Ha desarrollado una destacada carrera en la política local como concejal. Le está aportando información, exposición documentada y buenas prácticas.
El ejercicio político se desarrolla en un ambiente viciado. Tanto que, muchos no estamos dispuestos a sacrificar nuestra estabilidad por participar en estos espacios.
Carolina Giraldo es una mujer valiente. Con una sonrisa permanente y una buena dosis de paciencia, ha desarrollado una destacada carrera en la política local como concejal.
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Sus debates, juiciosos e ilustrados, no perjudican al establecimiento en los temas centrales de distribución de recursos o repartición de prebendas, porque, para eso está la aplanadora del bloque mayoritario.
Pero, para los que quieran ver, es evidente que Carolina le está aportando información, exposición documentada y buenas prácticas a la política en la región.
Su presencia es por lo menos perturbadora para el statu quo, porque ella, creativa, echa mano de nuevas formas de decir.
Llama la atención sobre aspectos que, a no ser por su voz, podrían pasar totalmente desapercibidos.
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Respeto y admiro a Carolina por la labor que realiza, y me produce simpatía y solidaridad la manera cómo intenta sentar una posición digna en un ambiente tan corrompido.
Y, sobre todo, me impacta su terquedad: esa tenacidad que aplica a sus propósitos por difícil que sea el camino a recorrer.
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Y frecuentemente, le hacen jugadas sucias.
Como cuando, animada de participar en la entrega de las firmas de la consulta anticorrupción, pactó con la mesa directiva del Concejo el cambio de horario de una sesión, para poder asistir a ambas actividades.
Sin previo aviso, la hora de la sesión fue modificada, y Carolina quedó como ausente.
Pero ni esta ni otras triquiñuelas podrán empañar la labor de la concejala del Partido Verde, que está haciendo una gestión llena de buenas intenciones y honradez.
Para las personas escépticas como yo, es evidente que en lo sustancial nada cambia, y que mientras las reglas no se modifiquen de manera radical, voces como la de Carolina no incidirán de manera decisiva en los tejes manejes de la politiquería.
La corrupción seguirá, y los traficantes de los recursos públicos buscarán la manera de que los haberes del erario migren a sus bolsillos particulares.
Pero, no por esta aplastante realidad se debe dejar de reconocer y de apoyar su labor, su empeño por aplicar conocimiento y convicción a lo que nos es común, y el intento por gestar un cambio.
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Aunque ese cambio, realizado desde adentro de las estructuras políticas actuales, sea como querer mover una pirámide solo intentando empujarla.
En ocasiones sirve para cambiar el nombre inadecuado de una avenida o para movilizar a la opinión ciudadana, como en el caso del indeseable proyecto que se pretendía desarrollar en los predios del Batallón San Mateo.
De todas las voces ciudadanas, la de Carolina es la única que tiene institucionalidad política.
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Por eso, es importante vincularla a los espacios de discusión. Y flaco servicio se le hace a la ciudad cuando se intenta invisibilizarla o excluirla.
Por el contrario, es importante escucharla y acompañar sus propuestas que, en su mayoría, son sensatas e interpretan un sentir contemporáneo de la política y de lo público.
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