Ver Human me hizo querer más la vida. Apreciar a los semejantes, al vecino, a quien postula una idea diferente y al que como cualquiera, merece respeto y apoyo en sus iniciativas
FICHA TÉCNICA – HUMAN
País, año, duración: Francia, 2015, 188 minutos
Director y guion: Yann Artur-Bertrand
Música: Armand Amar
Fotografía: Yann Artur-Bertrand
Entrevistados: Más de dos mil personas
Productora: Humankind Production
Género: Documental
Suelo decirles a los estudiantes de los cursos que oriento, en modo inquietante, que cual debería ser la imagen para poner de perfil si tuviéramos un Facebook interplanetario.
La mención causa desde ironías, risas y una que otra variable. La actitud es que algún día los extraterrestres querrán saber algunos datos sobre nosotros; tal vez en alguna contienda, ya no quede más, y pueda evidenciarse un vestigio sobre la humanidad.
Creo haber encontrado, en la línea audiovisual, cómo cubrir ese espacio. Además, es la prueba, el testimonio (en plural y en diversidad), de algunos de los rastros que nos describen. ¿Qué debería contener un rostro, una imagen sobre nosotros?
Es un desafío suponer las probabilidades. Lo que vi son una serie de recopilaciones variopintas, una amalgama de geografías humanas, unos matices que arrojan muchas incógnitas, porque eso somos, una serie de preguntas. Un asombro sostenido, con angustias y una que otra fuerza, empuje y resolución para librar las batallas.
Aunque, al detenernos, también ofrecemos el horror y la barbarie, porque somos una maravilla constante: si deseamos, podríamos seguir protegiendo el paraíso, la maloka donde habitamos.
Ver Human me hizo querer más la vida. Apreciar a los semejantes, al vecino, a quien postula una idea diferente y al que como cualquiera, merece respeto y apoyo en sus iniciativas.
A veces malgastamos nuestra vitalidad: el tiempo y los pensamientos, así como las energías y fuerzas en ser indiferentes o no reaccionar con lo que nos sucede, y nos hacemos a un lado o ni siquiera prestamos la atención; el encapsularnos ha hecho que poco reconozcamos la real riqueza que poseemos: la gente y que la tierra es tan universal, que se nos olvida la multiplicidad y diversidad existentes.
Persona por persona que aparece en Human presenta un inmenso valor, dado que nos refiere el patrimonio más exclusivo y brillante que cada ser humano pueda poseer: su historia; no importa hasta dónde o con quiénes haya logrado estar, esa es su gracia, está, se encuentra respirando.
Eso sí, hay un llamado y una misión: nuestro paso por el respirar no es fortuito, ni podemos interactuar con otros porque sí. La línea de la que nos prendemos todos la compartimos, y allí sabremos el esfuerzo que hace cada quien para impedir que caigamos, o por el contrario por mantenernos.
Somos una cadena, aunque muy distantes y sin aparentes puntos de encuentro nos une más de lo que creemos: deseos, sueños, tristezas, alegrías, el compartir, el ser los guardianes de lo que nos rodea.
A nosotros nos interesan variadas situaciones. Nuestros gustos y modos de vida son disimiles. ¿Qué piensa a esta hora una persona estando presa en la cárcel? y ¿De qué modo transitan los ciudadanos por una calle en Sri Lanka?, o ¿Cuál es el horizonte para un niño en Namibia que trabaja todos los días?
Poseemos valores, nos movemos por símbolos, nos asisten creencias, estamos separados por la economía, aún así, pertenecemos, somos, estamos.
No hay distinción, cada quien debe atravesar barreras, sus ideas de vivir son ricas y muy diferentes. Human se encuentra hecho de antecedentes, del ahora y del mañana. Su logro es magnánimo, reúne más de dos mil personas de todas las latitudes y procedencias, de las creencias y arraigos y ahí puestos en pantalla nos iluminan, lo que cuenta es tan revelador que no podríamos dejar de aferrarnos a ese diminuto espacio donde habitamos.
Me dieron impulsos por abrazar, por ampliar mis perspectivas. Solemos parapetarnos en una baldosa y la defendemos como si no hubiese nada más y obtenemos un inmenso orgullo al salirnos de ese minúsculo sitio y contemplar lo tan rico y múltiple de nuestros semejantes.
La manera como nos sacuden las imágenes de Human son en apariencia sencillas, con muestras de los habitantes de la tierra, y percibimos las preguntas más asombrosas y decisivas: la felicidad, el amor, la misión de vida, el pertenecer y ser, la muerte, el trabajo, la sociedad, lo que ha pasado y lo que vendrá, la familia, las relaciones de pareja y con los otros, y así se instala un panorama de la aldea global y sus personas.
Muy sagaces sus realizadores por la caminata y el capturar lo fastuoso de los rincones y los bordes de los lugares y de quienes hablan.
A veces, podemos imaginar y esa facultad nos abre, nos entrega posibilidades, nos da la garantía de ocurrencias. Aún así partimos de desconocer lo que nos rodea, esa asomada por el mundo en imágenes, por los sucesos, por los paisajes, por montañas, ríos, cascadas, recovecos, contextos, temáticas… de inmediato es como si uno presenciara algo muy improbable y escena tras escena, lo improbable se va replicando, crece, de manera tan majestuosa, que la perplejidad no nos abandona.
Cada quien que ofrece su propia humanidad y nos contagia de un fervor, de unas penurias, de unas alegrías y esencias como también de trivialidades.
Una de las muestras más preciosas, es la historia de un hombre que quedó desfigurado por la bomba en Hiroshima y cuenta cómo pudo, aún en su bancarrota existencial, vivir con el amor de toda su vida; un niño del África nos devuelve a una de las alternativas misionales sobre el existir. Una abuela nos conecta con la felicidad, un millonario con el valor de vivir y así hasta ir reuniendo un estadillo, susurros y palabras que no olvidaremos.
Human es de esas experiencias por asumir, no puede uno pasar su existencia sin dejarse tratar por ese patrimonio. Uno se mueve, apropia emociones y sentimientos fuertes, otros con la fragilidad para doblarnos y conmovernos.
La técnica parece sencilla: ante la pantalla, con el mismo modo, un plano medio, van pasando: mujeres, niños, adultos, ancianos; con un marco excepcional: parajes, lugares, postales, sitios, nuestro hogar, la casa, esa misma donde residimos. Las sensaciones son enormes y al tiempo existe una situación minúscula, porque siendo el mundo tan grande y con tanta diversidad, no nos percatamos de ello, y lo reducimos a lo que pisamos.
Si algo nos permite abrazar sentidos es el de aceptar lo diverso, lo excelso, lo multiforme de nuestra especie; tendríamos que vernos más con otros, escucharlos, impedir que el disenso nos cause estragos, enojarnos menos o más por lo que vale la pena, darle rienda suelta a ese espíritu, a ese ánima, a esa definición que nos hemos otorgado: humanos, de humus de la tierra y de pertenencia a ella.
Así que hemos de ocupar el espacio, disponer de una sucesiva presencia de imágenes para abonar el terreno. También me confío en que al ver ese panorama, nos sintamos más humanos, más con vida, y que sin ser todo color de rosa ni de hormiga, el respirar, este pedazo de cuerpo que tenemos, estas maneras de pensar, de ser y estar, nos permitan congraciarnos con nosotros y con los semejantes.