# CiudadaníaActiva EDITORIAL: Alfredo Hoyos Mazuera o el valor de la coherencia

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Según el saber popular, son tres las cosas que cunden en este mundo: el fuego, el pánico y el ejemplo. En este último caso los buenos ejemplos son la base de ese tipo de educación capaz de trascender los límites de lo formal. Es decir, la educación con todo su potencial transformador.

Esa cualidad está basada en la coherencia, en la correlación entre los pensamientos y los actos. “Uno debe vivir como piensa o no pensar en absoluto” reza una antigua sentencia, que es a la vez clave para todo posible código ético.

Ese es el sentido más profundo del concepto de coherencia.

La vida del empresario y hombre cívico Alfredo Hoyos Mazuera fue, de principio a fin, un ejemplo visible de esa manera de ver las cosas.

En contravía del lado más salvaje del capitalismo, que hace del lucro a cualquier precio la razón última de la existencia, el fundador de la empresa Frisby entendió desde muy temprano que el capital debe cumplir una función social. Que el empresario debe devolverle parte de sus ganancias  a la sociedad que hizo posible su riqueza.

Porque eso del “self made man”, del hombre que hace a sí mismo en soledad, no deja de ser una falacia fundada en el más puro egoísmo.  Por eso, don Alfredo Hoyos asumió durante toda su vida que una fortuna es el resultado de muchos esfuerzos: familia, colaboradores, proveedores, consumidores y empresarios.

Al ser, por definición, un hecho social, a la empresa le asisten muchas responsabilidades con el mejoramiento de la sociedad  en la que se desenvuelve. De ahí que don Alfredo y su familia hayan dedicado una parte significativa de sus beneficios a  inversiones en sectores tan cruciales como la cultura y la educación.

En este último caso a la región y el país les queda el legado del Instituto Tecnológico de Dosquebradas que, con el auspicio de la Fundación Frisby, ofrece un servicio de formación integral, en el que los conceptos técnicos y humanistas se conjugan para formar personas capaces de tomar decisiones beneficiosas para el mundo que las rodea.  

Vistas así las cosas, la vida de don Alfredo Hoyos Mazuera fue un ejemplo de coherencia. Su cuerpo físico se apagó, pero  queda un legado ejemplar para quienes están dispuestos a ejercer su condición de empresarios y ciudadanos como una forma de servicio a la sociedad que contribuyó a su consolidación.

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