En 2016 el escritor y periodista Gustavo Acosta publicó el libro Un pacto con el diablo. Un recorrido por las huellas del conocido personaje en una sociedad marcada por la presencia de la Iglesia Católica. Es a su vez un homenaje a Héctor Escobar Gutiérrez, el llamado Papa negro, nuestro mayor mito literario relacionado con el satanismo.
“Está comprobado que el demonio tiene propiedades sulfúricas y esto no es más que un poco de Solimán”, sentencia el sabio Melquiades en un episodio de Cien años de soledad.
El poeta y periodista Gustavo Acosta se propuso seguir ese rastro de azufre entre nosotros, y para ello contó con el respaldo del Cuadragésimo cuarto Salón Nacional de Artistas (Aún) que tuvo como sede a Pereira entre septiembre y noviembre de 2016.
El resultado de esas pesquisas es un libro de noventa y dos páginas, publicado bajo el título de Un pacto con el diablo. En su recorrido, el autor redescubre las huellas del conocido personaje en una sociedad que, como la nuestra, está marcada por la presencia de la Iglesia Católica y su encuentro , casi siempre violento, con los ritos y creencias de los pueblos aborígenes.
El diablo como síntesis de las fuerzas naturales, de los impulsos primarios en pugna permanente con los códigos morales.
El diablo sembrado en la cultura popular, celebrado en carnavales como el de Riosucio, asociado a la minería, y en las fiestas campesinas donde se convoca la prosperidad.
El viejo macho cabrío de los ritos paganos aparece transfigurado para presidir la fiesta del cuerpo devenida pecado en las liturgias de sello judeocristiano.
Para Acosta y sus fuentes documentales y testimoniales el demonio es una presencia viva en nuestra región. Aparte de los mencionaos carnavales, su figura irrumpe una y otra vez en los rituales del cinturón minero que lleva de Zaragoza y Segovia en Antioquia, hasta Ataco , en el Departamento del Tolima, pasando por el territorio del Eje Cafetero en localidades como Marmato, Supía, Riosucio, Irra, Quinchía, Guática y Mistrató.
Por lo demás, la relación entre los poderes sobrenaturales y la actividad minera cruza los grandes relatos de la humanidad desde antes de la escritura: con distintos nombres atraviesa la tradición oral de oriente y occidente, en un sugestivo tejido que no cesa de renovarse.
Una buena manera de ilustrarlo es la fascinación de muchos poderosos con las prácticas diabólicas y la brujería. Por ese camino buscan aliados para alcanzar sus propósitos. Políticos y modelos, artistas y mafiosos por igual esperan que esas fuerzas ancestrales les faciliten el acceso al objeto de su deseo, ya se trate de dinero, poder, cuerpos o glorias terrenales.
A esta altura del camino, resultaba ineludible que el autor centrara su atención en nuestro mayor mito literario relacionado con el satanismo: el poeta y nigromante Héctor Escobar Gutiérrez, bautizado por adoradores y detractores con un nombre predecible: “El Diablo”.
Autor de una interesante propuesta poética, la obra más lograda de Escobar es, en últimas, él mismo: con su palabra logró imponerle al mundo un personaje que no tardó en cobrar vida propia. Tanto, que fue objeto de múltiples entrevistas y hasta de investigaciones por parte de policías que lo sospechaban responsable de prácticas atroces nunca comprobadas.
Semejantes personajes acaban por dejar su impronta en todas partes.
Por eso, Acosta Vinasco lo busca- y lo encuentra- en libros con títulos como Carnaval de Riosucio, estructura y raíces, escrito por Julián Bueno Rodríguez; Crónica Satánica, de Susana Henao Montoya o El enviado, de Alfonso Gutiérrez Millán, para mencionar solo tres.
Ilustrado con muy bien logradas fotografías a color y en sepia, Un pacto con el diablo se suma a un acervo documental que nos ayuda a entender nuestra realidad de hoy en permanente diálogo con antiquísimas prácticas culturales.