Los líderes son hombres y mujeres de las periferias del país, del campo, de los sectores populares. Son líderes naturales conductores de sus comunidades para resistir los horrores de la guerra
Ya no quiero ver noticieros. No pasa un día sin que registren la muerte de un líder social, ambientalista, de restitución de tierras o defensor de derechos humanos. Y lo peor es que a fuerza de repetición, el hecho se vuelve costumbre, se vuelve paisaje, cada vez impacta menos. Sucedió con el exterminio de la UP, luego con las masacres de los paramilitares entre los años 1997 a 2003 y ahora con los líderes y lideresas sociales.
El Estado se ha mostrado lento y en algunos casos incapaz de hacer presencia en las periferias y copar los espacios que dejaron las FARC-EP, permitiendo que el ELN, los grupos delincuenciales, neo paramilitares, las disidencias de FARC y bandas armadas o Bacrim que se nutren de rentas ilegales, copen estos espacios y se disputen el dominio de dichos territorios fronterizos, o en litigios, por cultivos de coca, restitución de tierras o defensa medioambiental.
A pesar de sus acciones no se ve un compromiso fuerte del Estado, más allá de chalecos antibalas o guarda espaldas, no se conoce un programa o una estrategia o una política pública, concertada entre ministerios y entidades nacionales y locales que evite la continuidad de los asesinatos.
Pero, ¿quiénes son los líderes sociales?
Los líderes son hombres y mujeres de las periferias del país, del campo, de los sectores populares. Son líderes naturales conductores de sus comunidades para resistir los horrores de la guerra, organizar a sus miembros para suplir mediante convites y mingas las carencias de bienes y servicios, la ausencia o la débil presencia del Estado.
Son los voceros que, ante la carencia de canales de representación política de sus intereses en los niveles local o departamental, asumen la vocería, la representación y la defensa de causas comunales como las de las minorías étnicas, la población LGTBI, las comunidades afros, las organizaciones de víctimas en su propósito de reparación y restitución de tierras y de las madres de víctimas de los “Falsos Positivos”, líderes de organizaciones que defienden el territorio y el medio ambiente, entre otros.
¿Por qué los matan o los victimizan?
No conozco ni tengo a la mano un estudio de casos o una investigación para responder este interrogante; me baso en artículos de prensa que registran la noticia respondiendo en el momento a las preguntas clásicas del periodismo: Qué, donde, cuándo, cómo y por qué, con lo que suministran una información muy valiosa. Ese seguimiento a la noticia, la identificación de la actividad de los líderes, modalidad de victimización, los panfletos con que los amenazan, y el lugar y la época, me lleva a generalizar de una manera empírica algunas posibles razones por las que los asesinan o amenazan:
1. Porque luchan, por la propiedad, la titulación, la restitución de tierras que fueron despojadas en la época de auge del paramilitarismo, años 1997 a 2003
2. Porque defienden sus territorios de la minería ilegal
3. Porque lideran en sus comunidades los programas de erradicación voluntaria y sustitución de cultivos de coca.
4. Porque luchan por la verdad, la justicia y reparación de las víctimas de los “Falsos Positivos”
5. Porque son defensores de derechos humanos. De los derechos de las minorías étnicas, de la población LGTBI, de las negritudes.
6. Porque defienden el proceso de paz . Al respecto afirma Carlos A Guevara de la organización Somos Defensores que: “…hay una relación directa entre el proceso de paz y las agresiones y asesinatos de defensores pues muchos de ellos están siendo agredidos por defender la paz y hacer pedagogía en diferentes territorios.”
7. Porque impulsan la protesta social de campesinos, agricultores e indígenas.
Ariel Ávila, Director de la Fundación Paz y Reconciliación, analiza en el artículo que cito adelante, la secuencia de los asesinatos en los últimos dos años, lapso en el que se han presentado tres picos de incremento significativo en el número de hechos victimizantes.
“El primer pico se presentó previó al plebiscito por la paz en octubre de 2016. Entre agosto y septiembre de ese año, muchos líderes que apoyaban el proceso de paz e hicieron abierta campaña por el sí fueron asesinados”.
El siguiente pico se presentó en el período previo a las elecciones legislativas de marzo 11 de 2018.
El tercer pico corresponde al mes de julio de 2018, previo a la instalación del nuevo congreso y a la posesión del Presidente Duque.
En mi opinión la coincidencia del incremento de hechos victimizantes y hechos políticos en este tercer pico, tiene una fuerte connotación que podría significar que el triunfo de la derecha ha envalentonado a esas organizaciones delincuenciales, paramilitares, ELN, bandas armadas B/A o Bacrim, en esta campaña de exterminio. Percepción cierta o errática, que se acentúa por la lentitud en las investigaciones y la impunidad en la mayor parte de los asesinatos.
Pero surge otra pregunta, ¿Es realmente una campaña? ¿Hay sistematicidad en este tipo de hechos? Pues todo parece indicarlo aunque el gobierno lo niegue. Al respecto dice William Spindler vocero de ACNUR, Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados:
“Vimos que era un problema recurrente, investigamos y confirmamos que sí, que hay un patrón (de asesinatos)”, explicó Spindler. Argumentó que es difícil saber cuáles grupos están detrás de estos asesinatos, y lo más grave, “en muchos casos la actividad criminal se ha incrementado en el último caso porque el vacío dejado por la desmovilización de Farc no ha sido llenado por el Estado”.
“Sí tienen un patrón de comportamiento de copar territorios y destruir bases sociales, matando líderes”, dijo, al explicar que los grupos responsables cambian sus nombres.
Por eso, como responsables de estos crímenes surgen las Autodefensas Gaitanistas, que son los mismos ‘Urabeños’, ‘Clan Úsuga’ y ‘Clan del Golfo’. También aparecen ‘Los Tierreros’ y las Bacrim de Buenaventura y ‘Las Águilas Negras’.
El último consolidado de la Defensoría del Pueblo (a marzo de 2017) registró que del 1 de enero de 2016 al 5 de marzo de 2017, se registraron 156 homicidios contra los activistas. De estos, 108 desarrollaban acciones de organización comunitaria y de derechos en el área rural; 39 víctimas eran líderes de pueblos y comunidades indígenas y nueve aún falta por identificar las causas.
Así mismo, explica la Defensoría, las amenazas e intimidaciones, sumadas a los asesinatos están relacionados con la defensa de territorios étnicos, oponerse a la expansión de la minería y la agroindustria, denunciar el problema de la tierra o reclamar sobre esta, y la estigmatización.
La cifra de asesinados, de enero de 2016 a julio de 2018 puede llegar a los 325 líderes según la misma Defensoría del Pueblo. Su muerte, desaparición o desplazamiento forzado, implica para las comunidades quedar sin representación, sin voz y sin presencia ante las alcaldías, gobernaciones e instancias de poder. Huérfanas, anónimas, silenciadas, sin quien defienda y haga valer sus derechos los que como ciudadanos, muchas veces no les reconoce ni les garantiza el Estado.
Perder un líder para una comunidad campesina, indígena, afro o de víctimas, significa perder un valioso acopio de conocimientos, experiencia y relaciones comunitarias de muchos años porque un líder no se hace de un día para otro.
Perder un líder significa para el país menos canales de comunicación entre la población más vulnerable y el Estado, significa menos democracia, menos confianza. La victimización y el asesinato de líderes sociales nos afecta a todos y como sociedad tenemos el deber de actuar porque el silencio, la impunidad y la indiferencia son cómplices y facilitan la continuidad.
¿Qué podemos hacer ?
Denunciar, presionar, registrar, movilizarnos, hacer visible el fenómeno, reclamar el apoyo y la solidaridad internacional, acompañar a las víctimas y a su familia, lograr que los perpetradores sean juzgados.
Hay que frenar la matanza y si el gobierno no actúa, pues le toca a la sociedad civil.