¿por qué deberían existir críticos, o un cuerpo de críticos, en Pereira?
Los críticos
Hablar de crítica literaria en Pereira no es un asunto fácil. Nadie ama a los que la ejercen, es decir, a los críticos. Uno sabe y lee frases clásicas y puntiagudas como: “La crítica literaria suele proceder de déficit de amor” de George Steiner; “preguntarle a un escritor qué piensa acerca de los críticos es como preguntarle a una farola qué siente acerca de los perros” de John Osborne; y otra más certera pero cómica: “Los críticos ven la música y oyen la pintura” de Valeriu Butulescu.
Es claro que son frases sueltas, pero denotan una realidad del estado de esta función literaria tan importante relegada a categoría periférica. Sin embargo, Jorge Amado, ese gran escritor brasilero apunta para justicia que “cuando un libro es malo, una crítica mala lo termina destruyendo. Pero cuando es bueno, una crítica igualmente mala no lo afecta”. Y he aquí el punto de inflexión para iniciar la cuestión: ¿por qué deberían existir críticos, o un cuerpo de críticos, en Pereira?
La crítica en la ciudad
Para ir al punto, las razones son simples: hay literatura y un mundo académico literario; hay libros y lectores; hay escritores y escribientes; hay certámenes como FELIPE (Festival de Literatura de Pereira), Estímulos, premio de novela Klepsidra editores y actualmente la Feria del Libro de Pereira que están en alza y otros concursos análogos que recién empiezan.
De igual manera, hay casas editoriales en la ciudad contadas con los dedos de la mano, Dóblese al arte, Klepsidra Editores, Luz de Luna, La Jirafa Enana, y otras, que llevan a que, o la función de la crítica las haga parte de las relaciones públicas, o estas queden limitadas a ser parte exclusiva del mundo académico en Pereira. Hay que escoger o lo uno o lo otro, y delimitar los alcances y profundizar en lo que realmente puede interesarle al público.
Estas son algunas razones de peso, aunque se podrían alegar otras.
Sin embargo, para consuelo (o desgracia, según como se quiera ver) por ahora la función de la crítica está suspendida en nuestra ciudad. Podríamos decir que es inexistente, pero no hay que arriesgar tanto, ya que no haríamos justicia a su equivalente: el ensayo.
Esa forma de escritura usada y explorada por los escritores pereiranos, inspirada, fundamentalmente, en los voluminosos trabajos de Michel de Montaigne y en obras de ensayistas colombianos como Baldomero Sanín Cano, Rafael Gutiérrez Girardot, William Ospina y otros, muchos otros.
Lo más cercano a especificar el por qué no existe tal disciplina literaria llamada Crítica, es que Pereira es un pueblo grande, y deconstruir una novela, un cuento o un corpus poético de un autor, para analizar su estructura, composición, problemas semánticos, sintácticos, tema, contemporaneidad, importancia, etcétera, puede ser motivo no grato.
Y es lógico. Cada escritor merece respeto, por su inspiración o transpiración. Pero si escribir son los vagones de un tren y la literatura los rieles por donde corre, la crítica es el vapor en ese juego de locomoción que lleva el objeto hacia un destino.
Se podría caer en la tentación (y pido disculpas por entrometerme elaborando una intención) de pensar que varios argumentos reticentes podrían suscitarse a la hora de fundar un grupo de críticos en la ciudad. Solo para recrearnos, saldrían a flote cuestiones como “¿y quién es usted para hablar o criticar mi obra?”, “no necesitamos críticos sino lectores” o “la obra habla por sí sola”.
Pero, por otro lado (estoy seguro) resonarían frases loables tales como “¿y por qué no? El buen libro se sostiene así lo reseñe un mal crítico” o “Bienvenido todo lo que tenga que decirse sobre mi obra, calidad o técnica”. “Y un libro revisado por algún conocedor adquiere un valor incalculable”.
Así que, sin descorazonarse, hay que intentarlo.
¿Qué es la crítica?
La Crítica, para entrar en materia, es la visión de un determinado investigador, conocedor y proponente que llama la atención sobre un hecho, una obra, o un autor y para ello se requiere que el que la ejerza, (el crítico) tenga un recorrido cultural, un armazón sobre teoría literaria, y una experiencia como lector. Requisito fundamental para obtener conocimientos del que-hacer literario que garantizarán la objetividad. Conocimiento este del crítico que debe ser vasto y que en esencia es el germen de su producción escritural.
La crítica (y es necesario dejarlo en claro) requiere iniciación, y el crítico nace cuando se ejercita frente a una determinada obra y también cuando usa argumentos válidos, fundamentados, negativos, constructivos, o valorativos para conducir con su interpretación a que un lector comprenda lo plasmado por un autor. Por supuesto, es esta interpretación un nuevo texto desdoblado, es decir, una mera representación escritural de lo que lee. Así que la obra debe descansar en esto.
Así la crítica es una ciencia, y como tal, tiene elementos para sopesar una obra. De ahí la importancia de que en Pereira eliminemos la reticencia y la adoptemos o ejecutemos de manera productiva, o como lo definía el literato francés Michel Butor:
“hacer crítica es siempre considerar que el texto que se nos entrega no se basta a sí mismo, que es preciso añadirle algunas páginas o algunos millares de páginas, y en consecuencia considerarlo como un fragmento de una obra más clara, más rica más interesante formada por el texto mismo y por lo que de él se ha dicho”.
Crítica local
En nuestra ciudad, leemos a Rigoberto Gil; Susana Henao; Gustavo Colorado; César Valencia Solanilla; Franklin Molano; William Marín, y otros, muchos otros buenos autores de la generación del siglo pasado. Sí. Pero leer a cada uno de estos escritores y docentes, no es nunca leerlos solamente a ellos, es descifrar también el contexto, la intención, la técnica, el movimiento, la forma del lenguaje adoptado.
Es descubrir lo que cada uno de ellos cuenta (tema nuevo), o habla (tema recobrado); la forma de contar que usan (técnica) o el cómo hablan (lenguaje). Es decir, se puede sacar mucho provecho de una buena crítica, cuyo fin, en esencia, nunca es enteramente negativo, sino de corte explorativo y explicativo. Y no solo limitándonos a unos nombres seleccionados al azar, sino a los nuevos autores de la escena literaria de Pereira que ya son muchos, y los que vienen en camino.
Desde el punto de vista del oficio de crítico en Pereira, para la asimilación técnica y el provecho de este arte, hay que leer, sobre todo, estos autores publicados (algunos ya mencionados) que nos dejan ver sus procedimientos, sus medios de trabajo, la técnica de su estructura narrativa, los detalles del estilo, la ciencia de la expresión, las yuxtaposiciones, la intensidad, el relieve, el ángulo, todo lo que evidencia su intervención textual. En otras palabras, hay que captar todos esos elementos para desdoblarlos.
Saber ver es la clave para las reseñas literarias, para ejercer la crítica narrativa eliminando el básico y monotemático parafraseo. El buen crítico en Pereira va a traducir la obra, el autor, el contexto, la técnica, etcétera, en el vacío originado entre el mundo de esas lecturas y el que interpreta sus ojos. En otras palabras, como ya mencioné, recurre a un proceso de desdoblamiento de volver a escribir lo que lee o asimila. Transformar eso para otros.
El crítico en nuestra ciudad podría partir entablando un diálogo con la pregunta ¿qué es la literatura? Pero eso no está entredicho en la ciudad, aunque puede ser revisado si se desea, y personalmente considero que debe hacerse. La función que se propone ahora es un diálogo con las obras literarias, o con su equivalente y esperar el resultado de ello.
Conclusión
Finalizando entonces, la crítica es importante en Pereira porque sin ella no se podría trasmitir una opinión fundamentada de una obra literaria. Cenizas de plata quemada, de Rigoberto Gil Montoya, ¿qué significa para el público pereirano? O Memorias de la casa de Sade de Eduardo López Jaramillo ¿qué importancia posee frente al lector joven moderno? Estetas y Heresiarcas, de Héctor Escobar ¿cómo entenderlos en una sociedad que ha dado muerte a los metarrelatos?
En fin, la crítica debe existir como una función que equilibre la literatura en general y esto de cara al buen lector o público.
Para finalizar, Enrique Anderson Imbert, afirma que la crítica contiene tres funciones vitales: una función reproductora, o el responder de manera personal a la obra que se lee, gusta, experimenta, y que se apropia, aunque sea para rechazarla; la función interpretativa, donde se explica la obra emitida al público pereirano con argumentos e ideas; y la función valorativa, donde el crítico se convierte en juez, es decir, donde se puede afirmar si la obra es bella o no. Si vale el tiempo del lector. O si necesita madurar más o ser recibida sin más.
Bienvenida sea la crítica literaria en Pereira. Salud.
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