Partiendo de las explicaciones dadas por el mismo Einstein para justificar su teoría, el libro explica porque estos dos postulados no están fundamentados.
En una época marcada por múltiples dudas, no solamente con respecto a valores sino también hacia la realidad misma, este libro quiere dar confianza en nuestra capacidad de conocimiento, de acceder a múltiples opiniones verdaderas, es decir representaciones acertadas, conformes a lo que es el mundo.
Para este fin, este libro nos recuerda que usamos diariamente, en centenas o millares de ocasiones, nuestra capacidad de conocimiento verdadero del mundo, cada vez que interactuamos con el mundo y con los demás:
“¿Cómo podríamos en efecto, conseguir atrapar un objeto sin conocer en verdad la posición de ese objeto? ¿Cómo podríamos darnos la mano con alguien sin que esta persona y nosotros sepamos dónde se encuentra la mano del otro y la forma de cogerla? ¿Cómo podríamos hacerle una pregunta a alguien y recibir una respuesta satisfactoria a nuestra pregunta si no tuviéramos una representación verídica de la presencia del otro, de nuestra capacidad de comunicarnos con él, de nuestra capacidad para usar juntos un lenguaje que pueda ser suficientemente común para que podamos comprendernos?
Si no fuéramos capaces de un mínimo de conocimiento verídico del mundo, no podríamos hacer ese tipo de cosas.”
Pero, este libro no sólo recuerda la evidencia cotidiana de nuestra capacidad de conocimiento verdadero del mundo, sino que responde a dos objeciones muy a menudo presentadas en contra de esta capacidad: la idea que nuestros sentidos nos engañarían y la afirmación según la cual todo sería relativo.
Con respecto a la primera (de que los sentidos nos engañarían), este libro muestra que esta idea se deriva de un malentendido: si bien es cierto que debemos reflexionar sobre nuestras percepciones para interpretarlas, esto no significa en absoluto que nuestros sentidos nos engañen.
Primero, porque muchos de nuestros actos se fundamentan exitosamente en nuestras percepciones inmediatas de las cosas. Y segundo, porque las percepciones que requieren ser analizadas (por ejemplo, el palo que parece doblarse debajo de la superficie del agua en la cual está sumergido) no significan que nuestros sentidos nos engañan, sino que cada percepción depende, no solamente del objeto, sino también del sujeto (nosotros quienes percibimos el objeto) y del medio en el cual lo percibimos.
Y, precisamente, en el ejemplo del palo que parece doblarse debajo de la superficie del agua, nuestros sentidos no nos engañan porque reflejan a la vez el objeto (el palo) y una propiedad del medio en el cual se percibe este palo (la refracción de la luz, es decir el cambio de dirección de los rayos luminosos al pasar del aire al agua).
En cuanto a la segunda objeción a menudo presentada en contra de nuestra capacidad de verdad (de que todo sería relativo), este libro muestra que proviene de una confusión muy frecuente: la confusión entre la relatividad real, de nuestra percepción del mundo y, la relatividad, no demostrada, del mundo mismo.
Si bien la percepción del tiempo es relativa (5 minutos nos suelen parecer más largos cuando esperamos algo con impaciencia y más cortos cuando estamos disfrutando de lo que estamos haciendo), no significa que el tiempo en sí sea relativo (con un cronómetro, podríamos verificar con facilidad que pasaron exactamente 5 minutos aun cuando nuestro estado emocional nos haya hecho percibir esta duración de una manera diferente).
De esta manera, este libro demuestra que los argumentos de unos sentidos engañosos y de una supuesta relatividad del mundo no son válidos. Sin embargo, desde hace aproximadamente un siglo, se cree que una teoría científica demostró que el tiempo y el espacio son relativos, la Teoría de la Relatividad de Einstein. Por esta razón, este libro analiza con mucho detalle esta teoría basada esencialmente en dos postulados: el tiempo y el espacio serían relativos; la velocidad de la luz sería idéntica con respecto a cualquier referencial, que este referencial sea inmóvil o animado de una velocidad cualquiera.
Partiendo de las explicaciones dadas por el mismo Einstein para justificar su teoría, el libro explica porque estos dos postulados no están fundamentados.
En cuanto al primero (el tiempo y el espacio serían relativos), este libro muestra como esta afirmación se deriva de la confusión arriba señalada entre la percepción del tiempo y del espacio y el tiempo y el espacio en sí. Einstein parte de un ejemplo justificado de relatividad de la percepción del tiempo para afirmar, sin ningún fundamento, que el tiempo en sí y el espacio serían relativos.
En cuanto a la segunda, (la velocidad de la luz sería relativa con respecto a cualquier referencial), este libro pone en evidencia que esta afirmación se deriva de varias concepciones erróneas y propone un experimento crucial para demostrar la falsedad de este postulado y de la teoría de la relatividad en su conjunto.
De esta manera, aparece con claridad que la teoría de la relatividad no puede servir de fundamento a una concepción relativista del mundo. Ahora bien, ya que se ha demostrado también que no es cierto que nuestros sentidos nos engañan y que sí es cierto que usamos nuestra capacidad de conocimiento verdadero cotidianamente, podemos confiar en esta capacidad y usarla para interactuar con el mundo y con los demás seres con quienes habitamos este mundo.