La vida no es una opción que debe ser tomada a la ligera, sino un derecho que debe respetarse hasta el final. Nubia Posada, especialista en bioética y doctora en filosofía nos cuenta por qué.
Nubia Posada, es enfermera, Máster en educación, especialista en bioética y doctora en Filosofía. Nos encontramos con ella en el Congreso Internacional de Filosofía Política y Opinión Publica celebrado en la Universidad Tecnológica de Pereira.
Hablamos de la eutanasia, y sus respuestas específicas lograron dejar en claro que la vida no es una opción que debe ser tomada a la ligera, sino un derecho que debe respetarse hasta el final.
Con tesón y sencillez refrendó qué piensa, desde la posición de presidente de la Fundación Colombiana de Ética y Bioética FUCEB.
¿Respecto a la eutanasia cómo está la situación en el país?
El argumento de los que justifican la eutanasia como derecho fundamental, nunca ha sido racionalmente sustentado con una respuesta sobre el fundamento de ese supuesto “derecho”.
El derecho existe porque hay propiedades y bienes, sin los que no se logra el desarrollo personal, familiar y social. Estar vivo es un requisito para lograr ese desarrollo, y cada ser humano tiene derecho a que sea integral, incluyente y sostenible, durante su ciclo vital completo.
Por lo tanto, es contradictorio entender como derecho la decisión de adelantar la terminación de la vida humana, porque con dicha muerte se extingue el desarrollo humano en el destruido, y en quienes tienen alguna posible relación con él, en lo que de él dependiera.
La vida es la propiedad y el bien del que depende toda otra propiedad y bien. Al terminar su proceso biológico, terminan los derechos del ser humano.
¿Crees entonces que el país no está preparado para la eutanasia, o no lo ha entendido tan bien como los europeos?
Mira, la palabra progreso no es sinónimo de novedad. Y la palabra tendencia no es garantía de acierto. Durante muchos siglos hubo tendencia a tener esclavos. Y se tuvo como estrategia de progreso la destrucción de seres humanos en las guerras.
De modo que, si centramos la atención en el ser humano como un bien que tiene un nivel de perfección común a todo otro humano y superior a las demás especies, y a ese nivel de perfección común lo llamamos dignidad, no parece razonable que se hable de dignidad como recurso para destruir seres humanos.
La muerte digna parecería ser la enteramente respetuosa de cada ser humano, cuidándole hasta su final natural, su vida, integridad y características constitutivas.
¿De qué principios parte para defender la vida frente a los que están a favor de la eutanasia, y que para ello apelan a leyes, derechos y posturas filosóficas?
Bueno, se debería incluir la consideración de los principios constituyentes de la racionalidad humana. Todo ser humano con uso de razón tiene una especie de fisiología del pensamiento que hace posible que puedan coincidir sus conclusiones con la de otros seres humanos, porque la inteligencia es apertura a las diferentes perfecciones observables en sí mismo y en la naturaleza.
Uno de esos principios del pensamiento humano es la diferenciación de una persona o cosa como un todo, y cualquier parte o perfección que pertenezca a ese todo. La autonomía, que es la capacidad de elegir entre diferentes opciones, preferir una y entregarse a ejecutarla, se ve aniquilada al destruir a la persona que autónomamente autorizó la eutanasia o a la que se le practica sin su consentimiento.
Porque la autonomía es una de las perfecciones de la persona, pero no es la persona entera. Lo que se hace con la propuesta de señalar la eutanasia como un derecho, es exaltar la autonomía a tal punto que se considera un bien superior a la persona misma, puesto que en nombre de ella se destruye a la persona y, con la muerte de la persona, se extingue su autonomía: en nombre de la autonomía se destruye la autonomía y a la persona.
¿Y los derechos de los médicos qué? ¿Cómo lidiar con la oposición de un profesional que no esté de acuerdo con la eutanasia y, sin embargo, deba llevarla a cabo, ya que la Ley a uno lo obliga y a otro lo privilegia?
En Colombia todavía existe el derecho a la objeción de conciencia. ¿Y qué es la conciencia? Es el conjunto de referentes racionales que la persona considera que necesita ser coherente con ellos para desarrollarse plenamente como persona.
Debe educarse a la persona en antropología, lo suficiente para que comprenda en qué consiste ella misma y qué lugar ocupa en ella su inteligencia, su voluntad, capacidad de libertad, emotividad, todas sus perfecciones.
Cada uno tiene derecho a conocer qué grado de perfección hay entre una y otra características que lo constituyen, y cómo coordinarlas armónicamente para que logre su pleno desarrollo en un ambiente sano y sostenible, de modo que sepa gerenciarse en beneficio de sí mismo, los demás y la naturaleza.
El problema del médico, y creo que es un problema de la población entera, es la exclusión de las humanidades de la malla curricular de la mayoría de los programas académicos. Cada uno tiene derecho a que, en la formación obtenida en preescolar, la universidad o los posgrados, se tenga en cuenta en qué consiste como ser humano, ya que si pierde este horizonte no se enterará de su origen, ni del sentido de su existencia, ni del sentido del placer, el esfuerzo, el dolor, el gozo, el sufrimiento, la libertad y el amor.
Sin conocer su sentido o razón de ser de su existencia, y lo que en ella sucede, cualquier ser humano queda inerme, mucho más manipulable. La antropología, la ciencia y la ética, nos liberan de las manipulaciones ideológicas.
Se puede pensar que si un paciente solicita la eutanasia: ¿está coaccionado por la ideología o está tomando esa decisión en torno al dolor o la racionalidad?
El ser humano tiene una estructura cerebral en la que conserva las distintas etapas evolutivas del cerebro. El cerebro que está más adentro se llama primitivo, es común a las demás especies que poseen cerebro y en esta zona se dan las reacciones básicas de supervivencia, como la de huida, también las reacciones de agresividad.
La eutanasia es una huida del sufrimiento. Es una acción del cerebro primitivo. Una cultura que estimule el uso del cerebro de un modo más integral jamás optaría por una determinación en la que la prioridad se da al cerebro primitivo.
La ignorancia acerca del sentido del sufrimiento no da derecho a destruirse o a adelantar el momento de la muerte de otros, sino que se debe buscar libre y responsablemente el sentido de la vida, partiendo del conocimiento de las propias perfecciones, para responder a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento.
El derecho no se fundamenta en la ignorancia, sino en el conocimiento.
Cuando alguien racionaliza los miedos en el contexto de la capacidad de plantear un sentido de la existencia y el dolor, de concluir racionalmente cuál es la respuesta de tu origen, no te centras en huir, sino en amar.
El amor es un fenómeno exclusivamente humano, porque es la apertura constante y creciente a otro. Cuando un paciente muere amando, muere lleno de esperanza en la continuidad del bien de los que ama.
Un paciente que muere solicitando la eutanasia, muere queriendo controlar algo que le domina, el dolor y la muerte, pero sin llegar a controlarlo. No tiene la felicidad del que muere con esperanza porque está ocupado en controlar acciones que llevan a su propia destrucción, que es el acto más despótico que se puede tener contra sí mismo.
Es la negación y el desprecio del bien o perfección en que consiste un ser personal, el de mayor armonía en el universo conocido y, por eso, merecedor de la mejor acogida y del mayor cuidado, durante su ciclo vital completo.