Una forma de motivar la lectura.

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Quiero compartir con los lectores de la cebra-parlante, algunas páginas que me han embriagado con el néctar de la sabiduría bien estructurada.

En esta ocasión, William Ospina de su libro: EL DIBUJO SECRETO DE AMERICA LATINA, apartes del artículo: La cultura en tiempos de penuria, nos recrea con su sabia pluma, que no debe opacarse en la vivencia del lector, por navegar en esta época electoral en aguas políticas, para unos con apariencia limpia, y para otros, con vislumbres de turbiedad, al acompañar al candidato Rodolfo Hernández a quien ha descrito en su columna Rodolfo Hernández: la hora de la franja amarilla. Veamos el aparte:

“ …tendemos a pensar que los grandes inventos de la humanidad se dan en nuestra época; por eso está bien que alguien nos recuerde que la edad de los grandes inventos fue aquella del Paleolítico Superior en que encontramos o inventamos el lenguaje, en que domesticamos el fuego y las semillas, en que convertimos en compañeros de la aventura humana al caballo y al perro, a la vaca y a la oveja, en que inventamos el amor y la amistad, el hogar y la cocción de los alimentos…, en que descubrimos el consuelo y la felicidad del arte tallando gruesas Venus de piedra, pintando bisontes y toros y nuestras propias manos en las entrañas de las grutas.

Los grandes inventos no son los artefactos ni las cosas que nos hacen más eficientes, más veloces, más capaces de destrucción y de intimidación, más capaces de acumulación y de egoísmo. Los grandes inventos son los que nos hicieron humanos en el sentido más silvestre del término: el que utilizamos para decir que alguien es generoso, o compasivo, o cordial, o capaz de inteligencia serena, o capaz de solidaridad…

Ahora bien, los tiempos de penuria, los tiempos miserables, los tiempos aciagos, no se deben a una falta de cultura: se deben a la cultura misma. Para saber que es la cultura tenemos que ir a la raíz, al cultivo, a la modificación de la naturaleza que comienza con la agricultura. A partir de allí, todas las derivaciones de esa modificación de nuestro estado natural y del mundo son cultura…

Toda cultura es provisional, porque siempre otra cultura está al acecho. Toda cultura es tanteo, exploración, experimento, y siempre sabemos que del descubrimiento del error puede nacer lo nuevo.

¿En qué consiste hoy nuestra penuria sino en el colapso al que parece llevarnos nuestra propia soberbia? Una doctrina del crecimiento económico que no solo encumbra a unos países en la opulencia y el derroche, en el saqueo de los recursos planetarios y la producción de basuras irreductibles, y abisma a la mayor parte de la humanidad en la precariedad y la indigencia, en la subordinación y la esterilidad; sino que cada vez precipita crisis más amplias y absurdas, que sujetan a las propias naciones opulentas a temporales de riesgo y depresión. Un modelo de producción y de comercio que convierte al planeta en una vulgar bodega de recursos para la irracionalidad de la industria. Un modelo de civilización cuyo frenesí de velocidad y de productividad, de consumo y de obsolescencia de sus objetos, precipita la alteración de los ciclos del clima y la transformación del planeta en un organismo impredecible. Un desequilibrio creciente del acceso a los recursos, al conocimiento, a la iniciativa y a la capacidad de orientar el rumbo de la historia, que convierte las clásicas tensiones del poder y de la sociedad en escenarios del terror y de la arbitrariedad, del tráfico de todo lo prohibido y de corrupción de todo lo permitido. Una doctrina del poder corroída por el fracaso de los valores históricos que fundamentaron toda moral y toda ética, y que ve desplomarse todo lo que fue respetable, serio y sagrado.

Nada de eso nace al margen de la cultura: es una de las consecuencias de un modelo cultural y de un orden especifico de civilización. Y es tan vasto el desorden, tan cósmica la amplitud del malestar, tan universal la manifestación de sus causas y de sus efectos, que ya no parece haber soluciones jurídicas, ni soluciones políticas, ni soluciones religiosas para un mundo que frente al colapso de lo más profundo parece que quisiera aturdirse sólo en el espectáculo, en la información compulsiva que se reemplaza cada día por otra, y que busca refugio bajo el cobertizo de cualquier fe improvisada, de cualquier entusiasmo vacío, de cualquier fanatismo.

En nuestras virtudes también está la fuente de nuestros defectos. La memoria que nos hace sabios también nos hace vengativo

No es la ignorancia, es el conocimiento mal administrado el que nos ha hecho tan peligrosos. Estamos en manos de la razón, pero nunca hubo tanto miedo.

Como decía Hölderlin: “allí donde crece el peligro crece también la salvación. Tal vez por eso los tiempos de penuria son los mejores: porque son los que llaman a la renovación de la historia. Y si es en la cultura donde surge el peligro, es en la cultura donde tiene que estar la salvación”.

El pensamiento desparramado con tanta lucidez en sus escritos, se pondrá a prueba con los canales de la emoción dada por un candidato, que algunas señales dejan traslucir como excéntrico y falto de compañía para una gestión tan trascendente.

Licenciado en ciencias sociales y filosofía. Caminante y escritor de historias.

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