasar con un discurso de interés, una columna de opinión en el periódico, la frase de una figura intelectual o en este caso, el resumen en el reverso de un libro cuyo título tiene exactamente diez letras.
Esa palabra en concreto es Camposanto (2018), la reciente novela de Sílaba Editores de Medellín, cuyo contenido, lleno de desdichas, no es, a decir de Guido Tamayo el reseñista del tomo, un falso patetismo. Es esta la primera novela de la escritora “emergente” Marcela Villegas, oriunda del departamento de Caldas, quien durante su paso por la maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional, la escribió sin más y después (como era lógico y de esperarse debido a su calidad y estilo) fue galardonada con el Premio Nacional de Novela corta entregado por la Universidad Javeriana en el 2016.
Así es que mantener las cosas completas podría ser “mantener los cabales”, ordenar nuestras cosas o ser consecuentes con nuestros actos, sin embargo, para Villegas este orden, se deriva de un gran poema de Mark Strand escrito en 1968 que sin pasar desapercibido en su libro, refleja una realidad política polarizada en un país como Colombia.
“En un campo
soy la ausencia
del campo…”
Ausencia, igual o parecida a la del campesino cuando abandona sus tierras por la violencia; o el joven (aún con sueños) es asesinado en los mal llamados “Falsos Positivos” ; o la comunidad que es desalojada a causa de la violencia comercial de una empresa minera multinacional. La escritura de esta caldense es buena en eso, tanto que parece no querer olvidar (no hacernos olvidar) nada de nuestra historia, específicamente aquello de las exhumaciones de los cadáveres provenientes de un conflicto violento durante los conocidos periodos de 1948 al 1958.
Ahí también, según su temática, está consignada la historias cruda de la enfermedad de Alzhéimer que padece su madre, lo que parece suscitar la pregunta, ¿será que se puede olvidar muriendo constantemente?
“Siempre es así.
En donde esté
soy lo que falta…”
Amalia, la protagonista en esta obra, no para de excavar, abrir fosas. Es su profesión. Su trabajo como antropóloga forense la llevo a casarse con la muerte. Un trabajo que le puede entregar una memoria viva a las familias de esos muertos, pero que como paradoja, claro, porque contrario a ese noble resultado de su trabajo, ella sufre la perdida de la memoria de su madre, quien la va hundiendo lentamente, sumiéndola en el olvido. Olvido que en esencia es una muerte lenta, ingrata.
Con esta magistral narración, no hay que suponer que el olvido en Colombia es una alegoría dentro de ese duro contexto social y político de los tiempos de la Colombia conservadora vs liberal. No, eso sería negar la profundidad misma de una realidad que a todos nos atañe. En ocasiones, al leer esta novela corta, es inevitable no recordar al médico insepulto en el pueblo de Macondo en la novela colombiana La Hojarasca; la permanente aproximación del tren; y las desdichas de los muertos en el universo del escritor Gabriel García Márquez.
Por lo anterior también cabe destacar que los diálogos que usa Marcela Villegas, no distan mucho del manejo zigzagueante que complementa las voces de sus personajes en Amalia y Elena. Estilo que permite recordar la escritura de Gabo.
“Cuando camino
Parto el aire
Y siempre
El aire viene
A llenar los espacios
En que mi cuerpo ha estado…”
Ahora si, en concreto, es posible que esta técnica literaria, heredada desde una perspectiva cinematográfica, concebida en el guion como parte fundamental de la narración, le permite a Marcela Villegas en su obra “Camposanto” (Sílaba Editores) filtrarse fácilmente por los pensamientos del lector que genéricamente hablando, desembocan en la muerte y reavivan el sarcasmo de la escritura.
“Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para mantener las cosas completas”.