Jorge Mario Bergoglio, el jesuita, el latinoamericano, el papa de la ecología integral, no hará nada distinto a reiterar y ampliar, sobre todo, su discurso de la Encíclica Laudato si de 2015, sobre el cuidado de la casa común, del planeta. Su urgente llamado ha sido considerado revolucionario.
Profundizar en el verdadero sentido de su mensaje, -de manera especial el de la Encíclica Laudato si-, apropiárselo y llevarlo a la práctica, son las únicas forma de superar el gregarismo, el efecto mediático, la novelería y el embeleco provincianos a que somos tan dados como pueblo los llaneros.
Hoy 8 de septiembre de 2017, ocurre en Villavicencio el hecho más importante en sus 177 años de historia: la visita de un papa a la ciudad. La relevancia del suceso se basa esencialmente en el mensaje de que es portador Francisco
La reconciliación, con Dios, con uno mismo, con los demás, con el medio ambiente y la naturaleza, además del respeto a los derechos humanos y a la vida, serán los temas de sus homilías.
En realidad, Jorge Mario Bergoglio, el jesuita, el latinoamericano, el papa de la ecología integral, no hará nada distinto a reiterar y ampliar, sobre todo, su discurso de la Encíclica Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, de 2015.
Mientras el papa se reúne aquí con las víctimas del conflicto armado, y clama una vez más no solo por el respeto a la vida humana sino también, a la tierra, a la naturaleza y al medio ambiente, también víctimas de la acción irracional del hombre, en Bogotá se realizará una lectura pública de la encíclica, en la Biblioteca Luis Ángel Arango.
Será un acto de reconocimiento de su dramática actualidad frente a los estragos de la crisis socio-ambiental que enfrenta el mundo.
Hay que volver una y otra vez sobre este documento: un verdadero manifiesto en aras de un desarrollo sostenible e integral, que ponga fin a las desastrosas consecuencias económicas, ético-políticas, sociales y medioambientales del modelo de producción, distribución y consumo imperante, y sus estilos de vida centrados en el individualismo, el consumismo y la nefasta cultura del use y bote.
El urgente llamado del papa ha sido considerado revolucionario.
Y lo es, por situar las responsabilidades acerca de la crisis civilizatoria en que se debate la humanidad, en los terrenos de la economía y la política, y por el énfasis puesto en la acción del hombre como verdadero artífice del calentamiento global, el cambio climático, la injusticia y la desigualdad.
Su clamor por el cuidado de la casa común es así mismo un alegato por la defensa del territorio de la voracidad de la industria extractiva, ávida de carbón, petróleo, gas y recursos minerales, en detrimento de la vida humana, animal y vegetal, del agua, la biodiversidad y los demás bienes ecosistémicos.
La ineludible conversión ecológica a que llama Francisco, no solo a los católicos, sino también a los creyentes y practicantes de otras confesiones religiosas, a los agnósticos y ateos –a todos los hombres de buena voluntad-, debe traducirse en una pronta y eficaz acción política, en pro de reconocer y superar los condicionamientos económicos y políticos de la crisis, debidos a los paradigmas antropocéntricos y tecnocráticos predominantes.
El Papa realiza una valerosa crítica a las relaciones entre justicia y medioambiente, señalando la conexión entre inequidades socio-económicas y deterioro ambiental. A partir de ahí, hace un llamado a luchar por un nuevo tipo de relaciones entre los hombres y la naturaleza, de manera que la vida en la casa común sea sostenible.
“No tengamos miedo al fango de la historia con tal de rescatar y renovar la esperanza”, dice Francisco.
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