En ese orden de ideas, urge al Presidente electo buscar aliados.
Terminaron unas elecciones presidenciales, particularmente tranquilas en términos de seguridad y asistencia masiva el día de las votaciones, pero cargadas por un debate polarizado entre los seguidores de una y otra tendencia política en contienda.
Una vez finalizado el proceso de campaña, solo resta felicitar al nuevo Presidente, el Doctor Iván Duque, y desear que su gobierno sea bueno para el país, y que, como él mismo lo manifestó en su discurso como presidente electo, ejerza su mandato para todos los colombianos, sin odios ni rencores, y en la intención de trabajar para superar las dificultades más apremiantes de nuestra sociedad, consolidando lo que los gobiernos anteriores alcanzaron.
El reto para el Presidente Duque es grande. Tendrá que enfrentar una oposición con una votación histórica, ocho millones treinta y cuatro mil votos. Y aunque muchos de esos votos no fueron depositados a favor de Petro sino contra Uribe, también vale la pena valorar que una buena parte de ellos pertenecen a votantes que tenían la esperanza de que esta era la mejor manera de defender la paz.
Petro se erige como líder de la oposición, y seguramente su proyección política se consolidará en estos cuatro años mediante el ejercicio del control político en su calidad de Senador.
Se equivocan los que piensan que fue derrotado: la suya es una carrera que apenas comienza y que ha logrado canalizar el sentimiento de muchos colombianos que están cansados de las inequidades del sistema político, el exhibicionismo de los bandidos que saquean a Colombia en total impunidad, las deficiencias en la prestación de los servicios públicos esenciales como la salud, o la falta de oportunidades para llevar una vida de plenas garantías en términos de bienestar social y reconocimiento de las diferencias.
Igualmente, la responsabilidad de enfrentar las dificultades apremiantes, los retos, los problemas del día a día, recae sobre el Presidente, y el desgaste en el ejercicio del gobierno será suyo, razón por la cual cada paso que dé será ferozmente evaluado por esa oposición que, creo no equivocarme, no planteará un diálogo constructivo (aprobar y acompañar lo correcto y distanciarse de lo incorrecto), sino exclusivamente político.
Si Juan Manuel Santos tuvo al Senador Álvaro Uribe pisándole los talones en cada acto de gobierno, Iván Duque tendrá a Gustavo Petro.
Para enfrentar esta situación, se trata entonces de construir los consensos que se requieren para gobernar. Y aunque el Presidente electo cuenta con aparentes superioridades numéricas en el congreso, esos aliados son pasajeros ya que, proviniendo de la política tradicional, buscarán intercambiar su apoyo a las iniciativas del gobierno por prebendas ventajosas e indebidos peajes; momento en el cual se podrá valorar el temple del Doctor Duque y su real compromiso para combatir de manera efectiva el peor de los males que le quedan a Colombia: la corrupción.
En ese orden de ideas, urge al Presidente electo buscar aliados. Y su mirada en virtud de este propósito deberá dirigirse al centro del espectro político, en donde el diálogo será crítico, pero no exclusivamente sesgado por una ambición política.