La más reciente campaña promovida desde twitter por la actriz Alyssa Milano, evidenció la dimensión de una problemática: el acoso sexual al que son sometidas las mujeres en su vida cotidiana.
La semana pasada ocurrió que las redes sociales obraron como amplificador de una realidad que exige plantear un serio debate.
Todo empezó por un trino de la actriz Alyssa Milano, en referencia a las denuncias que señalan de acoso sexual al todopoderoso director de Hollywood Harvey Weinstein, con el que impulsó a muchas mujeres para que hicieran visible estas situaciones en su vida cotidiana.
Escribir #YoTambién daría , según la actriz, una dimensión de la problemática.
En pocos minutos su publicación se convirtió en tendencia, y su trino recibió más de 27.000 respuestas.
En otras redes sociales como Facebook, se pudieron observar multitud de estados en los que #MeToo era adoptado a cada idioma, lo que sumó para hacer evidente la magnitud del asedio al que se ven sometidas constantemente las mujeres a lo largo de todo el mundo.
Sucede en el trabajo, en el caso de actrices, modelos, altas ejecutivas y empleadas de cualquier nivel; y también en la vida de pareja y en las relaciones cotidianas.
Ceder a las pretensiones sexuales de compañeros de trabajo, jefes, clientes, etc., so pena de ser despedidas, obstaculizados nuestros ascensos o, simplemente, tachadas de sensibles en exceso o amargadas.
Recibir agresiones de la pareja, ser obligadas a tener sexo, entre otras situaciones angustiantes.
Ir por la calle y ser objeto de instigaciones por parte de cualquier desconocido.
Se supone, por estúpido que sea, que todo tipo de insinuaciones, ya pretendan ser halagos o piropos, ya se trate de afirmaciones agresivas o vulgares, deberían ser toleradas, pues se considera que hacen parte de la manera como hombres y mujeres se han relacionado siempre.
Obviamente, todo ello tiene matices, y cada cultura tendrá sus maneras de interactuar.
En general, la mujer es objeto permanente del deseo masculino, y se ve en muchos momentos de su vida sometida al hostigamiento de quienes anhelan entrar en intimidad con ella.
No sucede solo con los hombres.
También hay por allí lesbianas que pretenden indagar sobre la firmeza de las elecciones de género de las otras mujeres.
Y, descaradamente, aprovechan la desprevención que implica estar en relación de “mujer a mujer”, para rozar, incitar, o dejarle saber que allí podría existir otra posibilidad.
Provenga de quien provenga, pues también se da el caso de la mujer hacia el hombre, este tipo de sobrepasos, de iniciativas no consentidas, no sólo son desconcertantes, tienen el poder de intimidar y dejar perplejo a quien las padece.
Si, además, se suma la necesidad del trabajo, o cualquier otra relación de poder, la víctima (no puede llamarse de otra manera) estará sometida a una presión que puede conllevar a su desequilibrio emocional.
Por ello, es muy importante que empecemos a hacer consciencia que esta manera de obrar no hace parte de la “normalidad”, y que cualquier manifestación sexual corresponde a un acto íntimo que en todos los casos debe ser el resultado de un consenso.
Tal vez, empezar por educar bien a nuestros hijos e hijas pueda contribuir a superar esta anacrónica manera de relacionarnos.