Ponencia presentada por Hernando López Yepes, el día 29 de agosto del año 2018, en el “Encuentro Regional De Bibliotecas Públicas del Eje Cafetero”, celebrado en la ciudad de Manizales.
El amor por la lectura debe hacer parte esencial de la existencia del bibliotecario; su valoración de la palabra y su interés por la cultura han de ser, en su conciencia, “un para siempre”. Sabe que la acción de servir les da sentido a nuestras vidas y, por ello, se prepara académicamente. Es consciente de que sólo puede servir “Aquel que sirve”; es decir, quien posee riqueza para dar.
Sabe que servir es conducir amablemente a los usuarios, respaldado en la autoridad que le confieren su formación, su experiencia y su determinación de ser un dinamizador de los procesos culturales de su comunidad. Ello le exige aproximarse al otro; escucharlo y compartir con él los espacios físicos, emocionales e intelectuales. El bibliotecario ético es un creador de espacios de encuentro, un tejedor de redes sociales, un cazador de sueños, un maestro de la escucha, un validador de la voz del otro.
Tiene conciencia de que para construir es necesario unir a las personas; huye de la solemnidad y de la rigidez psicológica que genera ambientes mortuorios o sepulcrales en las salas de muchas bibliotecas. Posee la comprensión de que las diferencias en el pensamiento no pueden convertirnos en personas ajenas o extrañas y, mucho menos, en antagonistas. Se empeña en contagiar a los usuarios su amor por la lectura y por la discusión colectiva de aquello que se lee. Es consciente de que la lectura de un poema o de cualquier texto literario exige mucho más que saber deletrear.
Al respecto, afirma Jesús G. Maestro:
“A la literatura hay que llegar leído; hay que llegar sabido; hay que llegar aprendido. Si nos acercamos a un texto literario sin haber recibido una formación, ese texto literario resulta ilegible. Y si no hemos vivido lo suficiente como para entender lo que allí se cuenta, lo hacemos en el desconocimiento de que la literatura no nos proporciona conocimientos, sino que los exige; ella exige del lector un conocimiento previo”.
Para leer una novela como “María” de Jorge Isaács, se hace necesario conocer lo que era Colombia hace cien años. El bibliotecario ético genera procesos de lectura, en los cuales son protagonistas los usuarios Camina al lado suyo y se esfuerza porque ellos se conviertan en sujetos de las experiencias intelectuales y culturales que estos procesos generan. Las personas que visitan su biblioteca saben que en ella se privilegia el valor de la reflexión individual y la discusión, sobre la asimilación pasiva de la lectura.
Es consciente de su valor “como estimulador del asombro”. Se esfuerza por asimilar e implementar en su biblioteca las nuevas propuestas y desarrollos de la bibliotecología. Está comprometido con el uso correcto de los últimos desarrollos tecnológicos; sabe que debe orientar a los usuarios en el buen uso de los mismos. Está dispuesto a abrazar lo nuevo y, también, a soltarlo cuando ello se convierte en un elemento dañino u obsoleto. Jamás deja de ser una parte activa y visible (muy visible) en el desarrollo de los procesos de cuyo cumplimiento es responsable.
Es un convencido de que no existe, en nuestro medio, una educación generalizada; de que se nos instruye y se nos educa de acuerdo con el espacio económico donde hemos nacido, y al cual se espera que pertenezcamos, desde el nacimiento hasta la muerte. Fomenta “encuentros de comunicación presencial”; anima a quienes participan en ellos, para que se expresen desde sí mismos y con un lenguaje propio o auténtico.
Tiene la convicción de que la elevación de la conciencia de su comunidad se fundamenta en el mejoramiento de los individuos. Sabe que hoy es necesario luchar por “un humanismo social con democracia”; por una forma de organización social que nos conduzca, a todos, a la creación y el acceso a una existencia donde la cultura sea el elemento fundamental.
Ejerce su profesión con espíritu de gestión; es creativo, en el ejercicio de sus tareas. Despierta en los usuarios la necesidad de generar respuestas comprometidas, frente a los retos de la exterioridad. Crea vínculos con la realidad social de su comunidad. Para lograrlo, acompaña a los usuarios en las acciones de empoderamiento colectivo.
Tiene la convicción de ser un educador de los grupos humanos dentro de los cuales cumple su misión. Se esfuerza por educarse y por educar en el valor de “la comunalidad”, a cambio de la acción de “la colectivización”. Tiene empeño en conocer las condiciones de vida, los anhelos y las luchas de los miembros de su comunidad. Nuestras bibliotecas son lugares donde se estimula la inteligencia y se ayuda a crear responsabilidad intelectual y conciencia de ciudadanía.
En ellas se discuten los problemas inherentes a la educación; los riesgos del uso de las drogas; la violencia familiar y social, el desarrollo y el ejercicio de la sexualidad, la pobreza, el desempleo y el futuro de las nuevas generaciones. El bibliotecario ético debe conocer la realidad de su comunidad; para ello está comprometido con la elaboración de un mapa o de una cartografía geográfica y humana que refleje las condiciones de vida, las necesidades y los anhelos del conglomerado humano con el cual desarrolla su labor.
Crea conexiones y redes de intercambio con otros centros bibliotecarios, procura generar un banco de libros electrónicos en su centro, con la intención de ampliar la oferta de servicios para los usuarios. En España se puede acceder, hoy, a 50,000 títulos de audio-libros para personas invidentes. El bibliotecario de hoy no espera a los usuarios, tal como lo hicieron los bibliotecarios de otros tiempos; sale de su recinto, en busca de ellos. Actúa con mentalidad gerencial, porque es consciente de que él es mucho más que un propagador del hábito de la lectura.
Ha adquirido el compromiso de ser un animador de la lectura de la vida. El bibliotecario ético alerta a los usuarios sobre los riesgos que implica entregarse al poder del los medios masivos de información y entretenimiento. Respecto de este riesgo escribió el poeta Norteamericano Allen Ginsberg:
“Frente a las pantallas de los medios, el ser humano observa de qué manera surten y decoran su vacío mental”.
Quiero terminar esta propuesta con la afirmación de que todo bibliotecario está obligado a ser una presencia viva, un creador de esperanza, un sembrador de futuro.