Difícil situación que puede terminar siendo harina revuelta en el mismo costal, sin la debida separación de fenómenos, causas y soluciones.
El 2018 arrancó con un ambiente de inseguridad y zozobra que hacía tiempo no se vivía en el país.
Una razón podría ser la disputa del poder económico a partir del necesario reacomodo de las fuerzas en el escenario del posconflicto; lo que trae consigo la lucha por los territorios, el control de las redes de tráfico y microtráfico, el dominio del aparato del Estado -y el “botín” del presupuesto-, entre otros aspectos en proceso de “nueva repartición”.
A la par que se dan estas luchas, se mezclan los intereses de los diferentes actores.
Los que están por fuera de la democracia, como los disidentes del proceso de paz con las FARC, las denominadas “bacrim”, el ELN, los narcotraficantes y contrabandistas; o los criminales denominados comunes que hurtan, fletean, extorsionan, etc.; los que hacen parte de la institucionalidad, como los representantes de los viejos poderes (terratenientes, capos del narcotráfico), los líderes sociales que defienden los intereses de las víctimas afectadas por el conflicto, los caciques políticos regionales (que incluyen el partido político de las recién desmovilizadas FARC), los grupos políticos emergentes, los grupos económicos formales, y los ciudadanos del común.
En medio de este variado ambiente de tensiones y actores disímiles existe un común denominador, la incapacidad del Estado para responder en dos frentes fundamentales: la protección (brindada por la fuerza policial o militar) y la justicia (que hoy vive una de sus peores crisis).
Un momento delicado que combina atentados terroristas como el del ELN en Barranquilla y el ataque contra la infraestructura del país (como el ocurrido en Tarazá, bajo Cauca antioqueño), líderes sociales asesinados sistemáticamente, hurtos agravados con violencia en los centros urbanos, y el uso de la fuerza por parte de grupos de civiles, que intentan impedir manifestaciones políticas contrarias a las propias militancias (Se presentó el fin de semana anterior cuando ciudadanos amotinados repudiaron a los miembros del partido político de las FARC, en sus labores proselitistas, en Pereira y Armenia).
Difícil situación que puede terminar siendo harina revuelta en el mismo costal, sin la debida separación de fenómenos, causas y soluciones. Todo por cuenta del debate político, ya que algunos no ocultan su intención de ligar, convenientemente, la percepción de inseguridad y el deterioro de la seguridad con el proceso de paz.