Por audífonos llegan melodías hacia el alma.
Ruido de la ciudad, salvaje e imprudente,
irrumpe la conexión con veneno, sevicia y maldad.
¡Calma! Grito moribundo, ¡auxilio!.
–
Grita el alma perturbada.
La vibra enemiga no cesa, persiste,
tortura, y goza de su maldad.
¿Hay esperanza ante el infierno incesante?
–
El simio Xochipilli, en su divinidad,
observa desdichado que mi alma, como él mismo,
ha sido socavada sin permiso ni respeto alguno.