En lo primero se deben cobijar los gustos de la mayoría. En lo segundo debe prevalecer el debate ciudadano, pensar los asuntos a largo plazo y con interlocutores válidos.
¿Qué tanta claridad existe en la ciudad sobre ambos aspectos?
Las actuales Fiestas de la Cosecha, han estado muy buenas.
Esta opinión, que es más o menos generalizada, se ve reforzada por el comportamiento civilizado con el que los ciudadanos han respondido al esfuerzo de esta administración por brindarles unas muy buenas celebraciones.
Es posible que a algunas personas (incluso a muchas) no nos guste el tipo de música que ha acompañado algunos de los eventos, pero, no es esa una razón para descalificar lo que se ha hecho.
Porque, cuando se trata de realizar un festín, las actividades propuestas deben cobijar los gustos de la mayoría.
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En ello, hacen eco de la figura medieval del carnaval, que es, en esencia, un espacio de distensión con un papel fundamental en las sociedades humanas.
En él, por un tiempo limitado, se relajan las rígidas costumbres y obligaciones, y en el espacio público las clases sociales se igualan y comparten.
Es así como el disfrute se convierte por sí mismo en un objetivo, sin que medie un propósito racional o explícito más allá que pasarla bien colectiva y masivamente.
Por eso no considero que pueda exigirse a su organización lo que no le corresponde, como contribuir a la formación cultural o capacidad de apreciación estética, o reforzar la identidad.
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Si bien es cierto que las nuestras se llaman “De La Cosecha”, y sería muy bueno que tuvieran un sello distintivo: este requerimiento está más relacionado con un posicionamiento que permita hacerlas atractivas como oferta turística, más que a una reflexión social a la que ellas deban inducir.
Los procesos de formación y reflexión son de largo aliento y proceden de otro tipo de acciones, propias de los proyectos culturales, artísticos, económicos, políticos o sociales.
Es posible que, fortalecidos estos, el carácter de nuestras celebraciones se afirme o se modifique, pero no creo que funcione en el sentido contrario, es decir, que a partir de unas conmemoraciones puntuales cambiemos, por ejemplo, nuestra identidad cultural.
Para resumir, dejar contento a todo el mundo es imposible, pero, dar gusto es importante cuando se trata de unos festejos.
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Por el contrario, dar gusto no debe ser el criterio en otros asuntos.
Lo que sí no se puede confundir es una cosa con la otra, por lo menos no desde la administración de una ciudad. No se puede pretender que la celebración de un proceso cultural y de identidad de cien años, como el de la Banda Sinfónica, haya quedado despachado con una presentación de música popular y de despecho en el marco de las fiestas. Esa fue por lo menos la sensación que dejó la manera como la Alcaldía convocó a la ciudadanía para tal fin, un concierto promocionado como homenaje.
Lo que se debe celebrar es la contribución de la banda a los procesos musicales de la ciudad, su trayectoria y ejecutorias durante estos cien años, honrando una tradición que fundamentalmente (aunque no de manera exclusiva) ha estado dedicada a la interpretación de música culta y folclórica.
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Así que, todavía esperamos que durante este año se realice la conmemoración que muchos esperan, de los cien años de la Banda, por lo menos con otro evento de igual magnitud, difusión y convocatoria que el realizado en la plaza de Bolívar como inicio de fiestas.
Dirigir una ciudad implica tomar muchos tipos de determinaciones, las más difíciles de ellas son aquellas cuyas repercusiones solo se constatarán en el largo plazo.
Para cada uno de esos asuntos existen interlocutores válidos quienes, agrupados en instituciones u organizaciones sociales, facilitan y enriquecen el debate sobre las decisiones a tomar.
Generalmente, plegarse a los deseos de la mayoría en estas decisiones sería un error, puesto que no todos están en capacidad de saber qué es lo mejor para la ciudad en su conjunto, así crean saber qué es lo que más le gustaría obtener en el corto plazo.
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En cuestiones de más largo aliento, es importante que se debatan las propuestas, que se escuche a quienes están calificados para hablar con argumentos de cada una de ellas, y se trate de acoger las buenas sugerencias y opiniones que resultan de estos debates ciudadanos.