Las campañas son un espacio privilegiado para establecer contacto directo con el ciudadano y conocer de primera mano sus necesidades particulares.
De esta campaña presidencial podrá decirse cualquier cosa, menos que ha estado aburrida.
Venimos presenciando una discusión amplia de las posturas de los candidatos, los grupos políticos, de opinión, sectores productivos y ciudadanos del común. Estos últimos, quienes parecen interesarse de manera creciente en la política y en las decisiones en materia de gobierno.
En este orden de ideas, cobra especial relevancia el debate regional. Nuestro país es diverso y pluri-cultural, y se debe a sus regiones, pero no las ha reconocido de manera suficiente. Las políticas públicas son diseñadas desde la fría capital, y generalmente no consultan las especificidades de cada zona del país, lo que muchas veces ha conllevado al fracaso en su implementación.
Es difícil para un Presidente tener una idea amplia de las diferencias y particularidades de los territorios que componen la Nación, si esta conciencia no se ha adquirido de antemano en la campaña.
Gobernar es apabullante y absorbente, y el Presidente perderá la posibilidad de tener contacto real con las regiones y sus instituciones, a no ser que se decante por un ejercicio de micro gerencia, como el llevado a cabo por un recordado expresidente. Este modelo tiene la debilidad de sustituir la interlocución válida de la institucionalidad regional, otorgándole el poder omnipotente al gobernante de decidir sobre lo divino y lo humano.
Para decirlo en palabras más simples, cada propósito tiene su momento. Las campañas son un espacio privilegiado para establecer contacto directo con el ciudadano y conocer de primera mano sus necesidades particulares. El tiempo de gobernar no se puede ir en ello, porque entonces se da lugar a la crítica, válida por demás, de estar gobernando “como si se estuviera permanentemente en campaña”.
Para la gestión de cualquier organización humana, y el gobierno es una de las más importantes, es necesario contar con una estructura y saber delegar. Se requieren Ministerios, al igual que la burocracia que los acompaña (recordar que esta palabra designa un aparato administrativo, y no necesariamente se refiere a la acepción negativa de exceso de personal innecesario e inoperante); y también es forzoso contar con la institucionalidad regional, que se encargue de velar por los intereses locales y de tramitar recursos y apoyos debidamente.
Así pues, no se comprende cómo algunos candidatos pueden desestimar la participación en foros regionales, argumentando algunas excusas (que podrían ser válidas, pero no suficientes), como los vergonzosos hechos de orden público que acompañaron a la reciente reunión (fallida como acto público) en Manizales.
Estas renuencias de asistir a debates en general, que de fondo pretenden proteger de la exposición al error a los candidatos punteros en las encuestas, me recuerdan el frustrado encuentro de la infancia promovido por RTVC y la Unicef: los aspirantes no asistieron al evento dejando a los niños con los crespos hechos.
El caso es, que el electorado necesita saber cuáles son los compromisos de los candidatos con las regiones. Así que, bienvenidos todos los candidatos al debate de hoy en Pereira, y ¡ojalá no nos dejen plantados como a los niños!