Así los viajantes son ricos, y Ernesto Mächler es “El viajero” por antonomasia, y quien ejerce ese privilegio de y para “espíritus libres”, lo hace sabiendo que nada le ata más que el deseo y la sed de aventuras por lugares insospechados.
Título: Polvo en las maletas: Crónicas de viaje y errancia.
Autor: Ernesto Mächler Tobar
Editorial: Sílaba Editores. Medellín.
Colección: Sílaba de Tinta
Género: Crónica
Año: 2013
Pág. 186
La sinceridad, el amor, la amistad, son actitudes para no envejecer, sin embargo, los libros también son una prueba contra el cáncer del tiempo y mientras vivamos solo para ellos no podremos hacernos viejos. Así el libro “Polvo en las maletas: Crónicas de viaje y errancia” (Sílaba editores 2013) del ingeniero químico y doctor en literatura Ernesto Mächler Tobar. (Bogotá, 1956), es ese remedio contra la existencia, ese rejuvenecer el espíritu pues nos cuenta con sus relatos, hechos pretéritos, apuntando a una relectura de ellos en presente como una forma natural de volver atrás.
¡Hemingway! ¡Oh, el Hemingway espiritual, interior, el que nos narra Mächler, es una bella manera de mirar a ese viejo gigante de la literatura; Villa de Leyva, es poblado donde se fue a morir el prócer Antonio Nariño, y cuya historia de fondo desconocida nos cautiva; los recuerdos de un Ecuador Colonial, anotaciones de un viaje por el Perú, y un gran etcétera de recuerdos, pensamientos, acciones que se van hilando con la pluma del autor, y esto solo por mencionar algunos apartes de este libro que Sílaba posee en su catálogo de buenos autores.
Porque es inútil escribir sobre temas elegidos, hay temas que eligen a las personas. Y Mächler, (¡Oh!, bendito los bigotes figarescos de este escritor) primero viaja, ergo escribe, (y así es que lo conocemos quienes leemos sus crónicas viajeras desde hace tiempo) ya que cada lugar al que arriba ha encendido una pasión escondida, un motivo inicial, un impulso romántico, una chispa intelectual y por eso es que su escritura está llena de esta vitalidad, tan necesaria en estos tiempos donde la política parece adormecer los espíritus.
Y en esta iniciativa, el autor es original porque es independiente, es salvaje (en el buen sentido) con su prosa, porque no está domado ni atado a la sociedad que todo lo cataloga, ya que como afirmó ese gran proto-dadaísta Arthur Cravan (1887-1918): “Para vivir y escribir hay que ser un caballo salvaje”. Este escritor está aquí, está allá, y aparece en acullá. Claro, no al garete, sino a propósito para, igual que García Márquez fuera del país, contarnos como vio esos lugares, como los aprehendió, de qué forma puede transformarlos en letras. Y hablando a carta cabal, este autor bogotano lo logra. Claro, el viajar y el escribir no es un camino cerrado, pues hay mucho que contar aún.
Un espíritu preclaro este el de Mächler muy parecido a ese que embargaba a los escritores norteamericanos del siglo pasado que consideraban las grandes ciudades como botellas sin mucho mar donde flotar para llevar un mensaje. Y no es que Colombia geográficamente carezca de méritos, no, es que otra mirada es posible, desde otra pluma (y según otras motivaciones) y muchos solo pueden viajar por los buenos libros que se permiten. Los occidentales hemos viajado con Ulises, con Simbad, y hasta con Sherezade, y en Colombia es imposible que después de leer este libro de Sílaba editores, no naveguemos por el mundo, por el metro de New York, por Europa, por el Caribe buscando a Papá, en Boyacá recordando esos lugares que en otrora fueron emblemáticos y que hoy solo son para turistas desprevenidos.
Porque el autor entiende (y quizá su doctorado lo certifica) que hablar no es escribir pero si lo es viajar (es su propuesta), y por ello recuerda y narra, aunque la verdadera memoria, siendo claros, no sea recordar, sino tener a la mano los medios o las excusas para volver a encontrar.
Muchos hemos viajado, y otros lo siguen haciendo, por lo tanto no es lo que se ve, sino cómo lo ve, y cómo lo expresa de tal manera que todos queramos ver lo que ese aventurero vio. Por ello los viajantes son ricos, y Ernesto Mächler es “El viajero” por antonomasia, y quien ejerce ese privilegio de y para “espíritus libres”, lo hace sabiendo que nada le ata más que el deseo y la sed de aventuras por lugares insospechados. Esa es la riqueza interior.
Concluyendo, y sin perogrulladas, la vida es una marcha hacia la cárcel como decía Antón Pávlovich Chéjov (1860-1904) por lo tanto la verdadera literatura debe enseñar a escapar o prometer la libertad. No hay otra opción. Así Sílaba nos enseña a escapar, nos promete libertad con este libro “Polvo en las maletas: Crónicas de viaje y errancia” (2013), que un buen citadino debe tener, si es que quiere salir de esa prisión, sea cual sea. Es esta obra, una de todos los días, para todos los días, que habla de lugares, espacios que sacan a cualquiera de esta urbe cronometrad y reglada hacia otras latitudes.