Escribiendo este texto he sido consciente del valor que tendría emprender como ejercicio de reflexión un recuento histórico y académico, desde las perspectivas urbanística y social
Un contexto general
A finales del siglo pasado y comienzos de este, la economía estaba estancada, fuertemente afectada por la crisis del sistema de financiación de los bienes inmobiliarios, el UPAC, y asolada por el conflicto interno; el desempleo rondaba el 20% y la inflación se ubicaba cerca del 17%.
Ese era el panorama que enmarcaba al país en el inicio de los nuevos gobiernos territoriales, en el año 2001, los cuales aún tenían un período de duración de tres años.
En Pereira, fue elegida con gran expectativa la candidata del partido liberal Martha Bedoya. Al ingresar al gobierno, ella quiso retomar la idea de renovar la galería central o plaza de mercado. En administraciones anteriores se había dado inicio a esta iniciativa pues el sector empezaba a mostrar un cierto decaimiento. El deterioro del lugar se vio acelerado por los estragos causados a partir de la ocurrencia del sismo del año 1995, momento en el cual el Alcalde del época, Juan Manuel Arango, decidió comprar el predio de la antigua galería y trasladar la plaza de mercado a lo que hoy se conoce como el Mercado Minorista de la calle 40.
Adicionalmente a estas acciones de gobierno relativamente recientes, existían propuestas de traslado de la antigua galería realizadas desde los años sesenta.
En el plan de renovación urbana del centro de Pereira, posteriormente bautizado con el nombre de Ciudad Victoria, confluyeron entonces dos factores decisivos a mi juicio: la economía que en el año 2001 empezaba a dar síntomas inequívocos de reactivación después de haber vivido un fuerte estancamiento, aspecto en el cual esta iniciativa representó una forma de reactivación de la economía local, y la influencia de otros emprendimientos de renovación urbana iniciados en el país, como el del parque Tercer Milenio en Bogotá, o el del Museo de Antioquia en Medellín.
Recuerdos de la plaza de mercado y mi participación en el proceso de renovación
La galería central quedará en mis recuerdos asociada a un canasto de mimbre. Era ese el recipiente que usaba mi madre para ir a realizar el mercado. En mi memoria están grabadas las imágenes de la estructura del viejo edificio, sus rampas peatonales que daban acceso a los diferentes locales, los puestos repletos de yerbas aromáticas, oscuros y con olor a tierra, los comercios que vendían la carne (expuesta en toda su desnudez, aferrada como trofeo a potentes ganchos metálicos), las ventas de queso cuyo suero se derramaba por el piso sin que a nadie pareciera preocuparle, el gentío, los olores, el bullicio, el muchacho que ayudaba a cargar el canasto, ya repleto de víveres, amarrado a una cincha que ajustaba y sostenía desde su cabeza.
Ese era para mi un lugar de visita frecuente hasta que en la ciudad hizo su aparición una innovación, el primer supermercado.
Años después, cuando regresé de hacer una maestría en Bogotá, me vinculé al gobierno de Martha Bedoya como Secretaria de Control Físico. Allí, a comienzos del año 2001, era citada a unas reuniones en la Universidad Tecnológica, a las que asistía en compañía de representantes de diferentes entidades, entre ellas varios secretarios de despacho del municipio y la Fundación Vida y Futuro, para discutir el camino a seguir con el fin de dar continuidad a la renovación urbana de la galería, que por alguna razón se había quedado a la mitad, una vez que fueron trasladados los comerciantes que ocupaban el edificio central.
La formulación del proyecto de Ciudad Victoria
La formulación de un plan parcial de renovación, obligado para esa área por el plan de ordenamiento vigente, Acuerdo 18 del 2000, venía siendo liderada en la Empresa de Renovación Urbana, dirigida por la Doctora Adriana López Giraldo.
Se dio la coyuntura que la Dra. Giraldo salió a cumplir su licencia de maternidad, y la Alcaldesa Bedoya me encargó de la gerencia de dicha empresa.
Desde ese momento, y con el apoyo de un gran conocedor de los temas de ordenamiento, el economista y consultor Fabio Giraldo Isaza, retomamos la formulación del plan parcial, para lo cual contamos con un gran equipo de profesionales locales entre los que se destacaban el urbanista Gustavo Mejía Rodas, los arquitectos Orlando Bedoya, Luis Fernando Montes y Carlos Andrés Herrera, y la abogada Olga Lucía Monsalve.
Pido excusas si la memoria me traiciona y dejo de mencionar a otras personas que hicieron parte de este equipo, que fue el encargado de darle un perfil de documento técnico a la iniciativa, y presentarlo ampliamente, no solo a toda la institucionalidad y la ciudadanía pereirana en general, sino a los inversionistas que a la postre terminaron vinculándose al proyecto y siendo definitivos en la viabilidad financiera de toda la operación.
Valoración crítica de la renovación urbana del centro de Pereira
Para no extenderme indebidamente en este documento, es importante aclarar que la propuesta diseñada por el equipo técnico que dirigí, fue acogida posteriormente en la Secretaría de Planeación a cargo en ese entonces de la Dra. Adriana Vallejo. Allí, se hicieron modificaciones al urbanismo planteado inicialmente, y se dio paso a la concreción de lo planificado.
Es una realidad incontrovertible que la zona estaba totalmente tomada por la delincuencia, las edificaciones ruinosas amenazaban con derrumbarse, y los propietarios, impotentes, arribaban desesperados a mi oficina de entonces buscando apoyo para recuperar la soberanía sobre sus predios, casi todos invadidos o tomados por los grupos ilegales. No obstante esta aguda situación, considero que se tomaron algunas decisiones inadecuadas y perjudiciales para la ciudad.
Una de ellas, la eliminación de la carrera 11 entre calles 18 y 14, lo que repercutió de manera muy negativa en la movilidad de la ciudad. Este aspecto del urbanismo pudo y debió ser sustituido por la depresión de la vía, en un nivel inferior a los sótanos de parqueaderos del actual supermercado Éxito, lo cual evidentemente habría aumentado los costos, pero habría salvado la movilidad de una arteria importante de la ciudad.
Por otro lado, hoy día puedo comprender mejor el aspecto social de los procesos de renovación urbana, de estos entramados colectivos que, aunque fuertemente cooptados por la criminalidad, contienen otros aspectos de delicada urdimbre y manejo.
La ruptura que implicó el desplazamiento forzado de esta población, en virtud de la renovación del entorno físico, tuvo impactos dramáticos, no solamente para la población en sí misma, sino para toda la ciudad.
Las actividades asociadas a la ilegalidad se diseminaron por el territorio creando nuevos nichos de malestar social y deterioro urbano (es el caso de los puentes de las carreras 9ª y 10ª con Avenida de Ferrocarril o el de la Carrilera en el barrio Cuba), y el tratamiento de la población afectada e involucrada en estos cordones de miseria fue estrictamente paliativo y excesivamente puntual.
Aquí es importante aclarar que, a pesar de que al momento de la formulación del plan parcial, por directriz de Fabio Giraldo, contratamos con la Fundación Germinando un censo de la población y actividades económicas del sector, y que allí se mostraba claramente la fuerte presencia de redes de tráfico de objetos robados, cable de cobre, monedas, y por supuesto drogas ilícitas, fue incorrecto asumir que todos sus habitantes estaban en la indigencia por ser delincuentes o drogadictos. Incluso, habría que haber entendido de mejor forma que estos fenómenos sociales se traslapan o superponen, y que no es necesariamente desplazándolos sin ofrecer solución real a sus problemáticas, como se debe abordar el aspecto social de estas intervenciones urbanísticas.
Conclusión
Podría contar más anécdotas, y analizar otros aspectos técnicos, como el avalúo de los predios, lo que a la postre ha imposibilitado el desarrollo de los proyectos de vivienda, o la aridez del espacio público propuesto y construido, del cual la plaza Ciudad Victoria es un hecho representativo en relación a las deficiencias del diseño urbanístico (el cual no consultó ni las necesidades reales de la población, ni el entorno o los factores climáticos del lugar donde se habría de construir), pero el espacio es limitado y no alcanza para exponer todas las aristas que tiene una experiencia como estas, de gran impacto y trascendencia para una ciudad.
Existe una gran pieza literaria escrita por el argentino Tomás Eloy Martínez que se llama El Cantor de Tango. En ella se recrea la obsesión de un intérprete de esta música porteña por atrapar los lugares de la ciudad que están desapareciendo. El artista realiza presentaciones secretas en aquellos lugares que el continuo desarrollo urbano va devorando. Es una metáfora de los tiempos pasados que están, también, representados en los edificios y lugares que fueron parte de las vivencias de otros, ciudadanos como nosotros, que ya no están, pero que nos hablaban de sus costumbres, amores y ambiciones. Recordar y valorar la ciudad que va desapareciendo es una acción importante, para construir y reforzar la identidad de un territorio y sus habitantes.
Escribiendo este texto he sido consciente del valor que tendría emprender como ejercicio de reflexión un recuento histórico y académico, desde las perspectivas urbanística y social, de este hecho que sin duda es uno de los más importantes de todos los tiempos en nuestra ciudad.