Bridgetower, a quien se le dedicó originalmente la Sonata Kreutzer, fue un prodigio carismático pero se desvaneció en la historia.
Por, Patricia Morrisroe* publicado en The New York Times
Seis meses después de que Beethoven contemplara el suicidio, al confesar la desesperación que sentía por su creciente sordera en el documento de 1802 conocido como el Testamento de Heiligenstadt, estaba de juerga en las tabernas con un carismático nuevo camarada, George Polgreen Bridgetower. Este violinista mestizo había llegado recientemente a Viena, e inspiró una de las piezas más famosas y apasionantes de Beethoven, la Sonata Kreutzer.
Beethoven incluso le dedicó la sonata a Bridgetower. Pero el irritable compositor —quien más tarde quitaría la dedicatoria a Napoleón de su Tercera Sinfonía— finalmente la retiró.
Aunque Napoleón no necesitaba a Beethoven para asegurar su lugar en la historia, ese desaire hizo que la figura de Bridgetower fuese relegada a la oscuridad. Aunque su nombre estaba incluido en la biografía de Anton Schindler de 1840 sobre Beethoven, fue descrito incorrectamente como “un capitán de navío estadounidense”. Como tantos otros artistas negros prominentes durante sus vidas, ha sido en gran parte olvidado por una historia que le pertenece a los que controlan la narrativa.
Bridgetower nació el 13 de agosto de 1778, en el este de Polonia, y fue bautizado como Hieronymus Hyppolitus de Augustus. Su padre, Joanis Fredericus de Augustus, era de ascendencia africana; su madre, Maria Schmid, era germano-polaca, lo que hizo de Bridgetower lo que entonces se conocía como un mulato, una persona de raza mixta. (El libro de 2008 de la poeta Rita Dove, Sonata Mulattica, una crónica imaginaria de la vida de Bridgetower, ha ayudado a elevar un poco su perfil en los últimos años).
El padre de Bridgetower —que tomó el nombre de Frederick, y a veces usó los otros— fue la fuerza impulsora de la carrera de su hijo. Guapo, encantador y con fluidez en múltiples idiomas, Frederick era un narrador natural con un don para la promoción; afirmaba que su padre había sido un príncipe africano adoptado extraoficialmente por un capitán de barco holandés, al que se le prometieron diamantes y polvo de oro, y que luego fue vendido como esclavo, sobreviviendo a un naufragio en el proceso. El padre se casó con una mujer africana y terminó en Barbados, donde nació Frederick; el nombre de Bridgetower probablemente se derivó de la capital de la isla, Bridgetown.
No está claro cómo Frederick terminó en Polonia, pero el historiador William Hart escribió en un artículo publicado en 2017 en The Musical Times que los jóvenes padrinos de Bridgetower eran miembros de la noble familia Radziwill; es posible que Frederick, y tal vez su esposa, estuvieran a su servicio. La pareja y su hijo pronto se mudaron a Austria donde Frederick, conocido como “el moro”, trabajó como paje del príncipe Nikolaus Esterhazy. El príncipe amante de la música mantenía su propia orquesta en su palacio de Eisenstadt, donde Haydn era el compositor de la corte. (George Bridgetower fue promocionado más tarde como pupilo de Haydn, pero no está claro si alguna vez estudió con el maestro).
Se cree que el debut público de Bridgetower sucedió en París en 1789. Pero Hart descubrió un anuncio en un periódico de Frankfurt que promocionaba un concierto de “Hieronymus August Bridgetown,” el “hijo de un moro” en abril de 1786, cuando el niño tenía apenas siete años. Señalaba que ya había tocado para el emperador José II.
Los Bridgetown, como se les conocía entonces, vivieron durante un tiempo en Maguncia, un importante centro musical, donde María dio a luz a otro hijo, que más tarde se convertiría en violonchelista. Frederick, dejando atrás a su esposa y a su hijo menor, llevó de gira a su hijo mayor, quien, anunciado como un “joven negro de las colonias”, interpretó un concierto para violín de Giornovichi en la destacada serie Concert Spirituel en París en 1789.
“Su talento, tan genuino como precoz, es una de las mejores respuestas que se pueden dar a los filósofos que desean privar a los de su nación y su color de la facultad de distinguirse en las artes”, decía una reseña en Le Mercure de France.
Después de varios conciertos más en París, incluyendo uno al que asistió Thomas Jefferson, los Bridgetower —como se llamaban a sí mismos— partieron hacia Inglaterra, donde la familia causó sensación.
Con la ropa de inspiración oriental en boga, Frederick aumentó su presunto exotismo vistiendo amplias túnicas turcas. Todo el mundo quería conocer a este “príncipe africano” y a su prodigio, cuyo nombre se había convertido en George. En el otoño de 1789, Frederick había conseguido que su hijo actuase ante el rey Jorge III y la reina Carlota, así como ante el príncipe de Gales, más tarde Jorge IV.
George produjo “asombro general” al tocar en Bath, según el Bath Morning Post. A los 11 años, debutó en Londres con un concierto de Giornovichi entre las dos primeras partes del Mesías de Handel. Él y su padre estaban a menudo en Carlton House, la residencia del Príncipe de Gales, que organizaba regularmente conciertos de cámara. El 2 de junio de 1790, el príncipe patrocinó un concierto benéfico para Bridgetower y otro joven artista en las Hanover Square Rooms, el principal lugar de conciertos para la alta sociedad.
Hasta entonces, Frederick había manejado hábilmente la carrera de su hijo. Pero su comportamiento se volvió cada vez más autodestructivo. En una mascarada a la que asistió el príncipe, Frederick se vistió como la caricatura de un esclavo negro, abogando por la abolición; esto era ciertamente una causa digna, pero la maniobra sirvió para alienar a las élites cuyo favor se había esforzado en cultivar. Durante una representación del Mesías, gritó para que se repitiera el coro de Aleluya y, tras una lucha, fue expulsado del teatro. Hubo informes de exceso de bebida y de mujeres.
Charlotte Papendiek, una dama de honor de la reina Carlota y una prolífica escritora de diarios, escribió que Frederick se jugó el dinero de su hijo y lo trató tan brutalmente que George buscó refugio con el Príncipe de Gales en Carlton House. Frederick fue internado en un asilo antes de ser enviado de vuelta a Alemania por el príncipe, quien tomó a George, de 12 años, bajo su protección.
El príncipe le dio la oportunidad de aprender de los mejores músicos de Londres. Estudió composición, teoría y piano con Thomas Attwood y violín tanto con François-Hippolyte Barthélémon como con Giornovichi. Estableció una estrecha relación con Giovanni Battista Viotti, un violinista y compositor cuyo estilo seguro y atrevido influiría en el suyo.
Durante la siguiente década, Bridgetower tocaría en cerca de 50 conciertos públicos con las principales orquestas y músicos, incluyendo a Haydn y al virtuoso del contrabajo Domenico Dragonetti. Fue el primer violinista de la banda del Príncipe de Gales; el organista y compositor Samuel Wesley escribió que Bridgetower estaba “justamente clasificado como uno de los mejores maestros del violín”.
Después de visitar a su madre enferma en Dresde, Bridgetower llegó a Viena a principios de abril de 1803. Había sido invitado por el Príncipe Lobkowitz, uno de los mecenas de Beethoven, para tocar los cuartetos de ese compositor.
Beethoven y Bridgetower formaron un vínculo instantáneo. Es posible que el compositor, entonces de 32 años, se haya visto reflejado en el violinista de 24 años. Beethoven había sido apodado “el español” por su tez morena, y los grabados de los dos hombres muestran un marcado parecido. También tenían en común padres abusivos con intereses creados en sus carreras, así como la capacidad de emocionar al público con sus asombrosos talentos.
Después de escuchar a Bridgetower tocar, Beethoven no solo accedió a participar en un concierto para él en el Augarten, sino que también decidió escribir algo para que tocaran juntos. Ya había empezado a bosquejar los dos primeros movimientos de una sonata para violín, para acompañar un final previamente descartado. Ahora comenzó a componer pensando en Bridgetower, ya que los dos hombres se quedaban despiertos por las noches bebiendo y actuando como adolescentes. Aunque Bridgetower fue descrito como melancólico, también podía ser muy alegre y arrogante. Sacó a relucir el lado desenfadado y obsceno de Beethoven.
El concierto había sido planeado para el 22 de mayo de 1803, pero como la sonata no estaba lista, se pospuso hasta el 24. A las 4:30 de la madrugada, Beethoven instruyó a su pupilo, Ferdinand Ries, para que copiara los dos primeros movimientos para el violinista. Ries solo logró el primero, y la parte del piano aún estaba en forma de boceto. Beethoven y Bridgetower subieron al escenario para el concierto en la mañana, sin haber ensayado nunca la pieza. Bridgetower la estaba ejecutando a primera vista.
Beethoven le había dado a Bridgetower un solo de apertura que comenzaba con una declaración explosiva, moviéndose en un ardiente y sensual diálogo. En un momento dado, Bridgetower sorprendió a Beethoven al imitar y luego expandir una corta cadencia de piano en el primer movimiento. Beethoven, saltando, lo abrazó, gritando: “¡Mi querido muchacho! ¡Una vez más!”.
Después del recital, Beethoven le entregó a Bridgetower su diapasón y escribió una dedicatoria en la partitura: “Sonata mulattica composta per il mulatto Brischdauer, gran pazzo e compositore mulattico” (“Sonata mulata compuesta para el mulato Bridgetower, gran lunático y compositor mulato”).
Tolstoy escribió sobre el inquietante primer movimiento en su novela La sonata a Kreutzer, cuyo protagonista, después de oír a su esposa tocar la pieza con su profesor de violín, la apuñala hasta la muerte en un ataque de celos. Beethoven no hizo nada tan extremo, pero después de que Bridgetower hiciera un comentario grosero sobre una mujer que Beethoven admiraba, los hombres se pelearon y le retiró la dedicatoria.
Cuando la sonata fue publicada, llevaba el nombre del violinista francés Rudolphe Kreutzer. Beethoven había pensado en mudarse a París, y dedicarle una pieza a Kreutzer fue una calculada jugada política. Lo que Beethoven no sabía era que a Kreutzer no le gustaba su música; Kreutzer describió la sonata como “escandalosamente ininteligible” y nunca la tocó.
Bridgetower regresó a Londres y continuó tocando, al disfrutar del patrocinio del Príncipe de Gales. El 23 de mayo de 1805, participó en un concierto en las Hanover Rooms, junto con su hermano quien tocó un concierto para violonchelo de Romberg. Su padre también había regresado a Inglaterra, donde fue arrestado y encarcelado por vagabundeo.
En 1811, Bridgetower obtuvo una maestría en música en la Universidad de Cambridge y se convirtió en miembro de la Royal Philharmonic Society. Cinco años después, se casó con Mary Leake, la hija de un próspero fabricante de algodón; tuvieron dos hijas. Una murió en la infancia, y él se distanció de la otra. Él y su esposa se separaron en 1824.
Poco se sabe de los últimos años de Bridgetower; en algún momento parece haber dejado de presentarse, ganándose la vida como profesor de piano en Roma y París. En una carta de 1847 a Madame de Fauché, una colega música, hace una referencia en broma pero contundente a su identidad mulata: “Si el portador de esta carta tiene la suerte de encontrarte, hazme el favor de hacer llegar tu mensaje al que no es lo bastante justo para ser ‘mi tigre’ ni lo bastante oscuro para ser ‘mi Viernes’, pero es mi probado y honesto Calibán”. La alusión al personaje mitad humano, mitad bestia de La tempestad de Shakespeare es conmovedora: cuando su isla es invadida de repente, Calibán es esclavizado.
Bridgetower murió el 29 de febrero de 1860, en una casa de una pequeña calle del sur de Londres; fue enterrado en el cementerio de Kensal Green. El certificado de defunción lo identifica como un “caballero”. Para ese entonces, Beethoven había desaparecido hacía 32 años.
Se desconoce si Bridgetower volvió a tocar alguna vez la Sonata Kreutzer o si estuvo en contacto con Beethoven tras su ruptura. Todo lo que sabemos es que el 24 de mayo de 1803, dos brillantes intérpretes deslumbraron a la multitud con su gran virtuosismo. Uno de ellos pasó a la historia.
*Patricia Morrisoe es autora de la novela The Woman in the Moonlight.