En Pereira existe un listado bien sustentado de bienes inmuebles catalogados como patrimoniales.
Pero: ¿Cuál es su estado?, ¿Qué gestión se hace de él?, ¿Cómo se actualiza, de tal forma que se esté enriqueciendo y aumentando con nuevos elementos?.
Fotografías: Jhon Edgar Linares
Las sociedades que no conservan su memoria no tienen a que apegarse, no sienten que nada les pertenezca, y están des sujetadas radicalmente, lo cual incide también en la falta de compromiso con lo que les es común.
Por ello, la memoria es un hilo conductor que nos lleva de la mano, una línea invisible que conecta con el núcleo del que procedemos, ayudándonos a proyectar a las generaciones posteriores.
Si no guardamos el testimonio (inmaterial y físico) de lo que hemos sido, no sabremos las razones de lo que somos, y no podremos comunicar a nuestros hijos el sentimiento de unidad que procede de ser parte de algo, de tener origen en imaginarios y referentes compartidos.
Me preocupa el patrimonio arquitectónico en el sentido de que éste guarda, como pocos, el testimonio de un pasado que a veces se nos antoja demasiado reciente como para preservarlo.
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En Pereira existe un listado de bienes inmuebles catalogados como patrimoniales, bien sustentado con razones técnicas, e incluido en el Plan de Ordenamiento Territorial, como una medida que pretende velar por su conservación.
¿Qué gestión se hace de él?
¿Cómo se actualiza, de tal forma que se esté enriqueciendo y aumentando con nuevos elementos, resultado de la evolución permanente de las formas de sociedad, de las maneras de habitar, de los avances tecnológicos, y de los mismos cambios en los referentes estéticos?
¿Qué investigaciones se propician al respecto de lo que fueron esas otras comunidades, las de antaño, que habitaron aquellos lugares?
¿Cómo se relacionan las subjetividades (contenidos) con aquellos que llegan a ser sus continentes?.
Indagar sobre este pasado, relacionarlo con nuestro presente y permitir que él nos oriente sobre las decisiones futuras, es una tarea que tiene muchos aspectos por abordar, y escasa intención por parte de quienes deben velar por estos asuntos.
Las sociedades necesitan comprenderse para poder transformarse.
Y, en ello, el reconocimiento de las tradiciones de las que se procede, ya sea para afirmarlas, negarlas, o proponer innovaciones partiendo de ellas, es asunto de no poca importancia.
En este camino de reflexión sobre nuestras mutuas procedencias, las edificaciones cumplen un papel significativo.
No existe ciudad importante en el mundo que desdeñe su arquitectura, que no priorice en la conservación de sus mejores exponentes, y que no tenga especial preocupación por develar las tramas que unen épocas, las subjetividades, y sus respectivas expresiones, plasmadas en creaciones materiales.
Recientemente se realizaron cambios a nivel local en la Sociedad Colombiana de Arquitectos.
Esta cruzada por el rescate, entendimiento, y proyección del patrimonio arquitectónico, bien podría ser una tarea que desde estos nuevos aires emprenda la SCA, buscando para ello apoyo en recursos destinados a la cultura.
Entre otras razones, una ciudad que tiene dentro de sus objetivos el turismo, como propósito de primer orden, tiene la obligación de documentar su pasado, haciéndolo evidente de distintas maneras.
Una de ellas, protegiendo las diversas construcciones que han sido el reflejo de momentos diferentes en los que otros, como hoy nosotros, habitaron estas tierras.