De la vida de Freddie nos quedan estelas, una que otra certeza y más situaciones sin resolver. He ahí lo interesante.
Ficha técnica
Año, país, duración | 2018, Reino unido, 134 minutos |
Director | Bryan Singer |
Guion | Anthony McCarten (Historia: Anthony McCarten, Peter Morgan) |
Fotografía | Newton Thomas Sigel |
Música | John Ottman |
Actores | Rami Malek, Joseph Mazzello, Ben Hardy, Gwilym Lee, Lucy Boynton, Aidan Gillen,Tom Hollander, Mike Myers, Allen Leech, Aaron McCusker, Jess Radomska,Max Bennett, Michelle Duncan, Ace Bhatti, Charlotte Sharland,Ian Jareth Williamson, Dickie Beau, Jesús Gallo, Jessie Vinning |
Productora | Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; GK Films / New Regency Pictures / Queen Films Ltd. / Tribeca Productions / Regency Enterprises. Distribuida por 20th Century Fox |
Género | Drama | Biográfico. Música. Años 70. Años 80. Homosexualidad. SIDA |
Cualquier leyenda del rock además de sus aportes y vehemencias, nos cuenta la relación en pugna con lo establecido. Las bandas y rockeros lo que han hecho es correr fronteras para situarnos en escenarios de catarsis. Basta con escuchar las letras para identificarnos con sus planteamientos y darnos cuenta de la capacidad de convocatoria masiva.
Ver una película sobre un grupo mágico y elocuente, que cada vez que matan renace: Queen, es una experiencia magnífica. También es un alivio, aunque también una angustia, presenciar la vida de Freddie Mercury, porque sus altavoces de conciencia se han extendido.
Es un tanto melancólica y con muchos grados de sublimidad. Han cuestionado la masificación de las canciones y a sus fans o seguidores o cercanos por asuntos del mercado (como si hubiera sólo un lugar para privilegiados).
Queen pertenece a la historia y hoy muchos más la escuchan, y si quiera eso es así, pues descansamos de la fiebre y la epidemia de otros estilos musicales que nos han dominado con lo mínimo y más básico. Algunos cuestionan y critican, cuando en la misma película se encuentran las respuestas: se trata de disfrutar las canciones más que de explicarlas.
No hace falta estar a la altura de las exigencias de los ritmos de la propuesta musical o de los desafíos de un genio, es prepararse para ver. Nos podemos moler en contradicciones sobre el significado, pero cuando suena alguna de esas canciones con las que convivimos, nos atamos a los hilos de su cometa y somos libres escuchándolos.
La película nos conecta con una época, esa misma que se ha propagado y se resiste en desaparecer, una que ha dado con el fenómeno de la contracultura, de propiciar revoluciones de los sentidos, y de enfrentar al orden; fue un momento de humanidad por estrecharnos con la solidaridad.
De hecho, el gancho, resulta un concierto en favor de África, Live aid (en vivo el 13 de de julio de 1985) del que se desprende el reencuentro con la banda y su público, del mismo modo, el espectador goza de un guion redondo, cuya idea es empezar y terminar en el escenario.
En mi idea es apenas justo, porque cada banda y rockero son en la medida que la gente los avivó, les permitió estar entre ellos y tuvieron éxito, han encendido una llama y no se dejan apagar. Las polémicas sobre la vida de Mercury y de aquello que causó escozor, como las tendencias sexuales, la frivolidad con la existencia, las podemos apreciar, aunque no son el centro, sino las canciones y lo que motivan en los públicos.
De la vida de Freddie nos quedan estelas, una que otra certeza y más situaciones sin resolver. He ahí lo interesante.
La historia del Rock es como sus grupos y vocalistas: entre extravagante y de reinvenciones. Sin transgresiones el rock no sería, sin subvertir el orden y transformar no tendría sentido. Freddie, se hizo un lugar en la historia por ser capaz de gestar innovaciones.
El nombre del filme, es de una de las canciones donde la fuerza de su contenido: una especie de confesión sobre un asesinato (puede ser simbólico o real), más los juegos y experiencias musicales: opera, teatro, intertextualidad literaria, el misterio de su sentido, más la potencia de la voz y los arreglos, dan para gestar un golpe certero.
Seguirá teniendo efectos en el tiempo. Los rapsodas, los aedos, los vocalistas son interpretes y viajan con su discurso, hablan con interlocutores que se desplazan en su propio mundo o generan iniciativas para un despertar. El ensamble o el híbrido resultaron incómodos pero generaron rupturas.
Casi que las letras y las canciones de Queen son una banda sonora de la vida de millares en la aldea global y van tanto de la amistad, el amor, la irreverencia a esos hechos misteriosos y aúlicos del respirar. Se entonan en fiestas, en los encuentros, como en los modos de estar en privado.
Así, Bohemian Rhapsody es un nuevo gesto de reincorporación de héroes de la música, de esos convertidos en leyenda, los juglares de las proclamas de los individuos, de sus odiseas sensoriales, de sus pensamientos en fuga, de su idea de:
“La peor enfermedad es el aburrimiento”.
Estar ahí en los episodios y extramuros de lo que no se escucha ni se contempla cuando se ha producido una canción, o se ha ideado un grupo, es un placer y un gusto enorme por lo que nos hace vibrar y reencantar. Cuando canta esa banda, se remueven conciencias, se alteran las percepciones, hay provocaciones y sugerencias, se invocan situaciones de cada quien y es como si en esas letras cada uno pudiera estar, así sea en una línea, o en lo profundo de las melodías.
El solo hecho de escuchar nos alerta, sin ser expertos. La película nos permite acercarnos a un emblema del rock, sus aflicciones y burlas, sus complejos y desmanes, su capacidad creativa y elocuente, así como de romper reglas en el amor, en el compartir con los demás, en entregarse como un puente para los demás: “Nada importa en realidad cualquiera lo puede ver”, como dice la canción emblema. Son himnos universales, se corean, se portan como:
“We are the champions”, “Don’t stop me now” o “We will we will rock you”.
Con ellos la adaptación se hace añicos y nos ofrecemos un banquete de desorden y se mantiene el enigma al no tener las certezas sobre ciertos hechos, como el de la propia canción insigne.
Queen se quedará. Sus épicas aventuras musicales, su interacción con el público, su cantera de motivaciones para escucharlos seguirá presente. El zapateo, el alzar las manos, el agite y el desborde no fueron para un momento, sino para ser parte de los ecos universales. Así si el rock son un grito de libertad, con Queen, los aullidos nos hacen sentir manada y volver a lo salvaje de las sensaciones.
Tráiler