Yo soy la canción divina que se repliega en las tinieblas para derramarse en gotas de luz.
Juan Esteban Londoño
Título: Evangelio de arena
Autor: Juan Esteban Londoño
Editorial: Sílaba Editores. Medellín.
Colección: Trazos y sílabas
Género: Novela
Año: 2018
Pág. 106
Después de la aclamada novela “Los Jardines de Luz” (2003) de Amin Maalouf, que versa sobre Mani, el fundador de esa dualidad del bien y del mal que Occidente asimiló en su teología y moralidad, no cabe duda que hay que leer “Evangelio de arena” (2018) del joven escritor Juan Esteban Londoño y que Sílaba Editores de Medellín acaba de lanzar al mercado nacional.
¿Por qué razón? Porque Antioquia, que con tilde (Antioquía) lleva el nombre de una locación en el mediterráneo cerca de Turquía donde se conjugaron las misiones de la llamada “Iglesia primitiva”, conserva esa religiosidad judeo-cristiana que configuró a los colonos, o paisas, y que luego los arrieros se encargaron de llevar a otras partes del país. Esa fe fundada en el libro sagrado, en los acontecimientos bíblicos, en los milagros y en la vida y memoria de los santos apóstoles de la historia. San Juan, San Silvestre, San Policarpo, San… San.. San…
Aunque por otro lado, la superstición también fue esa espiritualidad al revés de esta parte del norte de Colombia. Solo basta echar una hojeada a la bibliografía narrativa de autores antiqueños como Efe Gómez, Pedro G. Valderrama, Tomás Carrasquilla y otros, que hablaron del Diablo, de magos, de personajes de ultratumba, de mitos locales y que con éxito ayudaron a expandir la creencia en lo supranatural.
Así este libro de Esteban Londoño es una biografía novelada de Pedro Barjona, como se llamaba el hombre que pasó de ser alguien ordinario en su polvoriento pueblo de Betsaida, a ser un poderoso padre fundador de la iglesia primitiva cristiana, gracias a su transformación personal y a su encuentro con un predicador itinerante llamado Jesús. Es más, no debemos confundirnos, pues al igual que Cristo es el título mesiánico de Jesús, Pedro es el nombre teológico de Simón, y Barjona (Bar Yônâh), hijo de Jonás, realmente es Barjojana (Bar Yôjânân), hijo de Juan para ser exactos. ¿y cuál es la importancia de esta precisión?
Que el autor es acertado al usar Shimón, para referirse a Pedro; Bar-rabbah, que en esencia es el icónico Barrabás, y Yehudah, o Judas Iscariote, el personaje siniestro desencantado de su fe que vendió al maestro con un beso frío. Terna, además, adepta al zelotismo, un violento movimiento político y patriota, fundado por Judas el Galileo en el siglo I d.C, inspirados en los héroes y mártires de la revuelta de los Macabeos o cabeza de martillo, que resistieron y atacaron las tropas de Antíoco Epífanes, mientras repudiaban el acto sacrílego del sacrificio de un cerdo en el altar santo del templo en Jerusalén.
Es “Evangelio de arena” un libro bien redactado, y narrativamente bien construido. Una apuesta acertada, ya que el joven poeta e investigador literario Juan Esteban Londoño, entre otras cosas estudió filosofía y teología, ciencias afines a lo espiritual o metafísico, que tratan del mismo asunto: el hombre y sus preocupaciones existenciales. Al escoger a Shimón, o Pedro, no pudo ser más acertado. La vida de este revolucionario, pescador y apóstol, es la vida de cualquiera de nosotros que tiene un ideal, un sueño o una utopía en el corazón y sigue las huellas del que promete un cielo o un reino.
Así con esta formación en el haber del autor, traza cuidadosamente una narrativa emparentando la jerga usada de Medio Oriente, los hechos históricos, los nombres de los personajes, y apelando a las tintes biográficos de un hombre (Pedro Barjona) que acorralado como animal de caza en su contexto y época, cree encontrar en la lucha armada el sueño de instaurar el reino de Dios sobre la tierra. Una promesa postergada por el Dios que había callado 400 años en el periodo entre el fin de los Macabeos y el vaticinio de Juan el bautista anunciando al mesías.
Una obra recomendada, donde se ve a Shimón como Zelota, u hombre de armas tomar; y a su vez al Shimón que luego de conocer al maestro, o narrador de historias, se transforma en un ser manso igual que el legislador judaico Moisés, que espera ansiosamente la venida del Reino con la esperanza que le entrega el mesías, pues es renombrado “Piedra”, Petros, variante de Pedro y se le hace un encargo esencial para la humanidad, según Mateo, el contador y cronista de colegio apostólico de Jesús:
El (Jesús) les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos. Más yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Sílaba editores de Medellín, en su serie “Trazos y tintas” presenta esta obra para todo público. No solo uno teológico, o versado en el lenguaje bíblico, sino uno literario, que se identifique con la historia y la inventiva. Novela el “Evangelio de arena” que no deja de recordarnos otra de igual similitud, irreverente, profunda y foránea: “Juliano el apóstata” del norteamericano Gore Vidal, y que junto a “Los Jardines de Luz”, que se mencionó al inicio, debe ser la terna biográfica de personajes históricos que hay que conservar en las bibliotecas personales.