La nueva película colombiana “La defensa del dragón”, dirigida por Natalia Orozco, nos ofrece un sencillo cuadro de lo que implica estar sin otros, en el otoño de la vida.
Ficha técnica
Año, país, duración | 2017, Colombia, 79 minutos |
Dirección y producción | Natalia Santa |
Guion | Natalia Santa |
Reparto | Gonzalo de Sagarminaga, Hernán Méndez y Manuel Navarro. |
Género | Drama |
Tres hombres veteranos de la vida son amigos. Cada uno en pérdida por lo que no fue, se encuentra viviendo, a su modo, el otoño del existir.
Los tres, en solitario, son lo que decidieron y asumieron.
Esta historia cinematográfica nos ofrece un sencillo cuadro de lo que implica estar en soledad.
Sin muchos aires dramáticos, en cambio, con la simplicidad del pasar, esta nueva película colombiana renueva sus personajes y ancla su mirada en un hecho universal.
Cada uno de los tres tiene una ocupación, parecen tan hechos a su propia imagen que no mueven un peldaño de su espacio para intentar otras movidas o variables.
No se encuentran insatisfechos, ni reniegan, ni aparecen en medio del acabose.
Están solos a su manera, sin más compañía que sus aficiones: el ajedrez, los relojes y la curación.
En medio de una Bogotá que puede ser de cualquier época, ellos decidieron quedarse a donde llegaron.
Porque suponemos que sus dramas humanos pueden desencadenar en cualquier acontecimiento o van en alguna contravía, pero resultan siendo algo diferente.
Uno de ellos piensa que no hay nada mejor que el ajedrez, y traspira al mover fichas allí y allá (llegó a ser campeón).
El otro es un apasionado de los relojes, los acicala, los arregla con la precisión del tiempo y cuenta con su tienda donde los conserva, exhibe, vende y compra.
El último aparece como un médico, pero más homeópata, con un aire español y un extraño don de superioridad.
Recuerdo entonces un clásico del cine mexicano de Iñarritu, Amores perros, un personaje dice: “Porque también somos lo que hemos perdido”.
Quien nos postuló este bello artificio, también nos motiva a una narrativa que engancha.
No sé muy bien cuál es la intención de la película, salvo que su historia no es para quienes esperan sorpresas o quieren el accionar incesante.
Si para los que saborean el tiempo, el paso de ese implacable. Y lo que obtienen es un descanso: la pausa del acelerador.
Las emociones se aclimatan, y por ese intersticio de la soledad también contamos con nuestro reloj, una cama o un porro para poder dormir (como lo hace el supuesto médico).
Los tres amigos que comparten su soledad, defienden, sin mayores estrategias, su peldaño en la vida.
Me motiva demasiado ver películas sin muchas pretensiones, porque son las que más opciones ofrecen.
Nos permiten deambular por los detalles, por lo que en cada escena se presenta, porque nos tocan la sensibilidad.
En el cine colombiano hay pocas propuestas de historias así, y las que recaban sobre algo más espectacular, nos plantean extremos.
En cambio en La defensa del dragón nos sacuden la integridad, nos ubican en la ciencia y futilidad del pensar. Van arrinconando para nosotros una melodía tan simple que al final vibramos.
Por lo menos tres títulos de películas con la misma factura evoco: Los Nadie de Juan Sebastián Mesa, Los Hongos de Oscar Ruiz Navia y Sofía y el Terco de Andrés Burgos. Historias sencillas con aires de tranquilidad.
Al verlas uno vuelve a confiar en que no hay mayores desafíos.
En esos instantes donde se intercambia y comparte yace lo trivial y sustancial.
Foto tomada de Cineclandestino
Una defensa puede ser resguardarse, otra ir transcurriendo. Eso no importa, cada historia cuenta con sus propias verosimilitudes.
La que nos cuenta la cineasta Natalia Santa, parte de la idea que temer perder es temer vivir.
Temer verla es inhibirse de participar de un espejo de la existencia, en soledad