Postales desde México. Día de difuntos: celebrar la vida para conjurar la muerte

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Por, José Nava

“Cuando nacemos, ya traemos nuestra muerte escondida”
Macario 1960

La noche era fría y hacía un poco de viento. Regresamos de la casa de los abuelos, circulamos sobre el boulevard Libramiento Sur, en dirección a Santa Fe, había poco tráfico, todo transcurría con calma. A lo lejos, sobre la orilla de la carretera, las luces de nuestro carro alumbraron una especie de bulto, que parecía tener dos pequeños ojos, que con las luces del carro, le brillaron. Mi esposa y yo nos volteamos a ver y le pregunté: ¿lo viste?… sí, contestó… Mira, ahí está el panteón… me dijo. La luz de la luna dejó ver la silueta de algunas tumbas. Qué día es hoy… le pregunté… 31 de octubre… respondió… pues por eso vemos “cosas”, es noche de brujas… y pronto será Día de Muertos… le dije.

Días antes de la celebración del Día de Muertos, las calles se empiezan a colorear de amarillo y naranja: vendedores se adueñan de esquinas y banquetas para vender la flor que adornará las tumbas y los altares de los muertos: el cempasúchil.

Imagen tomada de milenio.com

Cada año el Estado Mexicano se esmera porque está tradición prehispánica no se olvide. Instala espectaculares altares, pintorescos, coloridos, con ofrendas abundantes y exquisitas. Además, son adornados con hermoso papel picado; altares llenos de catrinas y de veladoras que con sus luces guían a sus muertos, (a aquellos que estando vivos, el Estado Mexicano no pudo proteger) para que regresen al mundo de los vivos a reencontrarse con sus familiares, los cuales aún los buscan con vida, “porque vivos se los llevaron y vivos los queremos”, pero ellos ya están en el Mictlán, en el inframundo.

Es probable que, como cada año en Tijuana, el mes de noviembre sea frío, pero esta vez habrá algo que cala más los huesos, son las más de mil seiscientas muertes que van en el año 2020 producto de la violencia (o, ¿alguien tiene otros datos?) y las más de tres mil defunciones provocadas por el “bicho maldito” que aqueja al mundo entero. Me pregunto: ¿Habrá sobrepoblación en el más allá?

El “bicho maldito” será el protagonista de este Día de Muertos, se burlará del dolor de los que perdimos al amigo, al padre, a la madre y al hijo, por culpa de él.

Unas personas observan una ofrenda colocada por la festividad del Día de los Muertos en Los Ángeles, el jueves 29 de octubre de 2020. (AP Foto/Damian Dovarganes) (ASSOCIATED PRESS). Tomada de latimes.com

Por disposición de los gobiernos locales de algunos municipios, este Día de Muertos, algunos panteones permanecerán cerrados. Lo cual ha provocado que amigos y familiares de los difuntos adelante su visita a los panteones. Algunas tumbas lucirán adornadas de flores, veladoras, comida y fotografías. Pero no todas, otras no tendrán la misma suerte, lucirán tristes, sucias y abandonadas, como casi todo el año. Habrá muertos a los que nadie les llevará flores de cempasúchil, ni comida, ni música.

Los difuntos, al darse cuenta que ese día no estaremos en el panteón, irán a nuestras casas por la madrugada a “jalarnos la patas”; sentiremos su aliento diciéndonos: “aquí estoy, no me olvides…” También andarán en pena las almas de los santos  inocentes, anhelando el calor de la madre.

Esta tradición se vive en todo el país, es una celebración que “antepone el recuerdo, antes que el olvido”. Aunque su origen tenía otros matices, ahora, entre otras cosas, sirve para reconciliarse con los que se fueron.

Ese día, entre papel picado de colores, catrinas, luces e inciensos, lloraremos, reiremos y cantaremos con ellos, con nuestros muertos. Ellos vienen del más allá a convivir con nosotros en el más acá. Los mexicanos rezaremos por sus almas, haremos fiesta, nos regocijaremos con su recuerdo; nos burlaremos de ellos, no porque los detestemos sino porque al burlarnos también los recordamos.

Tomado de kiwilimon.com

Ahora empiezo a montar mi altar, honrando la memoria de mi maestro de lucha libre, Marcos Mireles, El Depredador: luchador emblemático del mundo luchístico de Tijuana. Pienso en lo afortunado que fui de ser su alumno y lo afortunado que soy al saber cuál fue su última morada. No tuve que pasar por la angustia y la desesperanza de muchos otros que aún no conocen el paradero de sus familiares, que como pueden estar muertos en el inhóspito desierto por intentar cruzar “al otro lado”, lo pueden estar en una fosa clandestina, o apilados en la caja de un tráiler o en alguno de los cuartos fríos del SEMEFO.

A los muertos habrá que honrarlos en el recuerdo, en la memoria: ponerles un altar en casa, con sus fotos; hablar con ellos, así como antes, sentirlos cerca, ofrecerles sus comidas y bebidas preferidas, hay que consentirlos y mimarlos.

Este Día de Muertos, el color amarillo y naranja del cempasúchil ayudará a olvidar el rojo de la sangre derramada por la delincuencia en este país, y el copal cubrirá su olor.

En los últimos años, México se ha vuelto una especie de cementerio clandestino, una fosa común en donde cientos, y quizás miles de personas han sido enterradas en el anonimato. Muchos de estos muertos fueron víctimas de la guerra contra el narco, de los feminicidios o del Estado Mexicano, que se olvida de que su razón de ser es protegernos, no desaparecernos (nos hacen falta 43). 

Ellos también necesitan que los recuerden, ellos también necesitan que les guiemos hacia su descanso eterno, necesitan que no los olvidemos para mantenerse vivos entre los muertos.

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