Ambos textos nos dan claves para entender la dinámica política y electoral risaraldense de los últimos 50 años.
Introducción
Inmersos en la coyuntura política actual con las elecciones para el Congreso en ciernes y, para la Presidencia de la República en la mira, nos encontramos en un momento de suma complejidad para el país. Los resultados de las próximas elecciones marcarán una tendencia en el siguiente periodo legislativo y ejecutivo sobre los rumbos de la nación, después de haberse firmado el acuerdo de paz con las Farc.
Por ello, es necesario realizar una mirada sobre los actores políticos del departamento y observar cómo han cambiado los liderazgos políticos, que han pasado de una época bipartidista durante el Frente Nacional, caracterizada por grandes barones electorales – entre ellos Camilo Mejía Duque, Óscar Vélez Marulanda, Jaime Salazar Robledo y Emiliano Isaza Henao- cuyo carisma les aseguraba la lealtad en sus redes clientelares, a un momento actual marcado por la atomización de las candidaturas políticas, que en algunos casos son como empresas electorales sometidas a una mercantilización política del quién da más.
No se puede hablar sobre los liderazgos políticos departamentales sin acudir a dos obras de ciencia política claves para entender dicho cambio en Risaralda; la primera escrita por Stella Cano de Arenas se titula Algunas facciones políticas en Risaralda 1968-1984, la cual es el estudio pionero sobre los partidos políticos en nuestra región, en donde a través de un estudio descriptivo y muy bien documentado que realizó la autora consultando los resultados electorales de su periodo de estudio y con la realización de entrevistas a los líderes de las facciones políticas nos entrega un panorama sobre el quehacer político de liberales y conservadores durante el Frente Nacional.
El segundo texto es el sexto capítulo titulado ¿Lo pequeño es hermoso?, del libro ¿Lo que el viento se llevó? Los partidos políticos y la democracia en Colombia 1958-2002, cuya autoría corresponde al politólogo Francisco Sanín Gutiérrez, quien analiza el paso del Frente Nacional a las nuevas formas de operación de los partidos políticos con la aparición de la Constitución de 1991, especialmente en lo relacionado con la atomización de las facciones y la apertura de nuevas opciones políticas distintas a la clásica división entre liberales y conservadores. Ambos textos nos dan claves para entender la dinámica política y electoral risaraldense de los últimos 50 años.
Frente Nacional: Liderazgo, clientelismo y tensiones
Las personas mayores que vivieron las épocas de los grandes jefes políticos recuerdan con añoranza esa forma tradicional de hacer política, del contacto cara a cara, del padrinazgo de Mejía Duque y Vélez Marulanda en las toldas liberales, y de Salazar Robledo e Isaza Henao en el conservatismo. Además, dicha nostalgia se acrecienta por la falta –en el presente– de figuras emblemáticas departamentales que tengan resonancia a nivel nacional, sumado a las nuevas dinámicas políticas y viejas herencias del Frente Nacional que han creado una gran apatía respecto de lo que se entiende por política, y cuyo reflejo más veraz es el abstencionismo tan marcado en cada jornada electoral.
El sistema político colombiano durante el Frente Nacional fue clientelista por excelencia. Nunca nadie lo ha negado, e incluso testimonios de ex presidentes como Alfonso López Michelsen así lo confirman. Repartir toda la cuota burocrática, y en esa misma medida, los recursos públicos destinados a obras públicas y a las juntas de acción comunal, fue la solución acordada por los dos partidos hegemónicos para tratar de superar la violencia de mitad del siglo en el país. Sin embargo, dicho acuerdo cerró espacios de participación política y creó una cultura política que integró al Estado a las clientelas y alejó al resto de ciudadanos que no hacían parte de estas.
En el caso risaraldense, los liderazgos incuestionables de Camilo Mejía Duque y Jaime Salazar Robledo en los años 70 del siglo pasado se vieron cuestionados por la emergencia de Unidad Liberal y de Unificación Conservadora a la cabeza de Óscar Vélez Marulanda y Emiliano Isaza Henao respectivamente. Un cambio político se dio en la medida que las nuevas figuras políticas desplegaban un discurso tecnócrata en contraposición a la imagen carismática de los grandes jefes, y así mismo desarrollaron estrategias electorales sistemáticas y racionales tales como la regionalización o zonificación de votos para optimizar su caudal electoral en un número mayor de curules y puestos públicos, que sirvieran de apoyo a su ejercicio clientelar, teniendo a su disposición la distribución de auxilios parlamentarios y ordenanzales, y cargos burocráticos.
También, es en esta época que las clientelas comienzan a agenciar sus propios intereses de manera más racional, exigiendo, a veces de manera pública, que los líderes políticos cumplieran con los compromisos adquiridos, y en caso tal de no verlos realizados, no era extraño que cambiaran de bando o facción política. Se pasó así a finales de los años 70 y década de los 80, de la relación clientelar tradicional basada en la lealtad y la adscripción partidista a un cálculo racional de los clientes para optimizar su apoyo electoral.
De otro lado, la contienda electoral entre las distintas facciones políticas, patente en los comicios electorales, servía para que estas tuvieran alianzas, acuerdos, enfrentamientos y/o tensiones, haciendo que en algunos casos fuesen aliados y en otros rivales dependiendo de la coyuntura política que se viviera. El conservatismo tuvo dominio electoral en Santa Rosa de Cabal, todo el occidente y el norte del departamento, a excepción de Quinchía y Balboa; y por su parte el partido liberal obtenía las mayorías en Pereira, Dosquebradas y La Virginia. El dominio hegemónico de los partidos tendría su primera ruptura con la elección popular de alcaldes, lo que hizo que estos cargos no se negociaran con los directorios políticos, sino que estuvieran abiertos en los comicios, y sufrió el último golpe con la Constitución de 1991, que atomizó los partidos políticos tradicionales y permitió la llegada de nuevos movimientos.
Constitución 1991. Atomización partidos, clientelismo de mercado y clanes políticos familiares
El cambio político más acentuado en las formas de hacer campañas políticas desde la Constitución de 1991, es el de su transformación a una política de mercado, lo que ha llevado a que las candidaturas se conviertan en empresas electorales abiertas a estrategias que les permitan asegurar hasta el último voto en cualquier alianza posible. Ahora no es difícil revisar que un candidato al senado vaya en llave con distintos aspirantes a la cámara de representantes de diferentes partidos y viceversa. Eso era impensado durante el Frente Nacional.
De igual forma, las financiaciones ilegales de las campañas han ganado terreno; cada vez son más cuantiosas las sumas para desarrollar una campaña política. Asegurar la compra de votos es un punto crítico, razón por la cual la financiación de las campañas, en algunos casos le abre las puertas a algún apoyo non sancto. La democracia más que una fiesta es ahora un festín de lo público.
Así mismo, las bases de los movimientos políticos son más volátiles, un líder barrial o veredal en cada campaña evalúa sus opciones para acompañar la candidatura que más le convenga de acuerdo a previsiones que pueda hacer. Y, por su parte, el voto de opinión no es tan fuerte como debiera serlo, pues como se ha mencionado a lo largo del texto, al ser el sistema clientelista desde la raíz, se ha conseguido que la población no integrada a las clientelas sea indiferente a la hora de participar en política. No es raro encontrarse con la opinión de que el país no tiene arreglo y que con el voto nada cambiará.
Por último, hay algo que llama la atención dentro de la política risaraldense y es algo que se ha venido consolidando en los últimos 25 años, y es la aparición de clanes políticos que se van convirtiendo en dinastías familiares. Con todos los defectos que se pudieran tener durante el Frente Nacional, aquí en el departamento fueron escasos los ejemplos en los que varios integrantes de una misma familia se traspasaran el poder. En la actualidad, ejemplos como los Merheg y los Soto dan cuenta de la conformación de clanes políticos familiares.
Consideraciones finales
En el medio siglo de vida que tiene nuestro departamento, la política ha virado desde la adscripción partidista y la lealtad a los grandes jefes políticos, hacia la mercantilización de las campañas políticas. Es innegable que se ha ganado en participación política debido a que nuevos movimientos pueden acceder a las instancias electorales, y en ciertos casos vencen en las elecciones. No tenemos ya un panorama solo de liberales y conservadores. Sin embargo, la gestión de las campañas electorales mantiene el matiz clientelista; solo que ahora las candidaturas son verdaderas empresas del voto.
Esto nos ha llevado a un empobrecimiento del debate público, y por ende a un alejamiento de debatir cuales son las necesidades de la región. Realmente no se disciernen claramente visiones de construcción de sociedad para estas elecciones. Se ha caído fácilmente en lugares facilistas de enunciación, primando sobre todo de un lado el mensaje de la intermediación política con los entes nacionales para la consecución de recursos para la región, y del otro el mensaje de la lucha contra la corrupción y el clientelismo, sin que en el fondo los ciudadanos de a pie se vean interpelados por dichos discursos.