Cada sábado tenemos la sección Antojos, un espacio para leer fragmentos de libros publicados por Sílaba Editores.
Una poesía trasversal
(Efrén Giraldo)
“Lo que te diga es mentira” es una locución habitualmente usada en Colombia. Es una expresión fija —o fraseologismo— con la que el hablante quiere trasmitir sinceridad, honestidad y reconocimiento de la propia ignorancia. Enuncia una cercanía y, en función de ella, una proclividad al engaño. Es una suerte de hipérbole para indicar que, cuando se habla sin saber, se dirán cosas falsas. El enunciado tiene base en un oxímoron: formula una pretensión de verdad, pero bajo la aceptación probable de la mentira. El objetivo es considerar esta contradicción de términos una vez se traslada al espacio, también dominado por el oxímoron, del decir y el mostrar.
El papel de la ficcionalidad en las artes plásticas y visuales nunca ha sido claro. Parecería un atributo exclusivo de las artes del lenguaje, quizás las más facultadas para representar acciones y crear mundos posibles. De hecho, el arte clásico solo aceptó lo narrativo a condición de subordinarse a un texto que indefectiblemente ilustraba. El arte moderno, si aceptamos una de sus líneas maestras, se definió en términos de la autonomía de los medios plásticos y, principalmente, de la emancipación de la tutela de lo literario. El rechazo de lo narrativo estuvo así en el corazón de la pregunta por la pintura y las artes plásticas. Extrañamente, el eclipse de la necesidad lingüística en la pintura o la escultura se dio de manera simultánea con la aparición de una conciencia: que la metáfora del lenguaje era la más útil para explicar los otros medios artísticos. Fue posible, por ello, hablar de lenguajes artísticos, del lenguaje de la pintura, del lenguaje de la música.
Las vanguardias introdujeron comportamientos para los que los límites entre disciplinas artísticas eran un obstáculo. Gran parte de los gestos que fundan la interdisciplinariedad artística moderna tuvieron lugar en las síntesis o yuxtaposiciones del futurismo, el dadaísmo o el surrealismo. Sin embargo, fue con la irrupción de las segundas vanguardias y el comportamiento indisciplinado de los medios, con la reparación de intereses como la memoria, el archivo, la figuración de la autoría y lo autobiográfico, como la narración y la ficción adquirieron una fuerte presencia en las artes plásticas durante el ciclo corto del arte posmodernos a finales del siglo XX.
La dimensión alegórica de medios como la fotografía, el videoarte o la performance, puesta de presente en la década de 1980, activó una dimensión narrativa que hoy parece infaltable. Podría afirmarse, sin temor a exageración, que la desactivación del paradigma modernista nos ha dejado en las artes plásticas y visuales una preeminencia del relato. De la misma manera, es casi un hecho que, para la crítica, cuestionar las narrativas oficiales es casi el contenido (y hasta el propósito) característico del arte.
En Colombia, y particularmente en Medellín, los artistas de las últimas generaciones han admitido el lugar preponderante que la ficción y la narración tienen en la apropiación de lo documental, lo etnográfico y lo político. Se sirven de la escritura de la historia, del régimen de verdad que pretenden instaurar los medios y las instituciones, y reinstalan nuevas narraciones. Superada la vieja discusión sobre la autonomía oficiosa de los medios y superado el miedo a la literalidad, vemos que el lenguaje y la palabra impresa, el texto, la narración y su discutible estatuto como portador de verdad, se han instalado como posibilidades para el arte.
Lo que te diga es mentira parte de una serie de preocupaciones por los límites entre historia y ficción y reúne a un grupo de artistas y escritores de Medellín que vinculan estrategias documentales, etnográficas, cartográficas y plásticas, eventualmente relacionadas con procesos derivados de la poesía, la literatura, el periodismo y las distintas formas de escritura creativa. La mayoría, por no decir que casi todos, se preocupan por los límites y la naturaleza de la ficción, por la intersección entre formas y técnicas y por el desmonte de las disciplinas a través del socavamiento de sus fundamentos.
Se hallan aquí ejercicios de creación donde la imagen y el objeto obligan al texto a fijar el sentido, aun si la misma obra artística problematiza esa misma posibilidad. También aparecen trabajos donde el texto produce una onerosa constricción, escritos que evaden la posibilidad de ser ilustrados y que por lo tanto instalan en la ficción una posibilidad para la elaboración manual o corporal. Por último, se dan procesos donde el involucramiento problemático del texto y la imagen, o de la narración y la construcción plástica, dejan una interrogación en la autoría, la permanencia del resultado o la interpretación del espectador.
Aprovechando el límite problemático entre arte e historia, entre crítica y manifiesto, entre palabra e imagen, Lo que te diga es mentira presenta a artistas y escritores trenzados en un diálogo fecundo alrededor del dibujo, la pintura, la ilustración, el video, la performance y la experimentación plástica y literaria. Si algo hubiera que señalar como factor de unidad es el hecho de que todos, a su manera, comprometen la exposición y la edición como formatos ampliados en los que convergen la escritura y la creación, la curaduría y los procesos editoriales.
De ahí que la textualidad que acompaña la muestra corresponda a varios géneros y modalidades de la escritura experimental. Guiones de películas ausentes, crónicas imaginarias, ficciones que hacen existir un performance, manifiestos autorreferentes, falsificaciones editoriales, parodias de obras imaginarias, integran una selección donde la imagen se oculta, pero a la vez se revela. La escritura aparece como una fuerza de dispersión y no de apropiación.
Por último, hay que decir que, si bien el concepto de generación ha perdido validez historiográfica, es más que significativa la consonancia temporal y profesional de los artistas y escritores involucrados en la muestra, que en su mayoría pertenecen a coordenadas que los sitúan entre los treinta a los cuarenta años. Contradiciendo la idea de que la creación literaria es refractaria a la experimentación y al diálogo con otros espacios creativos, Lo que te diga es mentira instala una consonancia que es la vez ruido compartido y silencio, atracción de palabras e imágenes, pero también enemistad sin resolver. La escritura se convierte, de esta manera, no en el sistema último, sino en una posibilidad que, en lugar de enmarcar conceptualmente esculturas, dibujos, pinturas o instalaciones, acaba por ser un elemento artístico más.
No significa esto que las palabras aparezcan solo por su valor plástico, como en la poesía concreta o la poesía visual y objetual. Bajo figuras como el gesto de edición, la paradoja comunicativa, la nominación problemática y la formulación de mundos posibles, el lenguaje irrumpe no solo como un medio específico, sino como un lugar de fricción y activación de la conciencia artística. Derogadas las pretensiones explicativas del arte a través de la crítica y la teoría, queda un lugar (el libro, la exposición) donde los poderes imaginativos de la escritura ingresan como estrategia para aventurar nuevas posibilidades de significación.